Por
Marcelo Mazzuca
El encuentro
de Colette Soler con la enseñanza y la persona de Jacques Lacan
la llevó a elegir el psicoanálisis, que hoy practica y enseña
en París. Catedrática universitaria en filosofía,
diplomada en psicopatología y doctora en psicología, actualmente
enseña en el marco de las Formaciones Clínicas del Campo
Lacaniano. Ha publicado más de 250 artículos, en Francia
y el extranjero, sobre los problemas de la formación y la ética
del psicoanálisis, las estructuras clínicas, la presencia
del psicoanálisis en la cultura, la sexuación, la escritura.
Sus últimas obras publicadas son El psicoanálisis en la
civilización (Ed. Contra Capa, Río de Janeiro) y La maldición
sobre el sexo (Ed. Manantial, Buenos Aires). Hace unos días dictó
en Buenos Aires el seminario Clínica de la destitución
subjetiva, invitada por el Foro Psicoanalítico de Buenos
Aires, y dialogó con Página/12.
Usted se ha referido a una subida constante de la angustia
en el siglo: ¿cuáles son sus causas y sus consecuencias?
Aunque la angustia es un sentimiento viejo como la humanidad, las
ocasiones de la angustia se mueven según los discursos. Hay una
estructura de la angustia, pero también hay un factor histórico,
que no contradice de ninguna manera la estructura. Y el discurso contemporáneo
es especialmente renegador de la angustia. Me refiero al que Lacan llama
el discurso del capitalismo, y no cualquiera, no el del capitalismo inicial
sino el del tiempo que todos llaman de la globalización. Para decirlo
de manera sencilla: en la organización de los lazos entre los humanos,
bajo el capitalismo, hay algo que deshace los lazos sociales. Freud hubiera
dicho: Algo que trabaja en contra del Eros, algo que trabaja
hacia la disociación.
¿Cómo se manifiesta ese factor histórico?
Se ve a todo nivel, y afecta también la estabilidad de las
relaciones. Es un mundo que cambia y en el cual nadie está seguro
de nada. Cuando el sujeto nace, no se puede anticipar dónde va
a terminar; ni siquiera se puede anticipar si terminará con el
mismo sexo, ya que la cirugía puede cambiar, supuestamente, ese
estado de cosas; en todo caso puede cambiar de lugar, de país,
de historia, de partenaire, de todo. Y no fue siempre así. En otras
épocas había lazos más fuertes que encerraban a los
sujetos; incluso se podían sentir un poco prisioneros en un encuadre
fijo. Ahora, al contrario, es más bien el sentimiento de una falta
de fundamento de los lazos. Y esto se percibe en las palabras de los sujetos:
Quiero construir una familia, una pareja, una actividad profesional;
es decir que cada sujeto se percibe a sí mismo como responsable
en el ambiente en el que va a vivir. Y un siglo atrás no era así
en Occidente. Este mundo que deshace los lazos sociales, que dispersa
sujetos, que ataca las familias, que cambia los hilos generacionales,
crea ocasiones siempre más importantes de angustia. El tema de
la angustia existencial en la cultura es relativamente moderno. Es cierto
que, según observó Lacan, Pascal fue el primer filósofo
existencial, pero el tema se establece con Kierkegaard, después
con Heidegger en la época más cerca de nosotros. El existencialismo
también, el tema de la criatura perdida en el mundo, es decir,
a quien falta otro, otro consistente para decirle qué debe hacer,
dónde debe estar y cuál es su destino. Todo eso lo digo
rápido, pero son coyunturas de angustia.
¿Cómo opera, bajo estas condiciones, el psicoanálisis?
El psicoanálisis opera de manera antiglobalizante, en la
medida en que intenta permitir a cada sujeto saber cuál es su singularidad,
en un mundo donde el discurso general empuja a cada uno a parecerse al
otro, a ser lo mismo, vestirse de la misma manera, comer lo mismo, gozar
del mismo modo.
¿Encuentra usted una modalidad de la angustia ligada a este
sinsentido generalizado?
Sí, seguro, y esto se ve muy bien en la práctica analítica.
En 20 años se percibe el cambio en las coordenadas de la demanda
de los pacientes. Hay más sujetos que vienen sin presentar un síntoma
preciso. No era el caso, supongamos, de El hombre de las ratas,
aquel paciente de Freud que venía padeciendo una obsesión
bien precisa, describible en algunas palabras. Pero muchos sujetos vienen
porque, dicen, algo no va. Todo el problema es saber, después,
qué es: pero hay algo que no va, sienten un malestar, están
mal, no saben... Muchas veces dicen: No sé qué hacer
de mí mismo, qué hacer de su vida, es una pregunta
actual, moderna. Dos siglos atrás nadie se preguntaba qué
hacer de su vida, no se podía formular así. Y ahora muchos
vienen porque tienen un sentimiento intimidante del sinsentido de todo,
nada hace peso, nada convence. A todo nivel, incluso a nivel del amor,
los lazos entre los seres han cambiado: Se ligan, se desligan, se pasa
de uno a otro y hay también un sinsentido. No en todos los casos,
hay sujetos que se deciden por una o por uno y se casan y es una decisión,
existe todavía, pero en muchos es así: Estoy con un
hombre desde hace cuatro años, pero no sé bien por qué.
Hay algo flotante y un sinsentido realmente angustiante. Sujetos extraviados.
Tenemos también los nuevos síntomas o las nuevas formas
del síntoma: la bulimia y la anorexia, las toxicomanías,
las depresiones generalizadas...
Estos nuevos síntomas son las fijaciones del malestar general.
No incluyo a los toxicómanos realmente adictos, donde se trata
de otra cosa, pero sí a las bulimias, anorexias, insomnios, depresiones
anímicas que caracterizan al sujeto moderno. ¿Qué
significa depresión anímica?: significa que
hay un deseo flotante. Un deseo dudoso, el sujeto no sabe dónde
va, no sabe lo que quiere, eso es depresión anímica. El
impulso vital no sabe donde dirigirse, dónde investirse. Pero cuando
recibimos a estos sujetos vemos que, detrás de estas formaciones
sintomáticas particulares de la época, encontramos el problema
del ser hablante en general, el problema de su falta y de su goce insuficiente,
y de su incompatibilidad. Es decir que estos síntomas, que motivan
a veces la demanda de análisis, encubren la configuración
sintomática de cada uno, ligada a su historia y a su ser, a lo
que es la singularidad misma. Entonces creo que estos síntomas
no desorientan al psicoanálisis, como algunos piensan; no hacen
de obstáculo a la entrada en análisis.
¿La actualidad obliga al psicoanálisis a reformular
algo de su práctica?
El psicoanalista recibe a un sujeto y, con su saber hacer, intenta
hacerlo entrar en la transferencia, es decir, poner su malestar en forma
de cuestión que busca una respuesta; lo hace entrar en una búsqueda
del sentido. Esos nuevos síntomas no hacen obstáculo. Lo
que puede hacer obstáculo es el discurso dominante, que, con su
ideología pseudocientífica, no propicia que los sujetos
se interroguen sobre el sentido de lo que les pasa. Este discurso hace
una sugerencia opuesta: les faltan vitaminas, les falta algo orgánico,
o hay un problema en el cerebro, hay que ir al médico, hay que
hacer masajes, técnicas que no refieren al sujeto hablante. Sostiene
la hipótesis de que el malestar subjetivo se puede tratar sin pasar
por el sujeto, con medicamentos: si hay depresión, un poco de Prozac;
pero me parece que, al final, después del Prozac el sujeto descubre
que la vida no tiene más sentido y quizá termina cambiando
de idea.
Quizá los psicoanalistas, en tanto van a contrapelo de ese
discurso dominante, estén recibiendo menos demanda que en otros
momentos: ¿habría que reformular algo de la oferta para
competir, por decirlo de algún modo, con ese otro discurso?
No sé si en realidad hay menos demanda, porque también
hay más psicoanalistas: quizá cada uno puede pensar que
hay menos demanda, pero si se suma no es seguro, no tenemos estadísticas.
No sé si hay menos demandas; hay demandas formuladas en otros términos
y es tarea de cada psicoanalista, ante una demanda, cualquiera sea su
formulación, convertirla en una demanda analítica. En el
tiempo de Freud no había ninguna demanda de análisis, ninguna,
y él fue quien generó la demanda. No hay que olvidar que
la demanda del paciente que viene nunca es una demanda de psicoanálisis;
nunca, incluso cuando dice: Quiero hacer un psicoanálisis,
porque no sabe lo que es el psicoanálisis, tiene sus ideas o su
idealización, pero nunca es una demanda de análisis. Necesariamente
debemos producir una conversión. Lacan llama rectificación
subjetiva a esa entrada. Incluso me parece que la obra de Lacan,
más que la de Freud, es realmente adecuada a la demanda del siglo
actual.
¿Por qué?
Freud logró producir la dimensión del deseo inconsciente.
Lacan introdujo algo que, sin estar ausente en Freud, no había
sido el centro de su formulación: la consideración del lazo
del sujeto con sus arreglos de goce. Y esto es afín con el discurso
moderno, porque este discurso produce un sujeto que en otra época,
realmente, hubiéramos podido llamar cínico: sujetos que
se dedican a sus satisfacciones propias, en cualquier campo que sea, profesional,
amoroso, sexual. Es lo que llamo la ética narcinista,
fabricando una palabra con narcisismo y cinismo.
En la ética narcinista, el psicoanálisis, en su orientación
lacaniana, cae bien porque no desconoce el problema del empuje a gozar,
pero propone al sujeto explorar su modo propio, que lo define en su singularidad.
¿Qué tiene para decir el psicoanálisis sobre
los últimos acontecimientos mundiales? ¿Qué lectura
puede hacerse de los movimientos terroristas y fundamentalistas?
Estas manifestaciones horrorosas del terrorismo mundial responden
a un nivel organizado, no a un terrorismo de artesano. Es un terrorismo
casi industrial, puesto que necesita instrumentos, fondos, y se basa en
el capital, en el dinero de algunos. Este terrorismo impacta a todos,
y creo que los psicoanalistas están concernidos como ciudadanos,
como cualquiera, pero también en tanto que psicoanalistas. No es
que los psicoanalistas deban decir su opinión sobre el asunto porque,
como decía Freud, no se trata de crear una nueva visión
del mundo. No se trata de eso, no se trata de utilizar el psicoanálisis
para desarrollar una visión del mundo. Cuando un analista hace
eso, y hay algunos que lo hacen, no es el psicoanalista quien habla, es
el individuo. Pero creo que todos los psicoanalistas están concernidos
en esto. Decíamos que había algo a contrapelo entre el discurso
capitalista y el psicoanálisis, pero entre el psicoanálisis
y el fundamentalismo, cualquiera que sea, hay una exclusión. Es
mucho más que ir a contrapelo. Cada religión, si toma la
forma fundamentalista, entra en oposición radical con el discurso
analítico. Históricamente, además, podemos ver que
el psicoanálisis nunca logró hacer pie en los regímenes
totalitarios en la primera parte del siglo XX, y ahora, en los lugares
donde el fundamentalismo se desarrolla, está totalmente excluido.
Y esto se entiende bien: el fundamentalismo consiste finalmente en dar
a Dios, a sus intérpretes, a los que pretenden hablar en su nombre,
el monopolio de la verdad, del conocimiento y de los imperativos vitales.
Entonces cada fundamentalismo desposee al individuo de su palabra. En
1966, Lacan decía que la religión, no ya el fundamentalismo
sino la religión en general, consiste en remitir la verdad a Dios.
El fundamentalismo acentúa esto y lo combina con un rasgo totalitarista.
Entre el fundamentalismo y el psicoanálisis hay una cuestión
de vida o muerte. No es una guerra con bombas, pero sí una guerra
de discurso, seguro. Y, dentro del psicoanálisis, toda emergencia
de algo parecido a un fundamentalismo es un peligro grave.
POSDATA
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Docentes.
Jornada Docentes, población en riesgo. La función
docente hoy, con Irene Intebi, Lilia Fornasari de Menegazzo,
Hebe Perrone, María Rosa Nodar y otros. el 10 de 9 a 13.
Equipo de Intervenciones e Investigación en Educación
de Fundación CIAP. 4773-8336, 4777-4056, www.fundacionciap.com.ar
Clínica. Jornadas del Centro de Salud Mental Nº
3 Arturo Ameghino: La clínica en el hospital público.
Consecuencias psíquicas de la devastación del lazo
social. 21 al 23 desde las 8.30 en el Cultural San Martín,
Sarmiento 1541. Ejes temáticos: Políticas en
salud mental, Epoca, pulsión y subjetividad,
El psicoanalista en el hospital público: responsabilidad
y ética, Fragmentación y desamparo,
Saber hacer con el malestar. 4862-1202, 4861-1442.
Gibeault. El proceso analítico en psicoanálisis
y en psicoterapia: de lo interpersonal a lo intrapsíquico,
por Alain Gibeault, titular de la Sociedad Psicoanalítica
de París. El 12 a las 20.30. 4322-0068.
Pareja. La pareja: entre la organización y la
finalidad; entre lo público y lo privado, con Sergio
Bernales (Instituto Chileno de Terapia Familiar) el 9 de 14 a 18.
4781-3897. Psicoinmuno. Curso de actualización en psiconeuroinmunoendocrinología,
en la Asociación Argentina de esa especialidad. 23
y 24 de noviembre. 4807-9611. www.aapnie.org
Comunicación. Los medios de comunicación, ¿fábrica
de subjetividades?, con Isidoro Vegh y Oscar Steimberg en
el Cultural San Martín, Sarmiento 1541, el 13 a las 20.30.
Centro de Extensión Psicoanalítica. Gratuito.
Cuerpo. Taller de intercambio clínico El cuerpo
en la clínica, con M. Silvia Catino, Mónica
Marciano y Mariana Trocca, el 10 a las 9.30 en la Escuela Freudiana
de Buenos Aires (EFBA), Cabrera 4420.
Acto. El acto analítico, con Liliana Donzis
y Héctor Sartirana, el 10 de 10 a 13 en Reuniones de Psicoanálisis
Zona Sur. 4201-7476, 4203-8832.
Escritores. Lacan y los escritores, con Anabel
Salafia y Américo Cristófalo en la Escuela Freudiana
de la Argentina, el 10 a las 19 en Charcas 2650. 4961-7908. Gratuito.
Winnicott. Winnicott y la psicosomática,
el 9 a las 13 con Sonia Abadi, Hebe Lenarduzzi y José Sahovaler
en Instituto Psicosomático de Buenos Aires. 4775-1673.
Pilas. ¿Sacarles las pilas? La infancia y sus
representaciones actuales, taller de cuatro reuniones con
Juan Vasen y Judith Bandwaiman en el Colegio de Estudios Avanzados
en Psicoanálisis. Desde el 13 a las 20.30. 4823-7221.
Transferencia. Forzamiento de transferencia, ateneo
clínico por Carlos Basch en Agrupo, el 14 a las 21. 4951-6083.
Sueño. Encuentro clínico: el trabajo
de un sueño, en Lecturas del Psicoanálisis,
el 9 a las 20. 4952-3005.
Cultura. Psicoanálisis de la cultura/Cultura
del psicoanálisis, con Bleichmar, Brück, Etchegoyen,
De Santos, Vegh y otros. El 9 de 18 a 21 y el 10 de 10.30 a 16.30
en Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. Universidad de Nueva York
y Proyecto al Sur.
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