VACACIONES
DE INVIERNO III
En Tucumán, San Pedro de Colalao
La
villa del clima perfecto
A 95 kilómetros
de la capital tucumana y pegadito al límite con Salta, un viejo pueblo
guarda leyendas y arqueología de sus antiguos habitantes diaguitas y
choromoros.
Por Jorge
Delgado
Desde San Miguel,
la capital, se sube siempre al norte por la ruta nueve, entre los cerros,
entre el verde. Son 71 kilómetros, como quien dice una hora,
hasta que se gira a la izquierda por la ruta 311. Ahí vienen
veintipico de kilómetros bien asfaltados entre quebrachos, talas,
chalchal, tuscas, cactus, nogales y cebiles, marcados cada tanto por
un tambo o un maizal. Así se llega a un valle a 1190 metros de
altura, un valle que no tiene un río sino dos, el Tacanas y el
Tipas, escasos de agua los dos. Un valle que acoge a la villa de San
Pedro de Colalao.
Es uno de
esos pueblos que huelen a pan caliente, hecho en hornos de barro. Un
pueblo que en pleno otoño brilla bajo el sol, con algunas calles
empedradas, una plaza rodeada de casas coloniales con puertas que nunca
se cierran con llave y un nombre que une el del fundador, un encomendero,
con la palabra kacana que significa el último lugar.
Es un valle que no conoce la humedad, fértil y lindo, con un
pasado de varias culturas indígenas la de la Aguada, la
de Santa María, la de Candelaria que confluyen en su tierra.
En la biblioteca Alberdi y en el museo Hualinchay se guardan las piezas
arqueológicas de ese pasado. En el valle todavía se usan
el viejo camino del Inca y los senderos de los choromoros, por los que
se llega a los importantes yacimientos líticos de lugar.
La plaza del pueblo está frenteada, como de costumbre, por la
iglesia local, cuya campana jesuítica tiene tres siglos. Las
casas viejas tienen buena parte de su mobiliario original un buen
ejemplo son el museo y la biblioteca y a pocos metros está
la regularmente vacía comisaría, edificada en 1889. La
plaza también reúne los restaurantes locales, los hoteles
y hosterías. La familia González dirige la hostería
Huaico, una casona vieja de un siglo con jardines y pileta, que cobra
entre 15 y 20 pesos con media pensión. Las humitas dominan los
almuerzos, que suelen terminar con cayotes y zapallos en almíbar.
En El Cardón, de Modesto Mamaní, mandan los platos típicos:
locro, tamales, empanadas tucumanas, huachalocro, coronados por higos
y dulce de leche de cabra, todo por unos siete pesos. A un par de cuadras
de la iglesia, en la calle Salta, Héctor Naranjo cuida su Casa
Blanca, una venta de artesanías regionales.
Para las excursiones está la camioneta de Aníbal Colotti,
que recorre el Camino del Inca pasando por Hualinchay, famoso por sus
quesillos, por las cascadas, por el camping y por una cumbre con altas
barrancas a ambos lados que se conoce, gráficamente, como el
filo de la justicia. Siempre subiendo, entre el aroma del sulco,
se llega al Puesto Resbaladito,
a 3200 metros de altura. La visión del valle es completa e imponente,
por encima de las nubes. Si se cruza esta cumbre se está en Salta,
llegando a Cafayate. Otra excursión es a la reserva fitozoológica
Carlos Pellegrini, en Las Tipas, 400 hectáreas de árboles
autóctonos pobladas por osos hormigueros, tapires, pumas, yaguaretés,
águilas moras, gatos monteses y papagayos de todos los colores.
Otra camioneta, la de Fabián Mamaní, que es el director
de Cultura local, recorre los cerros para ver los pegroglifos prehistóricos
cerca del río Tipas. Es un lugar llamado Piedra Pintada que reúne
una galería de seres solares, signos, aves y hombres. Hace dos
mil años, este rincón tucumano ya era un lugar de ceremonias
mágicas, y las pinturas datan de entre 1800 y 1200 años
atrás. Cerca, caminando por un sendero, se encuentra en Tiu Cañada
un calendario solar construido con piedras y una laguna escondida y
secreta.
Otro lugar solar, más moderno, es el cercano Complejo Balú,
una proyecto de energía solar, eólica y de biomasa capitaneado
por un matrimonio de biólogos alemanes que también montaron
una confitería y un centro de deportes. Al lado del complejo
está la Finca de Campo, con 90 plazas de hostería y una
clara dedicación al ecoturismo.
DATOS
UTILES
Cómo llegar:
en ómnibus desde la Estación Central de ómnibus
de San Miguel de Tucumán, la empresa San Pedro de Colalao.
El pasaje cuesta $ 5 de ida, $ 8 ida y vuelta con regreso abierto
a 30 días. Hay nueve salidas diarias.
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