Un
puente hacia los jóvenes
Por Estela Carlotto
Representar
una obra de teatro es convocar gente. En una sala de teatro nadie está
solo, en una sala de teatro somos individuos que participamos de un acontecimiento
necesariamente social. Estamos juntos allí, dispuestos a compartir
algo. Por eso el teatro no podía resultar indiferente al hecho
de que en nuestra sociedad existan chicos a los que se les ha robado su
identidad. El teatro es el medio de comunicación artístico
más indicado para juntarnos a reflexionar sobre un crimen que afecta
no sólo la identidad de algunos de nosotros, sino de todos nosotros.
Puesto que se trata de analizar también nuestra identidad social.
El robo sistemático de bebés que la dictadura militar implementó
es algo que atañe a nuestra sociedad y frente a lo cual no podemos
permanecer indiferentes.
Ya desde las primeras representaciones de A propósito de
la duda, la obra que inició el proyecto Teatro por la identidad,
el público concurrió a las salas en tal cantidad que fueron
constantemente necesarias nuevas funciones. Había, podemos ver
ahora, una necesidad de reflexión, una necesidad de tratar un tema
constitutivo de nuestra identidad, una necesidad que el ciclo supo poner
en escena.
Es, de hecho, esa necesidad la que impulsó a la gente de teatro.
La convocatoria lanzada a dramaturgos, actores, directores, escenógrafos,
músicos y dueños de salas fue rápida y multitudinariamente
respondida. Durante meses las personas que habrían de construir
Teatro por la identidad 2001 trabajaron con las Abuelas para conocer mejor
y desarrollar el tema que los nucleaba. Así, en ese marco, surgieron
41 obras y así el proyecto sigue creciendo en el interior del país.
A raíz de las obras, el público pudo encontrar en sus actores
las voces que dieran cuerpo a sus palabras y a la vez los jóvenes
pudieron informarse y conocer: durante el ciclo, los jóvenes llamaron
y se acercaron a la casa de las Abuelas para plantear sus dudas y averiguar
sobre su identidad. Las obras permitieron ese hecho maravilloso que es
la reflexión, el replantearse los problemas. Es el primer paso
necesario para buscar las soluciones. Y lo hicieron de modo tal que el
hecho artístico llevó a muchos jóvenes a la búsqueda
de la identidad. Pudo construirse, entonces, un puente real y concreto
hacia los jóvenes, una comunicación a partir de la cual
recuperar la identidad. Y, además, todos pudimos encontrarnos en
esas obras, encontrar nuestras palabras en el escenario.
El teatro es una forma artística que supone la comunicación
inmediata entre la gente. Quizás por eso fue el arte que caracterizó
a la primera aparición histórica de esa relación
social y política que llamamos democracia. Hoy, Teatro por la identidad
nos recuerda y revive esa antigua relación entre arte y democracia.
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