Por
Irene Meler *
Suscita
divergencias la sinonimia que en ocasiones se realiza entre homosexualidad
y perversión. Las categorías a las que recurrimos cuando
se trata de realizar un diagnóstico no constituyen el verdadero
foco del debate actual. A lo sumo, existen variantes entre los psicoanalistas
que asignan gran importancia a la definición de un diagnóstico
unitario y otros que consideramos que coexisten diversas corrientes psíquicas
en un mismo sujeto y que, aunque una de ellas adquiera hegemonía
en determinado período de la vida, esta situación puede
eventualmente modificarse.
Para evitar generalizaciones abusivas, es necesario aclarar que los analistas
que trabajan con el enfoque de género no constituyen un colectivo
homogéneo. Por el contrario, se trata de un campo muy amplio donde
pueden encontrarse distintas líneas de pensamiento. Lo que sigue,
por lo tanto, sólo representa lo que hasta el momento me es posible
pensar, en función de mi experiencia clínica y del marco
teórico con el que trabajo.
La homosexualidad, ¿configura una estructura psicopatológica
específica? Mi respuesta a esa pregunta es negativa. La elección
homosexual de objeto se encuentra en sujetos neuróticos, psicóticos,
perversos y caracteriales. Lo mismo sucede con la elección heterosexual.
Por supuesto que existen determinantes que permiten comprender ese desenlace
subjetivo para cada caso, pero no es legítimo realizar una unificación
de los homosexuales en una categoría específica.
El deseo homosexual subyace en las psicosis, como Freud (1911) comprobó
en su estudio sobre el caso Schreber, y lo contrario también resulta
cierto. En estos casos, es verosímil vincular la elección
homosexual con una retracción de las investiduras libidinales sobre
el sí mismo. Los traumas experimentados en las relaciones con los
objetos favorecen dirigir el amor hacia el self, y el semejante del mismo
sexo representa en esos casos un doble narcisista.
También es necesario evaluar en qué medida el repudio social
hacia la homosexualidad, que comenzó en el Medioevo (Meler, 2000),
contribuye a la génesis de los sentimientos de culpa y a la creación
de formaciones delirantes. Sabemos que en muchos delirios paranoides el
enfermo escucha voces que lo acusan de homosexual. Aquí se percibe
que el malestar de los sujetos surge no sólo por los destinos que
logran dar a las pulsiones en función de las defensas que implementan
sino que debemos asignar una eficacia en la producción de patologías
a la ley vigente en cada período de la historia humana.
El diagnóstico de perversión no se obtiene a partir del
tipo de elección de objeto (del mismo sexo) sino de la estrategia
mental que el sujeto despliega en sus vínculos. Si encontramos
fijeza, la sujeción de la excitación erótica a un
guión inamovible, seducción del partenaire a través
de satisfacer su deseo de forma mimética, con el fin de inducirlo
a brindar un tipo de satisfacción específica y prefijada
y la aparición de odio destructivo cuando esta condición
no se cumple, podemos pensar que estamos ante una personalidad perversa
(Dorey, 1986). El semejante es desconocido en su alteridad e instrumentado
de forma reificante.
Muchos homosexuales no se ajustan a esa descripción, ya que son
capaces de mantener vínculos emocionales afectuosos, establecer
lazos de solidaridad y experimentar empatía. En cambio, existen
heterosexuales que presentan esa modalidad vincular, por ejemplo, los
que cometen estafas emocionales, coleccionistas de aventuras eróticas
que suelen ser considerados como exponentes de la virilidad heterosexual
convencional.
Otros homosexuales son neuróticos y hoy existe cierto acuerdo acerca
de que eso es lo mejor que le puede ocurrir a un sujeto. Esto sucede debido
a que se ha extendido un cierto escepticismo acerca del concepto de saludmental,
que en la actualidad es más un ideal normativo que un estado comprobable.
Una autora que trabaja desde la perspectiva psicoanalítica de género
es Louise Kaplan (1994). Se refiere a lo que denomina estrategia
perversa del siguiente modo: Es el uso, por parte de uno u
otro estereotipo social de la masculinidad y la feminidad, de una estrategia
mental que engaña al espectador sobre los significados inconscientes
de la conducta que observa.
Caracteriza a las perversiones por su encarnizamiento y fijeza, en lo
que coincide con la descripción que realiza Joyce Mac Dougall (1982).
Si la persona no cede a su inclinación, aparece la angustia, la
depresión o la psicosis. Los varones apaciguan sus angustias mediante
el sexo loco. Las mujeres emplean otro tipo de engaños.
Una perversión es una estrategia psicológica, que exige
una ejecución actuada para ayudar al sujeto a sobrevivir con una
sensación de triunfo sobre los traumas de su infancia. Revive estos
acontecimientos traumáticos de forma disfrazada, con el fin de
controlar afectos abrumadores. Agrega que, en una compulsión, la
persona siente que hace algo bueno mientras que en la perversión,
siente que hace algo malo. Sin embargo experimenta elación
y orgullo, y no tiene conciencia de su vergüenza y angustia. La sensación
de transgresión es necesaria porque, al centrarse en esos sentimientos
penosos, el perverso controla las humillaciones y terrores que fueron
centrales en sus traumas infantiles. Las perversiones se originan, en
última instancia, en las restricciones impuestas al deseo humano.
La autora considera que el sistema de géneros es el caldo de cultivo
de la perversión, y que la estereotipia mediante la que se satisface
la sexualidad en esos casos permite cumplir con algún imperativo
genérico que restaura el sentimiento de sí y la autoestima.
A esta altura del desarrollo, podemos recurrir a un aporte de los Gay
& Lesbian Studies, la obra de Judith Butler (1993). Los académicos/as
homosexuales, cansados de ser sólo objetos de estudio, han tomado
la palabra y sus contribuciones resultan en muchos casos respetables y
esclarecedoras. Si renunciamos a la ilusión positivista de obtener
un conocimiento verdadero desde una perspectiva neutral, comprenderemos
que la teorización que realizan a partir de su experiencia de vida
es legítima y presenta interés.
El planteo de Butler se inspira en la obra de Michel Foucault, que intenta
articular con su lectura del discurso psicoanalítico. Aclara que
el constructivismo no implica el supuesto de que los sujetos asumen su
género de forma voluntaria y contingente, como parecen creer algunos
lectores apresurados. Por el contrario, la subjetividad se estructura
en una matriz genérica que preexiste al sujeto. Sin embargo, en
todas las épocas, existen quienes no presentan una coherencia absoluta
entre su sexo, género, práctica sexual y deseo. El orden
simbólico vigente ha contribuido a gestarlos del mismo modo en
que lo ha hecho en el caso de los sujetos normales. Simplemente
ocupan una periferia necesaria, donde, desde un estatuto abyecto,
o sea denigrado y expulsado de la pertenencia al cuerpo social, contribuyen
a la consagración de quienes ocupan el centro.
Butler plantea una modificación del orden simbólico, que
no es concebido como inmutable sino como una producción histórica,
que por lo tanto es posible transformar. La cuestión es: ¿cómo
los sujetos conservan alguna agencia en un contexto simbólico que
los ha construido como tales? Aquí surge el concepto de citacionalidad,
que alude a la práctica de citar autores para avalar el propio
discurso. La legitimidad en esos casos pareciera estar asentada en una
tradición, pero es en realidad el mismo acto de citar lo que constituye
una y otra vez la legalidad que lo sostiene. Las modificaciones no se
realizan desde una imposibleexterioridad del sujeto con respecto al orden
de representaciones colectivas sino que se trata de ir citando con leves
modificaciones, de modo que el horizonte simbólico se amplíe
y pueda advenir a una transformación.
No se trata de reemplazar la legalidad por la transgresión arbitraria
sino de ampliar el marco normativo vigente en nuestro orden simbólico,
con el fin de rescatar a la subjetividad de los homosexuales de su ubicación
en una posición marginal y descalificada. Esta tendencia infiltra
análisis pretendidamente objetivos y no debe ser reemplazada por
una postura irreflexiva de signo contrario, como la que proponen algunos
teóricos del movimiento gay que parecen objetar cualquier estudio
acerca de la elección de objeto homosexual, considerándolo
a priori como prejuicioso y psicopatologizante. Lo que resulta aceptable
es considerar que toda elección objetal es susceptible de ser deconstruida,
y que el amor heterosexual no implica garantía alguna respecto
de un estilo vincular perverso.
Quienes trabajamos en el campo de los estudios de género a partir
de un análisis crítico del androcentrismo de los discursos
psicoanalíticos clásicos, podemos recurrir a los aportes
de los Gay & Lesbian Studies como contribuciones con las que no siempre
acordamos en totalidad, pero que presentan el mérito de cuestionar
nuestra perspectiva naturalizada y así ayudan a afinar nuestros
criterios diagnósticos, una vez superada en lo posible la rémora
de los prejuicios heterosexistas.
Se trata de cumplir con nuestro propósito de analizar, y la tarea
de analistas no puede restringirse al trabajo con el discurso del paciente
sino que también los discursos que nos han constituido como tales
deben ser objeto de un análisis crítico, con el fin de aportar
para su necesaria actualización.
Bibliografía
Butler,
Judith: Bodies that matter. On the discursive limits of sex,
Nueva York y Londres, Routledge, 1993.
Dorey, Roger: La relación de dominio. International
Review of Psychoanalysis, 1986,13, 323.
Freud, Sigmund: Sobre un caso de paranoia descripto autobiográficamente,
OC. T XII, Bs. As., Amorrortu, 1980.
Kaplan, Louise: Perversiones femeninas. Las tentaciones de Ema
Bovary, Bs. As., Paidós, 1994.
Mac Dougall, Joyce: Alegato por cierta anormalidad, Barcelona,
Petrel, 1982.
Meler, Irene: El ejercicio de la sexualidad en la posmodernidad.
Fantasmas, prácticas y valores en Psicoanálisis y
género. Debates en el Foro, de Meler, I. y Tajer, D: (comps.) ,
Bs. As., Lugar Editorial, 2000.
* Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA).
Directora del Programa de Actualización en Psicoanálisis
y Género (APBA). Coordinadora docente del Programa de Estudios
de
DESMANICOMIALIZACION
Y CASAS DE MEDIO CAMINO
Del hospital a la comunidad
Por Pablo M. Gabay
y
Mónica D. Fernández Bruno*
La psiquiatría moderna tiende a la desinstitucionalización,
ya que los grandes asilos o manicomios no permiten al paciente su reintegración
al seno de la comunidad sino que le provocan nuevas patologías
que impiden su rehabilitación. Es importante conservar para el
paciente descompensado su sitio en su familia y en la sociedad, como forma
de detener o enlentecer el avance de la enfermedad y permitirle prolongar
su vida útil en el seno de la comunidad, gozando de la mayor cantidad
posible de derechos y deberes individuales.
Las casas de medio camino son una herramienta idónea para reintegrar
al paciente a la comunidad, respetando sus discapacidades y poniendo el
acento en sus posibilidades remanentes y realizando la necesaria actividad
preventiva que le impida o reduzca sus posibilidades de recaída
y reinternación.
Desde la década de 1950, concomitante con la aparición de
los neurolépticos, el lugar primario de cuidado pasó desde
las instituciones a la sociedad, y el tratamiento cambió de intervenciones
basadas en el hospital a otras basadas en la comunidad. El movimiento
de desinstitucionalización tuvo un gran impulso y esto trajo como
necesidad concomitante la reubicación de los pacientes y resaltó
la importancia de la adaptación mutua de los individuos discapacitados
y los sanos, dentro y fuera de la familia. La experiencia italiana (1978)
fue exitosa cuando se hizo gradualmente y se desarrollaron simultáneamente
servicios comunitarios y hospitalarios. En el caso de Venecia, luego del
cierre de los asilos, el 62 por ciento de los pacientes volvió
a vivir con sus familias, a una vivienda propia o a una residencia comunitaria
con otros ex pacientes.
En la década de 1950 se trasladó parcialmente el modelo
de las colonias rurales a casas de medio camino urbanas, como un punto
intermedio de transición entre la institución cerrada y
la comunidad, entre la dependencia y la autonomía. Intentan ayudar
al ex paciente a participar tanto como sea posible de la vida en la comunidad,
siempre con la esperanza de que luego se mudarán a arreglos de
vida más normales. Implican reconocer la necesidad
de muchos pacientes de disponer de formas de vida supervisada para evitar
las internaciones crónicas y, para un período largo de vida
bajo supervisión, son el método más económico
y menos regresivo y lo más aproximado a la vida familiar dentro
de la comunidad.
Son necesarias para permitir que los programas diurnos traten pacientes
que no tiene familia, actúan como residencias de transición
para pacientes procedentes de una internación y permiten que muchos
pacientes se vayan haciendo cada vez más independientes mientras
empiezan a funcionar en empleos, en el cuidado de la casa o como estudiantes,
o mientras buscan trabajo o vivienda. Les ofrecen apoyo hasta que se sienten
seguros como para desempeñarse solos.
En Buenos Aires, con muchas dificultades y con pocos recursos, el trabajo
pionero en esta modalidad es realizado desde hace más de diez años
por la doctora María Catalina Gimeno y su equipo. La reinserción
en la comunidad en especial, pero no exclusivamente, laboral
es de gran importancia, ya que eleva la autoestima, posibilita la identificación
y gravita decisivamente sobre los núcleos sanos del enfermo, produciendo
desde allí reacciones positivas que contribuyen a reconstruir y
a reafirmar su personalidad.
Estas residencias están indicadas en pacientes en proceso de rehabilitación,
cuando la familia no existe o no es continente por diversas razones, o
cuando lo es de modo parcial. Se trabaja en la interacción con
la comunidad a partir de las capacidades de cada paciente en particular.
Los pacientes conviven en un pequeño grupo. La red sociales trabajada
para gestar condiciones favorables y evitar el rechazo y los prejuicios,
conectándose con centros de jubilados, clubes barriales, sociedades
de fomento, etcétera.
El proyecto de externación debe ser el de cada interno, para evitar
la expulsión. Es indispensable un procedimiento informado y personalizado
con servicios que provean a las necesidades del paciente. Por ello, se
hace una planificación somera con el mismo acerca de su futuro
y sus expectativas e intereses.
* Médicos psiquiatras. Extracto de un trabajo publicado en
Vertex. Revista Argentina de Psiquiatría.
POSDATA
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Analista.
Del goce del analista al deseo del analista, con Alberto
Franco, Eduardo García Dupont, Oscar Lamorgia y Cristina
Fernández Pintos, el 15 a las 11. A las 14.30, Todo sobre
mi madre y debate con Elizabeth Milharcik y Daniel Rosenberg. Fundación
Prasam. Gratuito. 4214-6545.
Femenino. La mirada del pintor, con Carlos Gorriarena,
Germán Gargano, Raúl Santana y Olga M. de Santesteban.
El misterio femenino: de lo ominoso a la creación,
con Stella M. de Luraschi, Ana Carlós y Liliana Berraondo.
El 15 de 15 a 20.30 en Posadas 1725. Gratuito. Discurso Freudiano,
4772-8997.
Posmo. Psicoterapias posmodernas con enfoque familiar,
por Irene Loyácono en Sociedad de Terapia Familiar, el 13
a las 19. 4962-4306.
Psicofármaco. III Congreso Argentino de Neuropsicofarmacología
La dimensión genómica de las neurociencias,
del 13 al 15 de junio de 2002 en Córdoba. Colegio Argentino
de Neuropsicofarmacología y Asociación Argentina de
Trastornos de Ansiedad. 0351-4606707, [email protected]
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