Usted, lector,
sí, usted, ¿sabe si es ABC1, D4, U2, H7, o Sunset
Street 77? ¿Cómo? ¿No lo sabe? ¿Qué
clase de ciudadano es usted, que no sabe ubicarse en el estrato
social que le corresponde de acuerdo con sus pertenencias, nivel
de vida, ingresos, sueños, síntomas y lapsus? ¿Tampoco
sabe eso? Ah... ya, usted es uno de los ciudadanos que en alguna
época creyó en lo que le decían, y a quien
fueron defraudando sucesivamente gobiernos que usted mismo eligió,
gobiernos que usted no eligió pero eligieron otros, gobiernos
que se eligieron a sí mismos, empresas estatales, empresas
privadas, políticos, economistas, empresarios, intelectuales...
¡Hasta el clima lo defraudó!
Entonces, usted es de la categoría Argentino común...
y de esos, el país está lleno, lector... no es usted
un hombre original, y en caso de que sea usted de sexo femenino,
no es usted una mujer original, lectora. O sea, va a figurar en
el censo como una más, como uno más o menos. ¡Y
bueno, qué le va a hacer, no todos vamos a una quinta en
Don Torcuato cuando se nos da la mala!
Pero además, caro lector, este censo viene con una historia,
y es esa historia, más que el censo en sí, de lo que
trata este suplemento. Es la historia del censo que los maestros
dijeron que no lo hacían, y que el Gobierno buscó
primero a militares, luego a funcionarios, más tarde a voluntarios,
y así. Es la historia de los múltiples proyectos,
unos más razonables, otros más delirantemente argentinos,
para cumplir con la ley que dice que cada 10 años hay que
saber cuántos argentinos quedamos, cosa de que si llegásemos
a ser una especie en peligro de extinción, por ahí
hacen algo para salvarnos, o nos meten en el zoológico y
nos tiran maníes con condimento de chimichurri.
Más allá del censo, nos vemos el sábado, lector.
Rudy
|