Por
Gloria Barros y Carlos Pachuk *
Como
analistas trabajamos con las fantasías de parejas estériles
cuya problemática, hasta hace un tiempo, se planteaba en términos
de, o bien modificar el cuerpo para hacerlo fértil, o bien la adopción.
Hoy, la fertilización asistida abre otra posibilidad: sustituir,
desde la técnica, una función fallida. Con lo cual se plantea
un cambio de paradigma: el hijo se hace de a tres.
El terapeuta se enfrenta, como sujeto social, con el fenómeno de
mundos superpuestos con sus pacientes; puede conservar el paradigma clásico
con sus consecuencias teórico-clínicas (rechazo, negación)
o adherir rápidamente a las nuevas técnicas, reemplazando
la reflexión, que su lugar supone, por la acción. Nos vemos
ante una doble trampa: por un lado, la tendencia a asociarnos rápidamente
a las propuestas que abren la vía y la posibilidad a un deseo,
sin preguntarnos de qué deseo se trata; por el otro, colocarnos
como nuevos inquisidores en un rehusamiento apriorístico a los
aportes de la ciencia, considerándolos malignos per se.
Es frecuente que los planteos de pacientes que manifiestan fantasías
o proyectos de fertilización asistida se desestimen en la mente
del analista con la pregunta ¿por qué no adoptan?
Ocurre algunas veces que estos deseos son expresados por pacientes-parejas
que ya tienen hijos adoptivos y que, ante los nuevos métodos, se
replantean la cuestión. Lo cual se verbaliza como quiero/queremos
tener una panza o quiero/queremos pasar por la experiencia
de un embarazo.
Es importante señalar qué representaciones transubjetivas
se imponen a estos sujetos, pues, ligados a una impronta social, algunos
reflejan una necesidad de pertenencia más que un auténtico
deseo de procreación, y este forzamiento está a veces al
servicio de motivos económico-institucionales que no desarrollaremos.
***
Las técnicas
de fertilización asistida, al abrir nuevos caminos posibles a la
maternidad/paternidad biológica, reactualizan la deuda con la cadena
transgeneracional y la culpa por la esterilidad. Salir de esta encrucijada
requiere plantearse el estudio de sistemas de fertilización asistida
y sus consecuencias en los individuos en los que se aplica, en la pareja
y en el/los niños a nacer.
Existe una serie de métodos que dividimos en cuatro grupos: 1)
se trata de la implantación en el cuerpo de la mujer de un embrión
obtenido a partir de un óvulo y un espermatozoide de la pareja;
2) uno de los elementos es ajeno a la pareja y sustituido por el de un/una
donante; 3) los dos elementos son ajenos a la pareja, es decir, se implanta
en el cuerpo de la mujer un embrión con el que genéticamente
no tiene parentesco; 4) un embrión de la pareja se
implanta en un vientre alquilado.
Todas las técnicas de fertilización asistida tienden a llevar
el hijo al cuerpo de una madre, es decir, a mantener el origen del sujeto
psíquico a partir de conservar lo originario. Sin embargo, está
latente la idea de fábrica de personas: sacarlo del vientre de
la madre o bien sustituir la matriz, lo cual nos lleva a fenómenos
de lo impensable con nuestras teorías actuales.
Cada uno de los métodos citados genera una especificidad fantasmática,
en sí mismo y en el devenir de cada pareja, pero también
da lugar a algunas reflexiones comunes en referencia a sus efectos:
* El cambio en la idea del paso del tiempo y del límite de la procreación:
la menopausia no implica ya la terminación de la posibilidad de
embarazarse y la conservación del esperma garantiza la posibilidad
de procrear después del envejecimiento masculino y aun después
de la muerte (¿triunfo sobre la vejez y la muerte?).
* La ruptura de la cadena generacional: al no mediar la relación
sexual, cualquier combinación es posible: la madre alberga y pare
un hijo de suhija y yerno, por ejemplo. Se pasa del tiempo sucesivo de
las generaciones a una temporalidad circular sobre el origen del sujeto
que puede provenir simultáneamente de dos o tres progenies, lo
que denominamos circularidad de generaciones y nos lleva a la pregunta:
¿cómo se constituyen las leyes de parentesco y las diferencias
entre la función materna y paterna y los cuerpos reales que la
ejercen?
Como estas líneas no son claras, las fantasías endogámicas
se multiplican y adquieren una inquietante sensación de realidad.
También nos preguntamos si esa ayuda de la abuela tendrá
un sentido incestuoso o será resignificada como un servicio más.
* Establece modificaciones respecto de la relación entre los géneros
masculino y femenino, y la cuestión del poder. En un trabajo anterior
señalábamos que el poder originario está ligado
a la constitución del psiquismo y encarnado en una mujer: la madre.
Personaje dotado con el bagaje biológico que la constituye el factor
fundamental de la crianza en el primer año de vida del infans.
Y el poder de los orígenes centrado en el hombre, que controla
los resortes económicos, políticos e ideológicos
del mundo social.
Estas experiencias tenderían, en ambos géneros, a imaginar
la omnipotencia de la suma de poderes con la perspectiva de un género
único (bisexualidad, denegación de la castración.)
En el género masculino ya que el médico suele ser
un hombre cabalgaría la fantasía schreberiana de la
procreación, con este desplazamiento: fabricar su propio hijo de
probeta y luego alquilar un cuerpo para albergarlo. (Esta fantasía
se hizo presente en la realidad con el caso del médico que inseminó
con su esperma a setenta y cinco pacientes.)
***
Los sueños
de completud tienen su contracara (la de hombre estéril) en los
sentimientos de extrañeza frente al embarazo y al hijo, con la
consiguiente dificultad para asumir la paternidad. Un ejemplo de esta
problemática es la siguiente viñeta:
Una pareja habla de la propuesta de inseminación artificial con
semen de donante.
Raquel: No sé si me animo. Tengo miedo a que él se borre,
a que no me apoye en el embarazo y el parto.
Terapeuta: Tal vez quiere saber si él va a estar a su lado como
marido para poner límite a sus fantasías de tener un hijo
sola.
Víctor: Claro, yo voy a ser el mejor amigo.
Lo que aparece más manifiesto en los hombres, adoptar
un hijo de su mujer, o la negación de la esterilidad a través
de un embarazo de ella, enmascara el hecho de que la duda siempre presente
acerca de la paternidad se hace aquí certeza y tiene su representación
en un fantasma de características persecutorias.
En una sesión de otra pareja que juega con la idea de una inseminación
con semen de donante, el hombre refiere el siguiente sueño: Teníamos
un bebé japonés. La mujer asocia con unos amigos que
tuvieron un hijo y, cuando fueron a visitarlos al sanatorio, todos los
hombres estaban frente a la nursery preguntándose cuál sería
su bebé, menos un japonés del grupo.
Para la pareja en sí, sería volver a una etapa anterior
a la monogamia: un macho potente (figura erotizada del dador) que engendra
hijos con variedad de mujeres. Para el género femenino satisfaría
la aspiración máxima del poder originario: tener un hijo
por sí sola, sin participación del hombre.
Citamos aquí a una paciente abandonada por su marido, con quien
había adoptado años antes a una hija. Esta pareja había
hecho previamente varios intentos infructuosos de fertilización
asistida. La mujer consulta ahora por depresión, sentimiento de
no poder manejarse sola. En una sesión, sin previo aviso, informa
que planea, con la asistencia de su ginecólogo, unaimplantación
de embriones donados. Ante el señalamiento ...algo más
de lo que tendría que hacerse cargo usted sola, responde
triunfalmente: Usted no sabe de lo que yo soy capaz. Frase
que remite al deseo de venganza hacia su ex marido, que quedaría
señalado como el estéril de la pareja. Y también
el deseo de prescindir de él (y de todos los hombres) en este embarazo
de ella sola.
A su vez el futuro infans, ¿resolverá su doble origen biológico,
mitad adoptivo, con la búsqueda del padre? Pues en este caso, el
desaparecido y el secreto se juega del lado paterno.
* Extractado
del libro Los hijos de la fertilización asistida, de Eva Giberti,
Gloria Barros y Carlos Pachuk, próximo a aparecer (Editorial Sudamericana).
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