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VILLA CARLOS PAZ
Entre las sierras y el lago

Un clásico cordobés

Más de 800.000 turistas cada año eligen pasar las vacaciones en Carlos Paz, el centro turístico cordobés por excelencia, a un paso de la capital provincial y excelente punto de partida para los circuitos que llevan a Traslasierra y el Valle de Punilla.

Por Graciela Cutuli

En el turismo argentino hay clásicos que, pese al natural estrellato de algunos sitios extraordinarios del país –las cíclicas ballenas de Puerto Madryn, el espectacular glaciar Perito Moreno, las no menos impactantes Cataratas– cuentan con un público fiel que a lo largo de los años crece sin prisa y sin pausa. Villa Carlos Paz es uno de ellos. Esta fidelidad tiene muchos secretos: la ubicación en el centro geográfico de un país enorme, la diversidad y calidad de los servicios, la vocación turística temprana que se traduce en una cordial bienvenida a quienes eligen veranear con el lago y las sierras como escenario. Si esta imagen tiene tradicionalmente ribetes de tranquilidad -.mucha gente mayor y muchas parejas con hijos chicos dispuestos librarse de los imprevistos de la playa eligen como destino las sierras cordobesas–, esta imagen no se ajusta demasiado a la realidad: en los últimos años, el auge del turismo aventura y del eco-turismo encontró en Córdoba un escenario ideal, con una multiplicación de propuestas que no dejan a nadie afuera a la hora de planear unas vacaciones. Entonces, se trata de descubrir Villa Carlos Paz. O de redescubrirla.

Ciudad, lago, sierras. Todas las opciones turísticas para descubrir o redescubrir Carlos Paz.

La ciudad moderada En Villa Carlos Paz no hay grandes extremos. Las alturas rondan los 700 metros sobre el nivel del mar, y un poco más .hasta 1200 metros– en el cordón de las Sierras Chicas, hacia el este, mientras la temperatura promedio se acerca a los 18 grados. En verano, el clima es ideal: el sol hace los días cálidos, pero las noches se olvidan del calor para refrescar agradablemente toda la región. La vida comercial de la ciudad, que es abundante, se desarrolla sobre todo en las márgenes del río San Antonio, tributario del lago San Roque: confiterías, puentes, clubes y negocios se disputan la atención de los visitantes durante el día, y durante la noche se suman los numerosos teatros (que este año sumarán varias salas) y espectáculos que son también uno de los sellos de Villa Carlos Paz, y la convierten tal vez en la única ciudad con un circuito propio veraniego fuera de Mar del Plata.
Como muchas otras ciudades argentinas donde el turismo tiene larga data, en el principio de Villa Carlos Paz hay una suerte de pionero que, a principios del siglo XX, decidió sacar el casco de la estancia Santa Leocadia de bajo las aguas en que lo había sumergido el dique San Roque. El pionero era Carlos Paz, hijo del dueño de la estancia: a él se le debe la forestación de la zona, la construcción de un nuevo casco y una nueva capilla, una escuela, un canal de riego y otras infraestructuras. Así nació el entonces Pueblo San Roque, que varios años antes de ser oficialmente reconocido como tal ya había atraído a varias familias que alquilaban casas para el verano. El primer hotel data de 1923: hoy, la infraestructura creció hasta ofrecer a los turistas 350 establecimientos diferentes. Villa Carlos Paz tiene dos grandes polos: uno es el lago, que se puede recorrer en lancha u otras embarcaciones, y que atrae a los aficionados al velerismo, el esquí acuático, la motonáutica o el windsurf. El otro son las sierras circundantes, a las que se puede subir fácilmente gracias a la aerosilla que lleva hasta una confitería en la cima del cerro. Además, desde la base de la aerosilla un camino lleva –después de una hora de caminata siguiendo un vía crucis– hasta una cruz monumental de 12 metros de altura, construida en conmemoración del Segundo Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Buenos Aires en 1934.

Noche en la Villa: Bares, restaurantes y una nutrida cartelera de espectáculos.

La encrucijada Villa Carlos Paz es también un excelente punto de partida para recorrer las sierras cordobesas. Desde aquí se puede recorrer el Valle de Punilla, que ofrece una atractiva combinación de sitios históricos y naturales (¡y hasta sobrenaturales!) en recorridos que permiten ir improvisando tramos largos o cortos según las necesidades del viaje.
El recorrido del camino de Punilla llevará unos 150 kilómetros entre ida y vuelta: yendo hacia el norte, se bordea el lago San Roque con susbalnearios y clubes de pesca hasta llegar a la localidad de Bialet Massé, en cuyas cercanías se levanta el Horno Histórico La Primera Argentina, que sirvió para la fabricación de la cal usada en el primer paredón del dique San Roque.
Estos valles tienen muchos ejemplos así: no el camino de la gran historia sino el de la “pequeña”, la que sirvió para forjar pueblos, ciudades, colonias y cuya huella se encuentra a cada paso. En el pasado, esta región cordobesa era una suerte de Davos, la localidad suiza donde se refugiaban los enfermos de pulmón para gozar del aire benéfico de la “montaña mágica”: queda como testimonio un antiguo hospital construido a principios del siglo XX al estilo suizo, que todavía hoy sigue funcionando como centro de salud. El siguiente punto del itinerario de Punilla (así llamado porque se dice que a los primeros exploradores les hizo pensar en una pequeña Puna) es la folklórica Cosquín, que todos los veranos concentra lo más granado de la música autóctona, con su seguidilla de lunas y polémicas: pero a quien esté alejado de la música autóctona, pasar por aquí o asistir al festival le permitirá cambiar un poco las ideas sobre qué es realmente música popular más allá de la General Paz.
Más adelante, pasando el Parque Fitozoológico Recreativo Tatú Carreta, El encanto de una caminata por el paisaje de las sierras cordobesas.donde se recrea el ecosistema serrano y se pueden ver guanacos, maras, ciervos y otros animales en libertad, se llega a La Falda, otro de los centros turísticos por excelencia de la provincia de Córdoba: por corta o larga que sea la estadía, no hay que perderse una visita al Hotel Edén, construido en la época de los megaemprendimientos hoteleros argentinos por la compañía Tornquist (también involucrada en el Club Hotel de Sierra de la Ventana) y famoso por la amistad de sus dueños con algunos jerarcas nazis. También vale la pena visitar el Museo Arqueológico Argentino Ambato, en tanto los que tengan alma de chico no se perderán de pasar por el Museo del Ferrocarril en Miniatura.
Siempre hacia el norte, La Cumbre es muy visitada por el golf (uno de los signos de su tradición inglesa), los balnearios y el Cristo Redentor: su completa infraestructura y sus agradables paisajes también la distinguen entre las localidades cordobesas. Pocos kilómetros más allá, quienes hayan sido atraídos por la literatura de Manuel Mujica Lainez no se perderán visitar, en Los Cocos, su residencia El Paraíso, que fue transformada en museo y permite echar una mirada al mundo personal del dandy-escritor más refinado de las letras argentinas. Finalmente, el recorrido del Valle de Punilla puede terminar, antes de volver al punto de partida, en Capilla del Monte y el famoso cerro Uritorco. ¿Ovnis? Como toda leyenda, no falta quien la alimenta. Pero lo mejor es ir y comprobar con los propios ojos cuánto hay de fantasía y cuánto hay de realidad: aparte de raros objetos voladores, en el cerro perdura la leyenda de un indio que tuvo la desdicha de enamorarse de la hija de un hechicero y ser maldecido por el padre. Terminaría convertido en montaña, y ella en el río de lágrimas que mana de su pecho de piedras...