Por Julia Kristeva *
Lo íntimo, ese índice de una subjetividad que
todos mencionamos con frecuencia, no me parece que corresponda a un adentro
pulsional que se opondría al afuera de las excitaciones
exteriores o a la abstracción de la conciencia. Porque tanto las
representaciones forzosamente internas de las pulsiones como las de las
sensaciones, pero también del yo pensante, parecen
ocupar perfectamente bien esa escena que, bien mirado todo, resulta bastante
espaciosa y que la opinión llama lo íntimo.
El término procede del latín intimus, superlativo de interior,
o sea: lo más interior. Lo íntimo, aunque abarque lo inconsciente,
no parece reducirse a él sino desbordarlo ampliamente.
Postulemos que lo íntimo es lo más profundo y lo más
singular de la experiencia humana. Admitiremos entonces que es identificable
con la vida del espíritu, es decir con la actividad
del yo pensante tal como después de Descartes es definido
por Kant y, de manera mucho más negativa o dialéctica, por
Hegel por oposición a la acción, social o política.
Sabemos además que esa misma tradición filosófica
considera otra intimidad, que para la opinión general está
más próxima al sentido fuerte de la palabra íntimo.
Se trata de esa interioridad que los griegos llamaron alma
(psukhê) y que se define por sus proximidades con el cuerpo orgánico
así como por las sensaciones preverbales.
Esta última interioridad es la que el psicoanálisis rehabilitará
de una manera escandalosa.
Desde Platón, y con mayor claridad en Aristóteles, el alma
no padece ninguna pasión ni cumple ninguna acción
que no interese al cuerpo. Así la cólera, la audacia, el
deseo, en general la sensación (Aristóteles, De anima).
A la inversa, el intelecto (nous) es otro género del alma,
quizá separado del cuerpo; y ello aunque la intelección
(noein) parezca en cierto modo propia del alma, pues no puede ejercerse
sin la imaginación (phantasia), que a su vez no puede cumplirse
con independencia del cuerpo.
La vida del espíritu es tenida, entonces, por activa; la del alma,
por pasiva. El alma avanza, pues, sobre el cuerpo interior tanto como
sobre el mundo exterior, de ahí que sea fluida, informe, caótica.
La conciencia de sí mismo no podría dar
un yo fijo y permanente en medio de ese flujo de fenómenos
interiores, escribe Kant (Crítica de la razón pura)
lamentando que las sensaciones y su temible sucesión impidan acceder
a una forma duradera, de lo que resulta que incluso el término
fenómeno, supuestamente identificable, se torna inconveniente
para esta continua inestabilidad del alma.
No sólo el alma aparece como un revoltijo más o menos
caótico de acontecimientos que cada cual padece (pathein) y que,
en circunstancias especialmente intensas, barren todo a su paso como lo
hacen la pena y el placer (Hannah Arendt, La vida del espíritu),
sino que además se particulariza por estar directamente regida
por los órganos, lo cual le confiere una condición de animalidad,
de fealdad invasora y de uniformidad monótona.
Reflejo de los órganos que detentan las apariencias sin parecer
ellos a su vez y que, por esta razón, podrían revelarse
como verdaderos dioses, el alma y, junto con ella, lo íntimo
encierra siempre, una y otra vez, algo de esa divinidad confusa que se
atribuye a los órganos. Más aún cuando, siendo establecido
el carácter individual por el discurso y no por la fisiología,
los estados de alma interiores lo que yo intento explorar hoy con
ustedes bajo el nombre de íntimo tal como los
sentimos todos antes de expresarlos en discurso, son, como las expresiones
fisiológicas, de una desoladora generalidad. Esto es al menos lo
que sostiene Aristóteles: contrariamente a la escritura o a las
palabras habladas, que no son las mismas en todos los hombres, los
estados de alma que tienen en estas expresiones sus signos inmediatos
son idénticos en todos.
La loqüela
de Ignacio
En nuestro recorrido de la larga historia de esa intimidad atormentada,
quisiera hacer una estación en San Ignacio de Loyola. Porque no
se señaló lo suficiente salvo bajo la pluma de Roland
Barthes, pero de un Barthes fuertemente inserto en el estructuralismo
semiológico hasta qué punto este fundador de la orden
de los jesuitas fue un creador de lenguaje, por haber simplemente
acompañado de una vigilancia lógica los estados de alma
más rebeldes a la razón. Lean sus Ejercicios espirituales
y sobre todo el Diario espiritual y verán que Loyola
construye el espacio de la vida psíquica (de la intimidad) haciendo
un ejercicio de meditación... sobre cada uno de los cinco sentidos.
Y efectúa este ejercicio de una manera concreta, cotidiana, banal
o paroxística. Un verdadero ritual obsesivo acompaña a la
reviviscencia sensorial vista, olfato, oído, gusto, tacto
inducida por la lectura del texto sagrado o por la experiencia cotidiana,
de modo que lo sensible, por lo mismo que es puesto en lengua, queda inmediatamente
construido como espacio-tiempo o como pensamiento. Para máxima
felicidad de Roland Barthes (Sade, Fourier, Loyola), quien saluda a un
logo-técnico fundador de una psicoterapia destinada
a despertar, a hacer resonar, mediante la producción de un lenguaje
de la fantasía, el carácter anodino de este cuerpo que no
tiene nada que decir. El propio Loyola es consciente de ello cuando
señala que la finalidad de sus Ejercicios... es obrar
de modo tal que la sensualidad obedezca a la razón.
Más corrientemente, esta sumisión de la sensualidad a la
razón es lo que se da en llamar vencerse a sí mismo
pero poniendo siempre atención en el discurrir del entendimiento.
Con todo, si este ejercicio fuerza a las partes inferiores a someterse
a las partes superiores, esta coalescencia de lo sensorial y lo
espiritual que se ejerce (corresponde decirlo) en formulaciones
verbales está obrando ya en el ejercitante sin que éste
lo sepa. Se trata, en efecto, de una continua copresencia entre sensible
e inteligible de una verdadera continuidad, más allá
de la escisión propia del alma del ejercitante.
Las mociones interiores se resumen en una lista asombrosa
de lágrimas cuya aparición, ausencia, abundancia
o continuidad Ignacio se afana en enumerar, y en la famosa loqüela
que, además de las lágrimas, constituiría el signo
infraverbal, aunque intradiscursivo, de los afectos del alma.
Palabra íntima si la hay, la loqüela de Ignacio
de Loyola es una voz sin proferimiento, situada en las fronteras del afecto
y la alucinación, anuncio de la representación y, más
adelante, de los signos lingüísticos. Loyola dice de ella:
...demasiado me delectaba en el tono de la loqüela cuanto al
sonido, sin tanto advertir a la significación de las palabras,
deleite cuya posta toman las lágrimas a fin de despojar otra vez
al alma afectada, privándola incluso de ese grado cero de la palabra
que es la loqüela interior admirable.
La mística cristiana gestó sin saberlo la posibilidad de
una formulación dramática de la intimidad, a despecho de
los esfuerzos de la espiritualidad racionalista por disociar lo simbólico
de lo corporal y condenar a este último. Dejo de lado hoy la glándula
pineal de Descartes, eso íntimo donde transitan las pasiones
y los juicios y que prefigura al inconsciente freudiano.
Sadomaso freudiano
Le faltaba a esta lógica su dinámica. Es Sade quien
va a ponerla en escena ilustrando hasta qué punto lo íntimo
del alma apasionada y sensible, al encontrarse bajo el imperio de la Razón
juzgante y de su potencia desensorializante y unificadora, es un íntimo
condenado a gozar de ese imperio. En otros términos, la exquisita
cohabitación sensación/pensamiento, afecto/razón,
no hace más que producir otra lógica (otra escena,
dirá Freud), que es lo propio de la psique. Esta cohabitación
produce ante todo un goce: que es un placer del sentido sensible o de
lo sensible en el sentido y, más allá, un dolor (puesto
que parece que el ciclo del dolor es más largo y que puede ser
producido por la estimulación en el punto en que el placer cesa,
sin más límite que el desvanecimiento del sujeto). Jacques
Lacan (Kant con Sade) fue el primero en revelar este aporte
que hizo Sade a Kant al sutilizar tan paradójicamente lo íntimo
a través de la ley razonable y moral, pero siempre con ella, en
el goce. Sin embargo, en esta cohabitación de la ley, la razón
y la sensación afectada, Lacan vio tan sólo una simple figura
de disociación entre sujeto del enunciado (de la Ley) y sujeto
de la enunciación (del deseo). Yo sostengo, en cambio, que toda
la panoplia de lo orgánico a lo simbólico pasando por las
lágrimas, las imágenes, la loqüela y la
dualidad, se ve implicada en esta intimidad. Intimidad que en lo sucesivo
se nos presenta, y de manera irrebasable, como una intimidad sadomasoquista.
Entiendo por ello un sadomasoquismo inconsciente. Por otra parte, ¿el
inconsciente es otra cosa que sadomasoquista?
No estoy diciendo que el inconsciente sea lo más íntimo
que hay en el alma. Lo que les digo es que, si se consideran
las dos tópicas freudianas, el aparato psíquico según
Freud no sólo reintegra la noción de alma con
el yo que piensa y se piensa pensante noción excluida hasta
ese momento, sino que, además, la reformula por entero incluyéndole
la permanencia del pensamiento que juzga en el ser hablante bajo la forma
de otra escena (de otra lógica) que resulta ser un goce.
La intimidad propuesta por la teoría freudiana es una refundición
de la dicotomía alma/espíritu, refundición que avanza
hasta sobre lo somático. Y ello especialmente gracias a la pulsión,
de la que el analista no escucha por cierto sólo los representantes/representaciones
lingüísticos e infralingüísticos, sino de la que
oye su condición de ser psicosomático. El psicoanálisis
introduce el alma y el cuerpo en el entendimiento o, si ustedes quieren,
en la escucha. Lo oído metaforizado en entendimiento
psicoanalítico nos restituyó así otra visión,
más íntima, de la vida del espíritu. Apreciarán
mejor aún ustedes esta exorbitante, esta monstruosa intimidad,
si agregan que la ontogénesis se abre a la filogénesis y
que, por este sesgo, en lo íntimo se oye no sólo lo biológico
sino el Ser mismo.
Sabemos ahora que en los primeros siglos cristianos se produjo una revolución
en lo íntimo cuando fue introducida, especialmente por San Agustín,
la voluntad como rasgo primordial de la vida interior. Aunque propia del
espíritu, la voluntad avanza sobre el alma a través de las
imágenes y devela un nuevo resorte de la subjetividad situado entre
contingencia y libertad. Pero la revolución freudiana señala
una segunda y nueva etapa decisiva en la concepción de lo íntimo.
Por las dos tópicas freudianas, el alma y el cuerpo se tornan partes
integrantes de lo íntimo, que desde entonces se nos aparece de
una doble manera: por un lado, como una multiplicidad de sistemas de representaciones
translingüísticas y, por el otro, como goce. Diré,
pues, que el psicoanálisis restituyó a los hombres y mujeres
la continuidad heterogénea entre cuerpo-alma-espíritu, y
la experiencia de esta continuidad heterogénea se nos aparece en
lo sucesivo como la esencia de lo íntimo.
Aún no hemos medido las consecuencias de esa intimidad de
esa continuidad heterogénea ni bajo todos los aspectos clínicos
que permite abordar, ni (menos aún) en cuanto al destino de la
libertad que de ella resulta.
Por hoy agregaré solamente que lo íntimo obtiene de este
modo una profundidad que desborda ampliamente la del yo pensante y que
se piensa. El psicoanálisis ha ganado, pues, en profundidad, y,
sin embargo, podríamos preguntarnos, recogiendo los reproches de
los filósofos y los artistas, si no salió perdidoso al permanecer
en la generalidad. Si no contentamos con hacer del psicoanálisis
simplemente, o únicamente, una ciencia del aparato psíquico,
el peligro existe de veras.
* Fragmentos de La revuelta íntima. Literatura y psicoanálisis
(Eudeba, Editorial Universitaria de Buenos Aires).
POLEMICA
SOBRE UN SUEÑO CON PENES Y PENAS
El
creía que podía ser el falo
Por
Sergio Rodríguez
El jueves 6, José
L. Slimobich desgranó reflexiones en torno del análisis
de un sueño, publicado en esta sección el 9 de agosto y
extraído del libro de mi autoría En la trastienda de los
análisis. Agradezco la atención, coincido con varias de
sus apreciaciones, pero no con otras. Me parece conveniente debatirlas,
para mejorar nuestra eficacia en la dirección de la cura.
Interpreta erróneamente, a mi juicio, la pregunta del paciente
tras una carcajada: Lo único que no sé es de dónde
saca arma. La risa no sólo fue indicio de alivio,
sino también de momento de concluir. El deseo mortífero
del odioamorado, rebelde a los engaños del amor, había detectado
en su madriguera los objetos a que, tras vestiduras imaginarias
orales, anales y sádicas lo soportaban. La distensión
risueña provino de acceder a un saber que, al no saberlo, lo malhumoraba.
Saber que, más allá de su amor, él deseaba de su
amada un sufrimiento gozoso, y con esas formas.
Distensión, porque saber no es lo mismo que hacer. El analizante:
¿por qué preguntó? Porque, cursando los tiempos iniciales
de su análisis, se preguntaba por la capacidad de éste para
saber sobre sus sueños. Se estaba instalando el Sujeto
supuesto Saber. Por eso el analista al modo del ilusionista
decide mostrar su truco. Tiempos iniciales, necesidad de reforzar
el SsS, para que llegue el momento donde la maniobra será inversa,
aunque iniciada desde los comienzos. El analizante recorrerá la
desnudez del tramoyaje y se encontrará con que el analista es tan
pobre diablo como él. Sólo que con menos miedo al
despojo del escenario y a hacer funcionar su vaciedad como insumo creativo,
en las contingencias de lo real de la vida.
Lacan nos enseñó a dejar en stand by saberes previos y guiarnos
sólo por las letras de las enunciaciones de los analizantes. Lo
que debemos subrayar es cuando el saber previo al que se apela es erróneo.
La ética del psicoanálisis no es trágica. La tragedia
griega se distinguía por sostener que cada sujeto tiene su destino
prescrito y que, mientras más trate de apartarse de él,
peor lo sufrirá. El ejemplo paradigmático fue Edipo, huyendo
del vaticinio de Delfos para acudir a Tebas a ejecutarlo. La ética
del psicoanálisis ayuda al sujeto a enfrentarse con su real. A
que, leyendo las letras de su propio decir y hacer, y hasta donde sus
series complementarias lo permitan, se responsabilice por
encontrar y realizar su mejor destino.
Lacan planteó en varios lugares, entre ellos El sinthome,
que, justamente porque no hay proporcionalidades entre los sexos: se coge.
El goce, cuando es adecuado a la castración y genera la ilusión
de entendimiento, facilita sortear las galletas generadas
por los malentendidos y la inexistencia de relación
sexual.
El drama de ese paciente residía en su creencia de que podía
ser el falo. Ser de tal manera que todo él fuera reconocido y amado
por su esposa. Con lo que lo único que lograba era una mayor reticencia
de su amada y una mayor pena para su pene. Pene que no aparece
en la letra del sueño, sino como mar, arma degradado
de la suposición fálica, absorbida por la pretensión
de ese hombre de ser, todo él, falo. Sólo la tontería
neurótica hace suponerse otro ser, que el de gózase. De
ahí también la inconveniencia de confundir, como le ocurría
a Juanito (paciente de Freud), pene con falo.
POSDATA
|
Narcisistas.
Problemáticas narcisistas en la clínica actual,
por Rodolfo DAlvia en Instituto Psicosomático, el 14
de 13 a 15. 4775-1673.
Psicopedagogía. Jornada de reflexión
clínica psicopedagógica de Cifap y Psignos,
con Jaime Tallis, Diana Blumenthal, Sara DAnna, Liliana Hernández,
Patricia Graizman. El 22. 4862-7038, 4306-7693.
Anarquía. Presentación de El diván de
la anarquía de Carlos Pérez, con Sergio Rodríguez,
Alejandra Maula y César Hazaki, el 20 a las 20.45 en Uriarte
y Costa Rica.
Sexual. Sexualidad infantil: entre la ternura y la
crueldad, con Celia Calvo, Aída Dinerstein, Daniel
Mutchinick y Alicia Varela, y Novela familiar, ¿mito
y/o fantasma?, con Silvia García Espil, Elisa Marino,
Daniel Paola y Oscar Paolucci, el 15 de 9.30 a 14 en Salguero 1244.
Convergencia.
Adicciones. Talleres sobre prevención de las
adicciones en Cenareso, desde el 18. 4304-6248. Gratuito.
Preliminar. Entrevista preliminar, con Olga de
Santesteban y Beatriz Bulit, el 14 a las 19.30. 4772-8997.
Divorcios. Víctimas infantiles de divorcios
patológicos: enfoque forense interdiscipinario, el
22 de 9 a 16. Asociación de Psicólogos Forenses, 4821-4633.
Analista. Ateneos Intervenciones del analista, de la EFBA
y el Centro de Estudiantes de Psico, desde el 18 a las 21.30 en
Independencia 3065. Gratuito.
Solas. ¿Madres
solas por elección?, con Irene Fridman, Rosa Geldstein
e Irene Meler, el 20. Foro de Psicoanálisis y Género
de APBA. 4345-7422.
Masc-Fem. Masculino-Femenino, las relaciones con el
poder, jornadas de APA-Cowap (Comité de Mujeres y Psicoanálisis),
el 14 a las 15. 4812-3518.
Filiación. Identidad y filiación. Expropiación
y reapropiación del origen, el 19 a las 20.30 con Estela
Maidac, Mabel Vilariño, Cristina Oyarzábal y María
I. Pozzi en Reuniones de la Biblioteca. En la del Congreso, Alsina
1835. Gratuito.
Producidos. Cuerpos producidos, ¿moda?,
con Blanca Lorenzo, Dora Daniel y Adriana Dreizzen, hoy de 20.30
a 22 en la Biblioteca del Congreso, Alsina 1835. Gratuito.
Histeria. Seminario Histeria y neurosis obsesiva,
por Andrea Leiro en el Hospital Rivadavia, desde el 14 a las 12.
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