Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


EXAMEN DE LOS ARGUMENTOS A FAVOR DE LA EUTANASIA DESDE LA PERSPECTIVA DEL SUJETO EN JUEGO
�Dolor hacia adentro, como papel que se quema�

Tomando en cuenta la reciente aprobación por el Parlamento holandés de una ley que despenaliza la eutanasia, este artículo presenta una detallada, cáustica, muy polémica toma de posición. Más allá del tema que aborda, el autor propone su respuesta para la grave cuestión de repensar �tomando el psicoanálisis, pero fuera de la situación analítica� cuál es el sujeto de la ética. 

Por Carlos D. Pérez *

Por Jorge Manuel Casas *
La aprobación, por una de las cámaras del Parlamento holandés, de una regulación legal para la eutanasia ha precipitado en todo el mundo cierta urgencia por examinar esa idea: ¿debemos apoyar las decisiones personales de acabar con la propia vida y liberar de culpa y cargo a quienes asistan el desarrollo del proceso? 
En Holanda no es exactamente eso lo que sucede. Para el derecho penal holandés (art. 293) el acto de quitarle la vida a otra persona que expresa su deseo de morir seguirá castigado con 12 años de prisión o multa. Lo que la ley prevé, en cambio, es la eximición de responsabilidad en el caso de los médicos que actúan a petición de sus pacientes y siguiendo ciertas normas: en tales circunstancias se entiende que el médico comete el delito �por fuerza mayor�, y el fiscal está autorizado a no proseguir su juicio en vistas del �interés general�. De modo que no se descriminaliza la eutanasia, ni se la apoya, sino que se define un modo de realizar la acción que la hace socialmente aceptable. Hay otros diseños de la muerte infligida que ya eran percibidos de ese modo (art. 40): la del servidor público en cumplimiento de su deber, o la del que mata en defensa propia. Y es que lo característico de una cultura consiste precisamente en reflexionar y redefinir los principios con el que se diseñan las actuaciones de quienes participan en ella, sean estas actuaciones estéticas, mortales o de otro tipo. Tales principios sirven para evaluar y �cultivar� los actos que se hacen objeto de reflexión. Entre �nosotros�, por ejemplo, no resulta lícito comernos a nuestros mayores (como sí es el caso en otras culturas), pero cada vez gana más apoyo la idea de la eutanasia. Cabe entonces preguntarse: ¿Por qué? ¿Qué principios justifican estas acciones? ¿Resulta éticamente aceptable esta manera de �cultivar� la muerte, esta moderna máscara funeraria? 
En el caso holandés, y en general en el de todos aquellos que apoyan la eutanasia, se repiten explícita o implícitamente algunos argumentos. Sin embargo, todas esas argumentaciones conducen a paradojas o contienen puntos obscuros.
La pérdida de la conciencia aparece como una justificación de la eutanasia cuando el paciente entra en coma irreversible o presenta un daño cerebral severo, como fue el caso de Karen Ann Quinlan, en 1975. La �inconciencia� nos impediría ser libres y por lo tanto no valdría la pena vivir sin conciencia.
Este juicio se sustenta en la idea de que somos libres porque pensamos y de que la libertad consiste en lo que nosotros pensamos de ella: lo que hay aquí es la idea �a la que parece hostil el psicoanálisis� de que nuestra humanidad se asienta en el �Yo pienso�. Pero yo no soy libre porque piense, sino por ser un cuerpo. Y ni mi cuerpo ni mi libertad son lo que Yo pienso: no sé qué me espera en la libertad de mi cuerpo, aunque después pueda pensar en ello, y a menudo no nos percatamos de nuestra falta de libertad. Esta situación es la que torna impredecible el encuentro con los otros y con uno mismo, y se constituye en condición de toda libertad y toda felicidad, incluso intelectuales. Por lo demás, nuestras comunidades incluyen cuerpos con distintos grados de conciencia, como los conductores de televisión, los automovilistas y los políticos. Pero todos son igualmente libres, por ser igualmente cuerpos: resulta paradójico sostener que, si no soy un Yo, no soy en absoluto.
Lo que no soy, sin dudas, es dueño de mí mismo: si puedo tomar directivas patrimoniales es porque califico como adulto responsable y, por tanto, soy consciente de ello. Por esa causa, en 1996, una Corte de Apelaciones estadounidense declaró anticonstitucional una ley que criminalizaba al médico que ayudara a pacientes terminales. Lo hacía para evitar al ciudadano �verse reducido al estado de un niño�: los niños no pueden disponer de su patrimonio. Desde este punto de vista la eutanasiaparece estar enfocada a evitar una vida �impropia�, pero en el sentido de carecer de la habilidad para constituirse en propietaria y no en relación con la libertad.
�En esos inodoros�
Pero aunque aceptáramos este dualismo cuerpo/alma que no tiene fundamentos religiosos sino civiles, queda pendiente saber por qué Yo podría querer acabar con mis propiedades. Esta pregunta se presenta en el caso de enfermos severos (como los tetrapléjicos) que desean morir, o de pacientes en coma que han dejado (mientras aún eran conscientes) directivas acerca de cómo disponer de su patrimonio corporal. La respuesta puede poner de manifiesto un proceso de identificación que la moda, la arquitectura, el mercado laboral (y en general la cultura), producen y reproducen inconscientemente. Todos los iguales que componen la comunidad caben en esos trajes, en esos inodoros, en esos puestos de trabajo. Si yo no entro no soy igual, excepto porque pienso. Pero pienso: mente sana en cuerpo sano. Entonces, si no es como el de ellos, no puedo querer tener un cuerpo. Luego, soy como ellos, y no quiero éste. Y seré enterrado como uno de nosotros, que no querríamos ser como yo.
En este aspecto la eutanasia es heroica: sacrifica un cuerpo por algo incorpóreo, imaginario. Y para los otros. El héroe también entrega su vida por voluntad propia y siempre tiene una conciencia desgarrada o feliz del sentido de sus actos (el héroe por error o �inconsciente� suele ser patético). Además, el objeto de la conciencia del héroe no es la heroicidad, sino los valores de una comunidad real o putativa: la �dignidad� del eutanauta. El eutanauta se sacrifica en aras de un ideal de la comunidad. Así Ramón Sampedro, en una carta de 1996 a los jueces que le negaban la posibilidad de dejar de ser �una cabeza adherida a un cuerpo� (en realidad era tetrapléjico), argumentaba que �la vida evoluciona corrigiendo sistemáticamente el error, de ella deberían copiar los humanos. Es un grave error negarle a una persona el derecho a disponer de su vida, porque es negarle el derecho a corregir el error del dolor irracional�. Lo que identificaba como un error irracional era él mismo, y al parecer estuvo dispuesto a morir (en parte) por ello. La situación empeora si pensamos que los ideales comunitarios varían, impidiéndonos predecir qué estados del cuerpo devendrán �erróneos�: en este sentido la vinculación de nuestro diseño de la eutanasia con el de los nazis no resulta superflua.
Sufrir hacia adentro
Pero con esto llegamos a lo que sólo impropiamente podemos denominar �idea�: el sufrimiento es lo que decide a muchos a optar por la muerte. Claro que hablar aquí de una �idea� no es del todo inexacto: los umbrales de dolor varían de cultura en cultura. Pero el dolor, de todos modos, se siente. Tampoco parece sensato exigir una definición de dolor, aunque sería necesario para establecer la norma legal (como lo reconoce la legislación holandesa). Por último, resulta éticamente inaceptable intentar comparar dolores: �usted sufre demasiado�, �usted no tanto�: no hay criterio racional alguno para comparar el valor de dos vidas o el dolor de dos individuos.
Entonces aparece la diferencia entre dos tipos de dolores: el esperanzado y el que ha dejado atrás toda esperanza. Sería racional aceptar el primero, pero no el segundo. Ahora bien, ¿qué es el dolor racional? ¿Adónde van las angustias, los miedos, las enfermedades, los dolores menstruales? ¿Valen la pena? ¿Vale la pena la vida? ¿La de quién? ¿Qué criterio adoptaremos para esa evaluación? Algunos médicos estadounidenses confiesan carecer de respuestas frente al hecho de los enfermos cardíacos con una expectativa de vida de seis meses requieranmenos de la eutanasia que los pacientes afectados de cáncer o sida de igual pronóstico. Esto tal vez sugiera que no se trata en modo alguno de esperanzas, sino de la valoración social de la dolencia y del estatuto del enfermo dentro de la comunidad: la exclusión, la marginación, en fin, la mirada de los otros. ¿Será que los tetrapléjicos no tienen esperanza o que el imaginario público se las niega? ¿De qué deberíamos prescindir? Descartando la hipótesis religiosa más reciente (la salvación), ¿será que tiene sentido, que hay alguna esperanza detrás del sufrimiento de miles de millones de personas alrededor del globo? ¿O acaso se trata de un problema mal planteado, porque las esperanzas se hacen? El héroe, ciertamente, sufre con una esperanza, y la mayoría de nosotros espera que sus sufrimientos valgan la pena. Pero la muerte no espera nada. El eutanauta reivindica un cierto valor, relativo a la dignidad, pero no a través de un acto �digno� como en el caso del héroe: hacer de alguien nuestro verdugo no es digno, acabar con un semejante tampoco. Entonces, el fin eutanático del sufrimiento sin esperanza no es una esperanza de ninguna especie, ni siquiera la esperanza de conquistar la noble dignidad de estar muertos: al revés que en el caso del héroe, el acto del eutanauta lo separa de la comunidad de los vivos. ¿Cómo deberíamos recordar a Sampedro? ¿Como un ser incorpóreo? Y si lo recordamos como un cuerpo que se dio su destino a través de la eutanasia, y la aprobamos, al recordarlo ¿no recordamos como necesaria su exclusión de la comunidad? ¿No suscribimos su diagnóstico de error? Pareciera que en la eutanasia el sufrimiento se consume hacia adentro, como un papel que se quema.
�No eres como yo� 
Pero en última instancia, persiste la autoridad de la primera persona. Ella o él quieren morir. La eutanasia se presenta como una negación de la �pasividad� del paciente: el eutanauta no se entrega, es el autor intelectual de su propio fallecimiento. Esta posibilidad debe significar un alivio simbólico para el interesado, al menos si se piensa que la cultura construye al paciente como pasivo. Además, le da la oportunidad de devolverles a los que actúan por él una acción, un acto, que lo libra a él de su propia pena, pero a la vez, libera a los otros de los cuidados y las angustias por las que posiblemente el enfermo se sienta culpable. Como hipótesis se podría pensar que es por ello que la eutanasia tiene más adscriptos entre los varones: sobre nosotros recae más fuertemente el requerimiento cultural de ser activos.
Sin embargo, el eutanauta debe ser paciente. Después de todo, si se inclina por la eutanasia es porque no dispone de la capacidad física, psíquica o médica para suicidarse: lo que requiere no es otra cosa que ser objeto de la acción de otro. Pero uno de los principales argumentos en favor de la eutanasia consiste en un rechazo de la práctica paternalista de la medicina que obligaría a los pacientes a seguir con vida en contra de su voluntad. Sin embargo, la eutanasia solo puede practicarse como resultado de un diagnóstico médico del paciente. De hecho, la categoría de �enfermedad terminal� sólo tiene sentido dentro del marco de la medicina moderna, de modo tal que la eutanasia no niega, sino que por el contrario afirma el poder médico de decidir sobre la vida de los pacientes.
Y persiste la objeción de que la cultura comienza con la prohibición de matarse entre semejantes. Seguro que al enfermo le resulta difícil soportar la vida: pero para todos es difícil, sin que podamos decidir para quién más. La eutanasia, sin embargo, quiebra la cohesión moral de la comunidad (tal vez por ello sigue siendo un crimen). Cuando el niño sólo es un manojo de necesidades que no se pueden bastar por sí mismas y quien oficia de madre atiende estas necesidades, también le hace saber en ese acto que ella conoce tales necesidades. Y si las conoce es porque las tiene, porque es semejante. Este es el origen de los sentimientos moralesde la comunidad. Matar al otro es sancionar la desemejanza: es comunicarle que no es como nosotros. Tal acto suspende toda obligación moral recíproca, y toda reciprocidad. Pero el sufrimiento es común, y recíproco: todos �participamos� del sufrimiento, y los que se oponen a la eutanasia no lo hacen en menor medida. Acaso haya que pensar también en esto a la hora de decidir qué debemos hacer.

* Miembro de la Asociación Argentina de Investigaciones Eticas.

POSDATA

Arte. �Enseñanza y formación en el arte�, Con Andrés Bazzalo, Ernesto Pesce y Leda Candela. Ciclo �Psicoanálisis y cultura� en el Centro de Salud Mental Nº 1, Manuela Pedraza 1558, el 25 a las 11.30. Gratuito.
No cesa. Mario Pujó firmará ejemplares de Lo que no cesa. Del psicoanálisis a su extensión el 27 de 19 a 21 en la Feria del Libro, stand 208. 
Reflexión. Grupos de lectura y reflexión sobre pensamiento contemporáneo con Rubén Ríos: �De Nietzsche a Badiou: la crisis de la filosofía tradicional�. 4863-0193.
Consumo. �La cultura del consumo en la sociedad del capitalismo tardío�, curso de posgrado por Ana Wortman en la Facultad de Ciencias Sociales. Martes de 10 a 13 desde el 24. 4508-3800 int. 112. [email protected]
Psicosomática. Congreso Mundial de la Sociedad Internacional de Obstetricia y Ginecología Psicosomática. Del 26 al 28 en el Sheraton. 4342-3216. www.ispog.org/html/argentina2001.asp
Cuéntame. Cuéntame tu vida de Hitchcock, con debate, el 20 a las 12.30 en Perú 272. Ciclo �Cine y psicoanálisis� de la EFBA. Gratuito.
Autismo. �Autismo infantil�, panel interdisciplinario. El 3 a las 10 en Universidad de Belgrano. Gratuito. 4788-5400 int. 3301.
Dora. �Los sueños de Dora�, con Beatriz Rajlin, Sergio Berkowsky y Perla de Cheb Terrab, el 20 de 19 a 21. Discurso Freudiano. 4772-8997.
Sujeto. �La construcción del sujeto psíquico. El discurso de las ciencias sociales�, el 26 de 12 a 13.30 con María Laura Méndez. Gratuito. Ateneo Psicoanalítico, 4822-7410. 

 

Mail de estas páginas: [email protected] . Fax: 4334-2330.

 

 

PRINCIPAL