¿Alguna
vez adivinó usted, lector, el tema del Sátira del
sábado que viene? ¿Alguna vez profetizó usted
sobre cuánto le vendría en la cuenta de teléfono
del mes (o bimestre) siguiente? ¿Alguna vez vaticinó
usted quién sería el próximo ministro de Economía
y cuáles serían sus primeras medidas? ¿Acertó
usted a determinar cuál sería el próximo ajuste
del Estado? ¿Pudo usted pronosticar cuál sería
el próximo sector a ser perjudicado? ¿Predijo usted
a quién le echarían la culpa del siguiente fracaso?
¿Anunció usted con anterioridad cuál sería
el impuesto a crearse ante una crisis? Si, como suponemos, usted
responde que no a todos estos interrogantes, entonces es usted,
lector, uno más entre nosotros, un simple mortal, que como
el resto de los argentinos mira con perplejidad lo que ocurre a
su alrededor, se asombra cada vez que alguien le mete la mano en
el bolsillo, y se pregunta: ¿Cómo es posible?.
Ahora bien, si usted responde que sí a alguna de las preguntas,
si usted es de los que tienen la precisa antes de tiempo,
entonces usted vive en otro país... no, no quisimos ser irónicos...
usted vive en el país de los que se las saben todas, pero
antes (porque acá todos nos las sabemos todas, pero después).
Usted es, digamos, un gurú, un chamán, un sabelotodo,
un adivino, y, perdonen el término, lo digo con respeto,
un profeta.
Y ahora, los profetas están de moda. Parece que todo lo que
ocurre fue dicho, fue anunciado, fue avisado... lástima que
a nosotros no nos dijeron nada. Por eso la gente decidió
enterarse por su cuenta, y compra todos los libros, los textos,
los bardos, los buzones, lo que sea siempre que lleve la firma de
un profeta.
Y de esto, lector, trata el Sátira de esta semana. ¿Lo
había adivinado? Nos vemos el próximo sábado.
Rudy
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