El Artico es la ópera prima del brasileño Joe Penna y, según dicen, recibió una ovación de diez minutos tras su estreno en la edición 2018 del Festival de Cannes, donde a veces es preferible ser abucheado. El ahora director se hizo conocido publicando videos ingeniosos en su propio canal de YouTube, que tiene casi tres millones de seguidores. En otras palabras: un youtuber. Fue ahí donde comenzó a incursionar en el cine en sociedad con el guionista Ryan Morrison. Juntos realizaron una serie de cortos que se mueven entre el suspenso, el policial y la ciencia ficción en los que, como en sus videos, el ingenio se manifiesta en un montaje efectista y giros de guión estilo Shyamalan. El Artico conserva algo de eso, aunque se trata de un film de aventuras que se apoya en la fórmula del héroe solitario que debe vencer a la naturaleza. Pero no por convicción, sino por pura mala suerte.
Se trata de una historia de supervivencia que ha tenido numerosas encarnaciones cinematográficas. Un hombre se estrella con su avión en medio de la nada y debe sobrevivir por su cuenta a la espera de que llegue ayuda. El desierto albino del Ártico es esa nada, un encierro a cielo abierto del que Overgard, el protagonista, no puede escapar. Penna resume bien la situación desde la puesta en escena. Elocuentes panorámicas en las que Overgard es apenas un puñadito de pixeles oscuros sobre un blanco absoluto, confirman que este tiene más posibilidades de sobrevivir si se sienta a esperar que saliendo a caminar en busca de su salvación. Aunque algunos de esos planos son de una gran belleza, el brasileño nunca se regodea en el mero paisajismo, sino que siempre consigue que en ellos se exprese la tensión entre la hostilidad del entorno y la voluntad en acción de Overgard.
Que el papel lo ocupe el danés Mads Mikkelsen le da al personaje una vida extra. No solo porque se trata de un actor capaz de expresar mucho sin ceder a la tentación de lo ampuloso, sino porque esa aspereza expresiva también funciona como garantía. Overgard podrá salvarse o morir en el intento, pero si de algo puede estar seguro el espectador es de que nadie con la cara de Mikkelsen fracasará por haberse rendido. Mikkelsen no tiene la simpatía de Matt Damon en Misión rescate, ni el carisma que Tom Hanks no perdió ni siquiera en Náufrago. No es tan cool como James Franco, el único actor de 127 horas, ni tan lindo como Leo Di Caprio, que también se enfrentó al hielo (y a un oso) en El renacido. Porque Mikkelsen es un duro, un cowboy de los de antes batiéndose a duelo contra la naturaleza misma y disputándose la vida de una mujer (quienes vayan al cine se enterarán de dónde sale ella). Es cierto que el guión exagera haciendo que a Overgard le pase lo mismo que a Damon, Hanks, Franco y Di Caprio, todo junto y una atrás de la otra. Pero a Mikkelsen le da la cara para hacer que el espectador se lo crea y la espalda para sostener la película completa, haya o no haya final feliz. Quién sabe.