BRASIL
En la costa de Rio Grande do Norte
Una
buena Pipa que no es cuento
Aunque siempre
estuvo ahí, la pequeña villa de pescadores Praia da Pipa, ubicada a
80 kilómetros de Natal, acaba de despuntar como una nueva estrella entre
las playas del nordeste brasileño.
Texto
y fotos:
Daniela Chueke
Con sus interminables
playas encerradas entre las paredes rojizo-doradas de acantilados de
más de cien metros de altura y el difuso vaivén de las
orillas del Atlántico, Praia da Pipa atrajo hace diez años
la atención de los primeros mochileros, jóvenes con espíritu
de aventura, ecologistas e intrépidos buscadores de olas a las
que desafiar con sus tablas de surf.
Por entonces no había posadas ni hoteles y los descubridores
tenían que hospedarse en casas de nativos, descendientes de los
indios potiguares. Hacia los 90 empezaron a construirse alojamientos,
bares, paradores y restaurantes, y pronto se corrió la voz: Pipa,
a sólo 80 kilómetros de Natal, se había convertido
en el foco de la movida alternativa de la costa nordestina.
El rápido proceso de transformación, semejante al que
experimentó la fluminense Buzios hace unos veinte años,
es fácil de entender si se tiene la oportunidad de experimentar
la magia del lugar. Llama la atención la gran cantidad de portugueses
y argentinos que se afincaron allí, encandilados por la belleza
del entorno y esperanzados ante la posibilidad de vivir una vida apacible,
lejos del estrés de las grandes ciudades y cerca de los pacíficos
delfines que danzan todas las mañanas en la Baía dos Golfinhos
o en la laguna de Guarairas. Los extranjeros, así como muchos
brasileños de todas partes del país, contribuyeron al
espectacular desarrollo de la infraestructura turística que hoy
se extiende desde Pipa hasta Tibau do Sul, situada a sólo seis
kilómetros y un poco más tranquila. A lo largo de la ruta,
con acceso a playas más amplias y silenciosas, hay una serie
de resorts de categoría internacional pero construidos en estilo
rústico para respetar la armonía con la naturaleza. Entre
los dos poblados, al abrigo de doradas dunas, se suceden bolsones de
mata atlántica y una secuencia de playas vírgenes, a las
que se accede desde unas largas escaleras de 90 escalones que generalmente
pertenecen a los hoteles la entrada es libre incluso para quienes
no se hospeden en ellos porque los balnearios no son privados
como Casablanca, Ponta do Madero o Village Natureza, o bien desde escaleras
públicas, como en Cacimbinhas.
En ese camino,
se encuentra el mayor Santuario Ecológico de Rio Grande do Norte,
una reserva con vegetación autóctona y animales salvajes
que se fundó en 1986 con la misión de proteger la
armonía del lugar para que pueda ser disfrutado para siempre,
según reza el folleto explicativo. A través de distintos
senderos señalizados y que ofrecen distintos grados de dificultad,
el caminante (lleve calzado cómodo, nada de tacos ni ojotas que
puedan resbalarse) puede internarse entre la mata atlántica hasta
llegar a la playa para encontrarse con los famosos delfines, centenarias
tortugas marinas y peces buey, o detenerse en alguno de los miradores
para apreciar la inmensidad de las bahías o escuchar el armónico
canto de los pájaros al caer el sol.
Para aquellos que no trasnocharon, el día en Pipa comienza bien
temprano, porque a las 7 de la mañana el cielo es completamente
celeste y el sol ya brilla fuerte. Momento más que ideal para
dar una larga caminata por la playa, cuando la marea está baja
y la franja de arena tiene un ancho de más de 6 metros y aprovechar
a broncearse sin quemarse la piel. Si piensa volver caminando conviene
tener en cuenta hacerlo antes de las 2 de la tarde cuando la marea termina
de subir cubriendo la playa hasta los acantilados.
También por la mañana es un buen momento para pasear en
buggy a través de las playas y las dunas. Se lo puede alquilar
sin chofer o contratar recorridos hasta Natal o hacia el sur, camino
a Recife, pasando por cañaverales de azúcar y plantaciones
de cajú a Baía Formosa, Barra do Cunhaú y la Laguna
de Coca Cola (llamada así por el color ambarino de sus aguas,
teñidas por las hojas de las cajueiras que se depositan en su
fondo).
Como suele suceder cuando uno está de vacaciones, no hay horarios
para las comidas, que las hay de todas las variedades, aunque los reyes
son elcamarón y el pescado, frito, grelhado o con sabrosas salsas,
generalmente acompañados con arroz, mandioca (macaxeira) o papas
fritas. La cerveza, las caipirinhas y los jugos de frutas tropicales,
dulcísimos y frescos, completan el festín.
Las noches de luna llena son ideales para participar de cabalgatas y
fiestas en la playa, con música y fogón, emulando los
luaus hawaianos. Durante las otras, los que rehúyen al sueño
se la pasan en los bares o se van en procesión cuesta arriba
por la Avenida dos Golfinhos la calle principal de Pipa
hacia la Boate Kalangos, para bailar reggae, pop, rock, funk y hasta
forró, el ritmo regional. Cuentan que esa danza sensual, que
se baila en parejas y que suena parecido a nuestro chamamé, nació
en Natal en la época de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados
Unidos estableció allí una base conocida como Trampolín
de la Victoria después de la reunión que mantuvieron
el 28 de enero de 1943 en esa ciudad los presidentes Franklin Delano
Roosevelt y Getúlio Vargas. Los bailes que los militares estadounidenses
promovían en aquel momento eran abiertos a todas las personas.
For all, decían ellos, y los brasileños dijeron
forró.
Para todos. Así es Pipa, un lugar donde las olas son furiosas
y la gente amigable. Un lugar donde tanto los nativos como sus habitantes
más recientes están abiertos al saludo y a una charla
con el visitante. Esto sucede a cualquier hora y siempre sin prisa.
La consigna común a todos es curtir, modismo del
idioma portugués-brasileño que significa disfrutar.
Curtir la playa, una cerveza fresca con la galera (grupo de amigos)
o el cielo pleno de estrellas. Curtir la vida, sin ninguna otra obligación
que la de sentirse libre.
DATOS
UTILES
Cómo llegar:
En avión hasta Natal, al Aeropuerto Internacional Augusto
Severo. Las compañías que vuelan son Varig, Transbrasil
y TAM. El tramo en taxi desde el aeropuerto aPipa cuesta cerca
de R$ 80,00. Otra opción es verificar si la posada u hotel
elegido ofrece servicio de traslados o bien contactar a las empresas
receptivas en Pipa que hacen traslados y paseos en la región
(Rivatur: 084 - 94313234). En auto, siguiendo por la ruta BR-101,
entrar en Goianinha y seguir los carteles de señalización
hasta Praia da Pipa. También se puede llegar en buggy o
en 4x4 saliendo de Ponta Negra, en Natal, por la Ruta del Sol
hacia las playas Litoral Sul, pasando por Barra de Tabatinga y
cruzando en balsa (10 minutos) hasta Tibau do Sul. Recuerde consultar
la tabla de las mareas ya que hay momentos en que no se puede
cruzar.
Moneda: La moneda brasileña es el real (R$). Su
valor de cambio con respecto al dólar americano es de 2,47.
Conviene cambiar en el aeropuerto de Natal, ya que en el pueblo
la cotización es menos conveniente.
Alojamiento: Hay una red hotelera de mil camas que incluye
desde hoteles de categoría (70 dólares la habitación
doble) hasta posadas y hoteles económicos (desde 10 a 40
dólares).
Información: Oficina de Turismo de Brasil: Cerrito
1350, Capital. Tel.: 4815-8737 al 40. Página oficial de
Pipa en Internet: www.pipa.com.br
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