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ESCAPADAS I
Tandil y sus sierras

Para viajeros
movedizos

Aunque la famosa piedra se cayó hace casi 90 años, la ciudad enclavada en el sistema de Tandilia ofrece múltiples variantes de excursiones por las sierras que desafían la pasión por el turismo de aventura. Pero no todo pasa por andar entre las piedras: también se puede pasear por los aires en planeadores, parapentes o en la aerosilla que asciende hasta la cumbre del cerro Centinela. Y al final de la jornada, nada mejor que un relajante spa.

Por Daniela Chueke

A simple vista, Tandil puede parecer un bello paisaje serrano, similar al de tantos otros, quizás sin mayor privilegio que el de un clima apacible. Pero eso es tan sólo a simple vista. A poco de haber llegado uno comienza a percibir cierto halo de misterio escondido entre las piedras, ese cielo transparente y el aire limpio, impregnado de un sutil aroma a hierbas que –seguro, me digo– deben ser “curativas”. Con sólo aspirar profundo, uno ya se siente bien, ¿qué otra prueba se puede necesitar?
He ahí el primer impacto placentero, especialmente si uno llega desde una gran ciudad, donde la pureza atmosférica no es precisamente cosa de todos los días.
En medio de un valle fértil rodeado de las sierras bajas del sistema de Tandilia, la ciudad está aproximadamente a 360 kilómetros de la Capital, rumbo al sudeste de la provincia de Buenos Aires. Desde su propio nombre, término mapuche que significa “Roca al caer” (tan: caído y lil: roca), construyó su identidad alrededor de un fenómeno extraño, devenido en mito: el de la Piedra Movediza, gigantesca mole de granito –se calcula que pesaba entre 300 y 400 toneladas– que pasó siglos oscilando rítmicamente sobre un cerro, sostenida en un incomprensible equilibrio, hasta que un día exacto, el 29 de febrero de 1912, se desplomó y quedó partida en tres pedazos.
Aunque el dramático final era de suponer, pocos se conformaron con la lógica, pero nada heroica explicación de que la ley de gravedad, tarde o temprano, se haría obedecer. Rápidamente empezaron a circular distintas versiones sobre el caso y todavía hoy sigue siendo tema de conversación. Quizás haya sido la vibración de las detonaciones, ruido habitual en las canteras de granito que hicieron de Tandil el principal proveedor de adoquines de la Capital. O tal vez fueron los picapedreros, gremio que solía ser fuerte como su oficio, que ya venía expresando su descontento social con una gran huelga realizada en 1911. Dicen que parte del grupo formó una especie de sociedad secreta para derribar la piedra, en repudio al turismo de clase alta que llegaba allí para verla.
Por alguna razón el lugar donde la Movediza ya no está sigue siendo un paseo atractivo para los turistas. Será por tradición, aunque si de tomar fotos se trata, un buen sustituto puede ser la piedra El Centinela, en el cerro del mismo nombre. Es seis veces más pequeña y liviana, pero al menos se la puede ver, erguida y firme, con sus 70 toneladas y 8 metros de altura. Entre sus tres puntos de apoyo se cuela la luz natural y, sí, da la impresión de estar en guardia, observándolo todo. Muy cerca de allí, el año pasado se inauguró una aerosilla para ascender a la cumbre. Durante el recorrido, de unos 700 metros, acunados por la suave brisa, se siente intensamente el aroma de los pinos. Claro, si uno lo inhala directamente desde sus copas. Desde el aire, ya olvidadas las primeras cosquillas en el estómago, también conviene apreciar las cavas de canteras abandonadas y toda la amplitud de las sierras, entre cuyas laderas rocosas surgen manantiales unidos en un pequeño espejo de agua.
En la cima, dos sorpresas: una espléndida vista panorámica del valle en el cual se encuentra la ciudad de Tandil y un parador donde se vende queso, asado y los famosos salamines tandileros. Además hay una huerta, una granja y un refugio donde es posible hospedarse.

Paseos entre las sierras Para devotos de la naturaleza, Tandil guarda sorpresas especiales: casi todas las formas de disfrutar sus maravillosos rincones se pueden poner en práctica. En bicicleta, preferentemente una mountain bike de esas que tienen varias velocidades, se pueden cruzar los cerros hacia los viejos ramales ferroviarios –el ferrocarril llegó en 1833– y admirar antiguas casas de piedra y canteras fuera de uso.
A pie (o trekking) se pueden hacer paseos similares, con la ventaja de que siempre es posible andar con la mirada más atenta y detenerse ante cada pequeño maravilloso espectáculo de flores, pájaros y animales salvajes y saciar la sed en los arroyos y cascadas. A caballo y envehículos 4x4 se puede llegar hasta rincones más remotos aún. Pero si lo que se quiere es desatar la adrenalina, entonces hay que animarse a un vuelo de bautismo en avioneta o en planeador (desde el Club de Planeadores), o en aladelta, parapente o ultraliviano (desde el Hangar del Cielo). Si uno ama las alturas, pero no está dispuesto a despegar los pies de la Tierra, entonces tiene la opción de ascender la Sierra de las Animas, que con casi 500 metros sobre el nivel del mar es la más alta de las que rodean la ciudad. Por supuesto, la escalada en roca y rappel se practica en casi toda la región.
Para ver a los animales bien de cerca hay que darse una vuelta por Sierra del Tigre, una reserva natural de 140 hectáreas, llamada así porque originalmente la zona fue tierra de yaguaretés, felinos que hoy están en peligro de extinción.
El agua, otro requisito de cualquier vacación, especialmente en verano, está en la zona del Lago del Fuerte, creado artificialmente en 1951 a raíz de la inundación de ese año y que ahora está rodeado por un complejo de piletas municipales, restaurantes, confiterías y campings. En el lago se puede pescar, navegar, o pasear en canoas y kayaks.
El Fuerte Independencia es uno de los miradores más espectaculares pero no es el verdadero. Es un castillo morisco donado en 1923 por la colectividad española para conmemorar el primer centenario de la ciudad y está a unos mil metros del sitio original del fuerte que dio origen a Tandil. No importa, es una buena excusa para recordar algo de la historia. Tandil fue fundada el 4 de abril de 1823 por el brigadier general Martín Rodríguez quien, junto con los primeros 400 habitantes, ocupó y se asentó en tierras de los pampas. Cuando ya era un pueblo llegaron los primeros inmigrantes, españoles e italianos, algún que otro holandés. Después llegó el tren, vital para el desarrollo de aquella Argentina del siglo XIX. Fue en 1895 que Tandil fue declarada “ciudad” oficialmente. Dedicada a la explotación de las canteras, a la actividad ganadera y en algún momento a la industria metalúrgica, la región creció hasta que tuvo su universidad, en 1970.
Hoy Tandil tiene 150 mil habitantes arraigados en esa tierra de hermosos paisajes, mitos, historia... y buena comida. En la ciudad, un buen lugar para conseguir los manjares locales es Epoca de Quesos, antiguo rancho criollo manejado por tamberos de pura cepa que fabrican quesos caseros, embutidos, alfajores y mermeladas. Imposible ignorar semejante banquete, acompañado por galletas de campo, un buen tinto y soda, que viene en sifón de vidrio como los de antes.

DATOS UTILES

Como llegar: En auto: Para salir de Capital Federal (son 350 kilómetros de distancia) se toma las rutas nacionales 2 o 3, luego se empalma con las rutas 74 y 30; desde Mar del Plata y Azul, tome la ruta provincial 226. En ómnibus: El viaje dura cinco horas. Las empresas que llegan son Río Paraná (4315-0234); Costera Criolla (4313-5997).
Más Información: Dirección Municipal de Turismo de Tandil: 9 de Julio 555; Tel/fax: (02293) 432073; Casa de la Provincia de Buenos Aires: Callao 237, Capital, tel. 4371-3587, [email protected]. En Internet: www.tandilnet.com.ar; www.gruposierras.com.ar;www.gba.com.ar

 

Un spa serrano

Por J. V.
La Posada de los Pájaros, a cinco minutos de la ciudad de Tandil, es un lujoso spa-hotel al pie de las sierras, donde el huésped, literalmente, entrega su cuerpo para recomponerlo del maltrato de la gran ciudad. Allí lo complacen las caricias del agua en la piscina cubierta y en las piletas de hidromasajes, y toda clase de masajes: shiatsu (corporal y facial), anticelulítico y descontracturante. Al ingresar al spa, al visitante se le realiza un examen médico y nutricionista. El contexto verde con aroma a caudal de agua, donde se realizan caminatas y cabalgatas, no puede ser mejor para un tratamiento antiestrés combinado con un plan para adelgazar. Las 17 habitaciones están rodeadas por la naturaleza y un clima de intimidad ideal para disfrutar de la buena lectura frente a la chimenea. Las posibilidades de recreación y tratamientos son de lo más variadas: tenis, paddle, golf, acuaerobics, mountain bike, natación en la piscina al aire libre, tratamientos de belleza (máscaras nutritiva y de hidratación) y gimnasia con aparatos. Los chefs de La Posada de los Pájaros acaparan buena parte de los aplausos: además del sabor inigualable de la comida, aderezada con hierbas aromáticas del lugar y salsas naturales, los ingredientes son todos con bajo colesterol y nivel de calorías. Los vegetales provienen de la granja orgánica propia –cosechados en el día–, a salvo de toda clase de fertilizantes y agroquímicos. Por supuesto, tanto confort y placer tiene su precio: la habitación doble, con las cuatro comidas, actividades y sauna, cuesta $ 205 por persona y por día, sin incluir IVA. Más información: En Buenos Aires: tel. 4812-2777. Mail: [email protected] En Tandil: tel. (02293) 432013.
Internet: www.posadapajaros-spa.com
e-mail:[email protected]

ESCAPADAS II