Querido
lector:
Este suplemento no es el de esta semana, es el de la semana pasada
que se quedó en el banco esperando que le toque el turno
de abrir una caja de ahorro en patacones truchos, o en Letras del
alfabeto arameo antiguo, Lecops o Lecags, lo que sea, con tal de
retirar nuestros humildes 250 semanales correspondientes.
Este suplemento está dedicado a usted, lector, que tampoco
pudo salir todavía, ni del banco ni de su asombro; que se
le cayó el sistema, en la cabeza, que está gestionando
tarjetas que nunca se imaginó que pudieran existir, que está
alucinando maneras estrafalarias de recuperar un dinero que ya era
suyo. ¡Ni se imagina lo que significa, en estos días,
tratar de dinero que uno todavía no tenía, me estoy
refiriendo a ese que ganaba, por ejemplo, trabajando, en los tiempos
en los que nuestros abuelos vinieron al país con una mano
atrás y otra adelante, manos que por suerte pudieron ingresar
al país sin que nadie los obligue a dejar una partecita en
la Aduana!
Está dedicado a usted, que tiene su sueldo congelado, para
no hablar de su sonrisa, o que tiene sus ahorros, aquellos que supo
acumular a lo largo de toda su vida, en manos de un banquero, o
de un ministro, o de alguien que usted ni sabe quién es,
a quien usted le estará eternamente agradecido, si, al cabo
de un tiempo, se dignan a devolverle aquello que ya era suyo, luego
de haberlo usado (y hecho negocio con ello).
Está dedicado a usted, que le ha declarado su amor a cuatro
cajeros automáticos, mas no ha sido correspondido; que ha
tratado de cobrar su jubilación en dólares, australes
o maravedíes, que está planificando, junto con sus
seres queridos, maneras de recuperar o de perder lo menos que pueda,
aquello que ya tenía. A usted que va a poner en el arbolito
150 certificados de apertura de cajas de ahorro.
Y también a usted, sacrificado empleado bancario devenido
psiquiatra sin diploma, que debe escuchar, hoy más que nunca,
los dramas que antes les contábamos a nuestros psicoanalistas,
luego a los taxistas, y ahora, que la plata no alcanza ni para el
taxi, a usted, preso en su escritorio, que además tiene también
sus propios problemas, pero los deja para después del horario
bancario.
Para todos ustedes, o sea, todos nosotros.
Hasta la semana que viene, lector.
Rudy
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