Por
Fabián Jalife *
La
experiencia clínica en el abordaje de procesos de cambio en empresas
revela las distintas dimensiones del malestar en la organización
y sus correspondientes niveles de sufrimiento psíquico. Es importante
aclarar que las organizaciones no sufren (diferencia conceptual con aquellos
profesionales del management cuya orientación cortesana tiende
a fetichizar a las compañías a las cuales confirman como
sujeto de sus avatares), sino que son los sujetos que las conforman quienes
soportan el padecer de la institución en sus propios
cuerpos.
No puede considerarse un cuerpo sin considerar su atravesamiento por la
trama institucional, y en el lugar particular que esta última le
asigna, sea propietario, director, gerente, staff técnico, mando
medio u operario.
La lógica de la gestión de empresas, diferente de la racionalidad
de los tiempos de la producción industrial fabril, desplaza el
antiguo criterio de vigilancia y control para exigir no sólo el
cumplimiento del trabajo sino la iniciativa, flexibilidad, disponibilidad,
actitud proactiva y motivación.
Observa Tomás Abraham en La empresa de vivir: Mientras que
la idea de trabajo supone la igualdad jurídica del que vende y
del que paga el trabajo, el servicio se basa en una relación de
dependencia entre amo y servidor. Es habitual todavía, particularmente
en empresas de racionalidad familiar, recibir como una traición
el ingreso de un ex empleado a una empresa de la competencia; incluso
cuando haya sido despedido y ese pasaje a la competencia constituya su
manera de sobrevivir más allá de los dictámenes totalitarios
del amo. Ese juicio se sostiene en la lógica del antiguo patronazgo
proteccionista.
Esta dinámica de la afirmación de la existencia en la pertenencia
organizacional, bajo la amenaza de exclusión, no sólo dispara
fantasías amenazantes respecto de lo que se tiene y podría
perderse (que se inscriben en el campo de las castraciones subjetivas),
sino de lo que se es y podría dejarse de ser, en el sentido de
la existencia, disparando angustias masivas, pánico, sensación
de desamparo, que sólo a veces pueden organizarse como inhibiciones
(registro mínimo del campo subjetivo). La caída de todo
registro, como sanción, se expresa elocuentemente en el imaginario
de nuestro tiempo con el contundente no existís.
En general, y particularmente en cargos de alta exposición, la
ansiedad propia del lazo superyoico se expresa y no hace síntoma
(éste sólo se constituye cuando el malestar interroga a
alguien como un enigma), convocando las tradicionales recetas de psicotrópicos,
ansiolíticos, sedantes y antidepresivos. Todos, intentos fallidos
de responder al vacío amenazante de la experiencia de pérdida
de sentido y nadificación insoportable que se experimenta ante
la advertencia de que todo, como demanda absoluta, es imposible. Típicos
fenómenos que aquejan a sobreadaptados ejecutivos.
Tomás Abraham, citando a Robert Jackall, lo expresa así,
a propósito de los sentimientos de culpa de directivos y ejecutivos
expuestos al contundente ascetismo psíquico que exige el deber
empresarial: Una vida abnegada, dedicada a la empresa y su gloria,
induce, pruebas estadísticas mediante, a la bebida, a estados de
ansiedad seguidos por los de depresión, a accesos difíciles
de cortar de rabia indiscriminada, del disgusto de si, del resquemor por
no haber estado más tiempo con los hijos o con la esposa, la sensación
de falta por no haberse dedicado más y mejor a la empresa, por
no haber seguido con interés anhelante la vida de lo que Jackall
llama la socialburocracia.
En este marco se despliega una política de la subjetividad que
incluye un control del comportamiento, la propia imagen, el carácter,
la personalidad, el estilo y las emociones. Los rasgos singulares demasiado
sobresalientes suelen presentarse como un inconveniente en ciertasculturas
organizacionales en donde la relación del cliente interno
con su proveedor exige de este último lealtad, no con
la tarea sino principalmente con la persona que lo patrocina, responsable
de sus evaluaciones de desempeño y en definitiva de su probable
destino dentro de la compañía.
Hace más de una década, afirmaba Rene Kaës: Una
fuente constante de sufrimiento institucional, esta asociada con las perturbaciones
ajenas a la constitución de la ilusión: la falta de ilusión
institucional priva a los sujetos de una satisfacción importante
y debilita el espacio psíquico común de las cargas imaginarias
que han de sostener la realización del proyecto de la institución,
disponer la identificación narcisista y el sentimiento de pertenencia
en un conjunto lo suficientemente idealizado para afrontar las necesidades
internas y externas.
En las dinámicas de las organizaciones hay tiempos en donde la
trama cultural propicia el despliegue de los ideales primarios de cada
puesto en relación con la actividad primaria de dicha organización
(curar en el hospital, innovar en un centro de investigación, producir
en la fabrica); hay tiempos de estancamiento u obstrucción de aquellos
propósitos, y hay tiempos donde directamente la burocracia constituida
se dedica a sostenerse, consolidarse o reproducirse mas allá de
los ideales fundacionales. Cuando esta última instancia se impone,
la institución maltrata a su gente y sabotea su tarea, actuando
los actores la tensión agresiva por el déficit que la organización
propone como campo para el despliegue de los deseos.
En las empresas muy competitivas, particularmente en aquellas donde la
racionalidad de los accionistas se expresa en la única estrategia
posible (de acuerdo con las expresiones de catedráticos del
management y la estrategia empresarial), que es la de obtención
de un plus de utilidad por encima de los niveles de dicha industria, los
imperativos productivos de la época radicalizan el valor utilitario
de los sujetos (recursos humanos).
De esta manera, el trabajo deviene en una prestación o servicio
para la producción de un valor tangible que excede por lo general
la causa vocacional que convoca a sus agentes, fetichizándose la
causalidad empresarial que en su momento sostuviese la función
instituyente de la compañía (la aventura de crear, inventar,
desarrollar productos y servicios), en la fijación a unas estadísticas
que indefectiblemente reflejen la satisfacción de los accionistas.
Esto significa, para ejemplificar, que una automotriz ya no goza
de producir automóviles, seguros, lujosos, deportivos o utilitarios
de acuerdo con su mística, ideología o cultura, sino que
todas aspiran por igual a un mismo objetivo estratégico que consiste
en la fetichización del éxito, en la reproducción
de ganancias por encima de la rentabilidad de la industria.
Nos tocó realizar una intervención en una empresa alimentaria,
de las que fueron tradicionales en nuestro país. Sucedía
que ninguno de sus operarios se sentía identificado con los productos
que ellos mismos hacían, cuando los encontraban en una góndola.
Interrogada esta situación, uno de los pocos históricos
que sobrevivió a varias volteadas, decía, con
cierta nostalgia de otra época, en donde comer una galletita de
la competencia era poco menos que una traición, así como
era un orgullo ostentar la propia pertenencia. El exceso en la gestión
de utilidades (con su moral hedonista y su goce avaro) arrasa con toda
pretensión de constituir una representación sostenible sobre
la causa, los orígenes y el horizonte (¿destino?), como
un lugar deseado.
Su carencia es fuente de sufrimiento.
* Psicoanalista.
Consultor en análisis organizacional.
SOBRE
EL LUGAR DEL SUJETO EN LA DISCAPACIDAD MENTAL
La función de corporizar la falla
Por Laura
Salinas *
El sujeto
afectado de discapacidad mental soporta generalmente, por parte del discurso
familiar en el que ha emergido, la focalización sobre su persona
de una falla que no es más que la de ese mismo grupo pero,
por otro lado, no más que la de todos los grupos. A esta
falla, corporizada en una persona, le sigue un segundo movimiento de ocultamiento
o aislamiento por ese mismo discurso.
Cobra fuerte dimensión clínica, en el terreno de la discapacidad
mental, la vigencia de la hipótesis freudiana que delimita el emplazamiento
discursivo de la tercera generación como variable de análisis
en la producción sintomática. En esa línea, el suceso
biológico se inscribe en una particular forma de hacer con la falta
en esa trama familiar, lo que dará mayores o menores oportunidades
al discapacitado mental para quedar atrapado o salir de un proyecto de
muerte subjetiva.
Lamentablemente, ese velamiento suele alcanzar eficacia desde la práctica
social y en muchos casos la institucional. Como víctima del
destino o como aberración natural, el discapacitado
es ubicado en una posición de fijeza donde no hay espacio para
que advenga un sujeto.
Los que hacemos clínica en discapacidad mental consideramos vital
que pueda producirse tanto en el nivel institucional como en el
del discurso familiar algo del orden de un síntoma, una queja,
un malestar, que motorice la posibilidad de hacer lazo social; tanto en
la persona aquejada como en los familiares. El descubrimiento de que esa
falla está también en los otros puede colaborar en el atravesamiento
de la propia y permitir una alternativa a la condena que supone el lugar
de la víctima imposibilitada o el monstruo vergonzante.
El tratamiento en un dispositivo institucional para pacientes con discapacidad
mental supone numeroso personal con alta calificación profesional.
Un dispositivo que permita sostener un espacio sistemático de producción
subjetiva para todos los participantes de la institución, tanto
pacientes como profesionales: no sólo el discapacitado mental está
atravesado singularmente por los ejes de la producción y de la
relación con la ley, de la palabra y su caída.
Las imposibilidades u obstáculos con los que es necesario trabajar
no son privativos de la psicosis sino que tienen que ver más con
el orden del malestar estructural en la cultura. Por eso, los espacios
de contención, supervisión y capacitación del profesional
permiten visualizar los momentos de palabra creadora o los momentos de
caída, de negativismo, de rechazo, de repetición, de renegación
o de desconocimiento de la existencia de los otros o de sí mismo.
Un dispositivo que sostenga la escucha de sus participantes permitirá
transformar el malestar y el padecimiento en otra cosa.
La sanción de la Ley de Discapacidad, en 1996, fue un primer gran
paso para luchar contra esa tendencia social espartana, de sacrificar
lo defectuoso o al menos ocultarlo.
Esta ley dejó vislumbrar un puente para que los discapacitados
accedieran a un mundo y una realidad compartida. Hoy, sin embargo, la
Ley de Discapacidad no se cumple. Las instituciones que trabajan con el
discapacitado están siendo fagocitadas, tanto por la decadencia
presupuestaria y la fractura de la cadena de pagos del Estado y obras
sociales, como por la indiferencia ante las dificultades económicas
y de financiamiento que las características de la misma clínica
imponen.
Los entes reguladores demandan prestaciones que no pueden o no quieren
pagar. Las exigencias (cuando las hay) son consistentes hacia el rubro
asistencial o el pedagógico, pero dejando el lugar de la producción
subjetiva desdibujado por la formalidad de que se cuente con un psicólogo
cada 30 pacientes. En esta confusión conceptual y política,
la subjetividad no parece tener un lugar claro ni prioritario en el discursoy
la práctica de los entes que regulan la problemática de
la discapacidad mental.
* Psicoanalista.
Ejercicio
de la psicología
Un
proyecto de ley de ejercicio profesional para los psicólogos en
la Ciudad de Buenos Aires propone que el control del ejercicio quede a
cargo de la Ciudad, sin requerir la colegiación obligatoria.
Fue presentado en la Legislatura por el diputado Raúl Puy del
bloque ARI y sostiene que la Carga Magna otorga a la Ciudad
un rol regulador fundamental reservando para sí la capacidad de
habilitar, certificar, matricular, controlar y fiscalizar.
A diferencia del proyecto de los diputados Casabé y González
Gass, el de Puy no solicita la creación de un colegio profesional
y propone que la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad,
a través del Departamento de Psicología, regule el
ejercicio, incluyendo la certificación y recertificación
(actualización) de las especialidades.
POSDATA
|
Errata.
Se produjo el jueves pasado en el texto Breve glosario psicoanalítico,
de Sergio Rodríguez: donde dice En la metáfora,
el significante logra significar al sujeto, porque la significación
del sujeto atraviesa la barra de la significación,
la barra que debe atravesarse es de la represión.
Madres. Cursos en Universidad Popular Madres de Plaza de
Mayo: Psicología Social (Teoría y práctica:
Enrique Pichon-Rivière). Sábados de 10.30 a
15.30. Psicodrama: con Toti García, Marcelo Percia, G. Aruguete,
G. Felner F. Lacolla, E. Gross, C. Maderna, R. Valderey y otros.
Jueves de 19 a 22 desde hoy. 4384-8693.
Mujeres. Luces y sombras en la salud de las mujeres,
con Stella Garrido, Dora Vilar de Saráchaga, Nilda Galina
y Silvia Gascón en Isalud, el 23. 4334-7766.
Reversibilidad. Una cuestión preliminar acerca
de la reversibilidad de las estructuras clínicas, con
Eduardo Foulkes, Víctor Iunger, Hugo Levín y Marcelo
Rapoport, el 23 a las 21 en Institución Psicoanalítica
de Buenos Aires. Gratuito. 4772-9042.
Duelo. Seminario Una lógica lacaniana del duelo,
por Adriana Dreizzen en la EFBA, desde hoy a las 19. 4776-7827.
Incidencias. Las incidencias del análisis, por
Isidoro Vegh, desde el 17 a las 13 en EFBA, 4776-7828.
Prójimo. Presentación del libro El prójimo.
Enlaces y desenlaces del goce, de Isidoro Vegh, con Santiago Kovadloff,
Eva Lerner y Norberto Ferreyra, hoy a las 19 en la Biblioteca Nacional,
Agüero 2502.
Devastación. Jornadas del Ameghino La clínica
en el hospital público. Consecuencias psíquicas de
la devastación del lazo social. Presentación
de abstracts hasta el 30 de agosto. 4862-1202. [email protected]
Originales. Lectura de Lacan y Freud en sus idiomas
originales, con Jorge Salvetti, Psicoanálisis
y poesía, con Lucía Serrano, y otros talleres
en la Facu de Psico de la UBA. 4932-6001.
Suicidio. Suicidio adolescente, por Roberto Yunes,
hoy a las 12.30 en Universidad de Belgrano. Zabala 1837, piso 16.
4788-5400 int. 3315.
Discapacidad. Sexualidad y discapacidad en el ámbito
psicomotor, con María A. Familume en Asociación
Argentina de Psicomotricidad, desde el 18. 4866-0566.
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de estas páginas: [email protected]
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