Desde París
Llegó el día. Argentina vuelve a un Mundial después de doce años de ausencia. Su rival es el actual subcampeón, Japón. Las selecciones entran juntas a la cancha pero separadas por las desigualdades económicas y de desarrollo. En Japón el fútbol femenino se vive distinto: exportan jugadoras al exterior con becas pagas por el gobierno para emparejar el nivel internacional, apuestan a las categorías menores con buenas estructuras de desarrollo, planifican estrategias de crecimiento con proyectos que fomentan la igualdad de género y los medios de comunicación junto a las redes sociales funcionan como vía de desarrollo para muchos clubes. En Argentina, las pibas todavía le sacan la cabeza a las muñecas para poder usarla como pelota. Pero ambas selecciones están ahí con el mismo objetivo, ganar.
Suena el himno argentino en el estadio Parque de los Príncipes, donde juega el París Saint Germain, y las once elegidas se encuentran abrazadas adentro del campo de juego. Ruth Bravo llora de la emoción y es entendible. Está frente a veinticinco mil personas que la miran, las miran, entonces todo se vuelve más frágil. Y además es el himno nacional, ese que representa tu país y te recuerda por qué estás ahí. De repente te viene a la cabeza todo lo que luchaste para llegar, todos los NO que tuviste que escuchar. Cuando te sacaban de la cancha por ser mujer o las operaciones que tuviste que pagar porque el club no se hacía cargo, como le pasó a Virginia Gómez hace algunos años. El himno también te recuerda todo lo que dijeron de vos y que esperan a que pises el palito para poder decir que ellos, los hombres, tenían razón, que no servís para esto. Te hace dar cuenta que jugaste muchos partidos como este y noventa minutos no son nada.
La francesa Stephanie Frappart da el pitazo inicial y arranca el encuentro. Argentina abre el juego con un toque entre compañeras y enseguida lo cortan. Fue Nakajima que interceptó e intentó llegar por derecha para no dejar jugar a las pibas, pero ellas están acostumbradas a que no las dejen jugar, ya la pasaron. Así que rápidamente se acoplan en la defensa y juegan como si fuesen una. Están sólidas y ya no permite que les ponga trabas, ni las japonesas ni nadie que que quiera parar lo que ya está en girando, el movimiento de mujeres. La defensora Eliana Stábile sabe que no estás sola. Siempre hay una hermana al lado suyo que la va a proteger si la quieren tirar o la va a levantar si la hicieron caer. La estrategia es clara, hay que jugar juntas y en equipo.
Aldana Cometti recupera la pelota. Mira a los costados para buscar una compañera y de reojo también busca a su familia que se encuentra en la tribuna. Está su mamá, Rosa, sus hermanos, sus primos y algunos amigos. Cuentan que sacaron los pasajes apenas terminó el partido clasificatorio en Panamá ¿Y sí Aldana no estaba convocada? Ellos viajaban igual para ser familia del resto. Entonces eso le da fuerzas y enseguida pica para la capitana del equipo, Estefanía Banini. Ella es quien manda adentro de la cancha. Tiene mucha experiencia y sabe cómo jugarle al rival. Tiene calidad con la pelota y la palabra. Es referente para todas las chicas que aspiran a ser futbolistas. Banini le mete caño al patriarcado y a los prejuicios que alguna vez la hicieron dudar de seguir adelante. Su inteligencia le permite buscar un espacio entre tanto caos y se hace GIF viral en redes sociales.
Ahora la tiene Florencia Bonsegundo, esa que estando a la distancia se sumó a la lucha por la profesionalización con una foto que recorrió el mundo: una remera con el lema “fútbol femenino profesional” que se convirtió en el distintivo de la pelea. La cordobesa con experiencia europea la pasa rápido porque enseguida la ve a Soledad Jaimes, la reciente campeona con el Olympique de Lyon y ganadora de la Champions League. Sole tiene un nivel distinto al de sus compañeras y se nota. Encontró su destino en Brasil donde pudo acceder a un sueldo como futbolista y dejar atrás esa historia que por supuesto no olvida, cuando de piba jugaba descalza porque no tenía para los botines. Hoy esa historia identifica a muchas que como ella pensaban que no iban a llegar. Y en este, ella Mundial juega de local y eso es una ventaja.
Volviendo al juego, a los ocho minutos del primer tiempo se produce una situación en el sector donde está parte de la hinchada argentina. Se ven banderas verdes que tienen escrito “Aborto legal ya” y la policía francesa, que no entiende su significado, pide que las guarden y amenaza con sacarlas. Las hinchas le explican que así como nos prohibieron toda la vida gozar del juego, ese que supuestamente sólo era para hombres, también nos prohíben gozar de nuestros cuerpos y decidir sobre los mismos, entonces esa bandera no se puede guardar. Por suerte está Mónica Santino, quien sabe llevar la batuta y toma el mando. Ella es “la jefa” para muchas de las que están ahí. Todas recuerdan que en el último paro internacional de mujeres Moni armó un picadito frente al Congreso nacional y animó a las jugadoras a visibilizar sus reclamos. Les enseñó a pararse en la cancha como en la vida pero también a guardar las energías cuando es necesario porque esto recién empieza, entonces acepta guardar las banderas. Por ahora.
Sigue el partido. En un descuido Japón tomó la delantera con Yokoyama y presionó en el arco a Vanina Correa, la jugadora que volvió a la selección en el último minuto y que su incorporación se gritó como un gol. Vani va segura a la pelota y la abraza como abrazó a sus hijos antes de viajar al Mundial. Ella no tuvo la suerte de Cometti, su familia no pudo acompañarla. Sus mellis están lejos y la Flaca los extraña. Ellos son la causa por las que había colgado los guantes hace algunos años. Quería ser madre y para eso tuvo que dejar de jugar, era elegir entre su carrera y su deseo, entre dos deseo, eso que no pasa en el fútbol masculino. Ahora se atrevió a volver sabiendo las consecuencias de estar a cientos de kilómetros, lejos de Luna y Romeo que alientan a la distancia.
De afuera los sponsor meten presión. Quieren aprovechar la visibilidad del Mundial y le piden a las jugadoras locales que se saquen fotos con productos para el cuerpo, con camisetas y botines, les prometen más seguidores en las redes sociales pero no les pagan ni un peso. Y ellas, que nunca tuvieron nada: ni productos para el cuerpo, ni camisetas, ni botines -ni tampoco un sueldo- aceptan. Cabe remarcar que de las veintitrés convocadas solo nueve cobran una remuneración. Por otro lado, la marca que las viste ni siquiera se tomó el tiempo de hacer los trajes a medida. Mandó algunos talles al azar y que se arreglen. Y cuando ellas exigieron tener ropa más cómoda, las mandaron a pasear. Era eso o nada.
Mientras en Argentina pasa algo extraordinario. El partido de la selección se está transmitiendo por primera vez en radio. Y además ¡Hay una comentarista! La periodista Natalia Maderna opina en Radio Nacional que la estrategia de juego es acertada. Que hay que defender juntas y atacar de manera inteligente cómo lo vienen haciendo. En esto coincide con Viviana Vila que está en la cancha comentando para una cadena internacional, como lo hizo en Rusia el año pasado. También se escucha la crítica de los colegas que se encuentran en el sector de prensa. Dieciocho son los argentinos que se encuentran en Francia, once son mujeres. A diferencia del masculino, en este Mundial el cupo femenino es más alto y la perspectiva de género también. Pero la diferencia más grande está marcada por la falta de presupuesto y de interés por parte de los grandes medios. De esos dieciocho, solo una periodista fue enviada especialmente, el resto se autogestiona y vende su trabajo como puede.
Minuto 44 del partido y Lorena Benítez recibe un empujón que la tira al piso. Un poco la lastiman, pero se acuerda de las veces que usó un DNI de varón para poder jugar cuando era piba y se ríe para que no le duela más. También piensa en esas madrugadas trabajando en el Mercado Central. Enseguida se reincorpora y el juego sigue unos pocos segundos hasta que Frappart marca el final del primer tiempo. Las argentinas respiran profundo y se van al vestuario donde se enteran que Alex Morgan, la estrella estadounidense, presentó una demanda contra la federación de su país reclamando la igualdad de salarios entre la selección femenina y masculina. Tal como hizo Ada Herberger con Noruega. Alex, que está jugando su tercer Mundial, cuenta que la diferencia económica es del 38%. Denunció falta de apoyo y estructura por parte de la federación. Y sostuvo firmemente que “había que plantarse”. Entonces, las jugadoras se dan cuenta que no están solas en este partido. Se acuerdan también que en Chile no bajaron los brazos y hace poco firmaron los primeros contratos profesionales. Saben que son muchas las que se sumaron a la lucha y que el pedido es internacional: en Argentina, Chile, Estados Unidos y Noruega.
Arrancó el segundo tiempo y la presión es más grande porque del otro lado están la pequeñas, la nueva generación a la cual no quieren defraudar. Pero ellas no se dan cuenta de que están haciendo historia. Y mejor que no lo sepan, porque necesitan estar concentradas. Pero es así, las veintitrés que están en Francia son la que abrieron el juego para todas las que vienen llenas de ilusiones y de fuerzas para poder vivir de esto, del fútbol, de ese que ahora pueden jugar como lo hacen sus idolas. Así como lo hicieron las Pioneras en el México el 21 de agosto de 1971 cuando golearon a Inglaterra por 4 a 1 y lograron la hazaña que tuvo visibilidad muchísimos años después. Hoy, justamente Argentina vuelve a enfrentar a Inglaterra buscando el mismo éxito, quieren volver a marcar la historia.
En las tribunas se escuchan canciones nuevas. Los hinchas cantan contra el patriarcado opresor, piden que las jugadoras disfruten los partidos sin la condena social, hablan de copar estadios y de moverse en manada. Gritan que hay que poner ovarios mientras persiguen al patriarcado y marcan que la pelota no tiene heteronorma. “Te juro que aunque pasen los años nunca nos vamos a olvidar que jugamos de local por un pase al Mundial… A Banini vas a ver gambetear la Torre Eiffel, yo te juro que pronto se va a caer”. El cantito más suena. Pero también están los otros hinchas, los que pide que pongan huevos y que vuelvan a ser campeones como en el 86´. Los que le dicen “la Messi” a Banini y la tratan como heroína. ¿Y si la heroína no es una sino todas? A esos hinchas la capitana les pidió un solo favor, que se aprendan el nombre de todas las jugadoras porque ella juega en equipo.
Se terminó el partido. El seleccionado nacional igualó contra Japón sin goles en el debut. Pero ¿Igualó? No. Argentina ganó. Es la primera vez que el equipo consigue un punto en un Mundial oficial. Pero este punto no puede reflejarse con una cifra porque vale más. Este tanto tiene el mérito de una victoria pero que a la vez deja una paradoja, porque si bien las pibas empataron la igualdad no la ganaron, entonces habrá que seguir luchando. Faltan dos partidos, ellas se preparan para enfrentar a las rivales y nosotras estamos listas para apoyarlas y visibilizarlas. Acá jugamos todas.