No es uno de esos espesos clubes del barrio St Pauli, donde los Beatles curtieron sus primeros vivos a principios de los 60, ni tampoco lo que suena es skiffle o rock and roll primitivo. Lo que suena es tango sórdido, brumoso, y el lugar es una hermosa sala sinfónica llamada Laeiszhalle. Pero el lugar es el mismo (Hamburgo, claro), los músicos en escena son cinco (igual que la banda de Liverpool en la época de Stuart Sutcliffe y Pete Best), y nadie podría cuantificar si unos amaban la música más que otros. O viceversa. La analogía es posible porque precisamente 34 Puñaladas, cuando aún se llamaba así, publicó el disco En vivo en Hamburgo y se encargó que la tapa uniera improntas: el frontman Alejandro Guyot al frente y sus compañeros de cuerdas detrás, sosteniendo un andamiaje sonoro que sí, por su sola rispidez, podría caberle a cualquier pub hamburgués. “Les rompí las pelotas a todos allá, preguntando por cada lugar donde habían tocado los Beatles, si recordaban esas cosas”, se ríe Guyot, que en efecto jugó a nombrar a sus cuatro compañeros como cada Beatle, y él se conformó con ser Best. “Estaba muy obsesionado con eso, estábamos en un lugar fundacional para ellos, y además esa cosa de zona roja, portuaria, muy vinculada con nosotros”, sigue relacionando el cantor.
Viene al caso la fantasía, porque ese disco que los ex 34 Puñaladas grabaron en el barrio mítico de los primeros Beatles, lo estrenarán en la Argentina (hoy a las 21 en el CAFF de Sánchez de Bustamante al 700), con una novedad no menor: ahora se llaman Bombay Bs As. “El disco comprime veinte años de carrera y por eso los temas son un muestreo de todos los trabajos con la vieja denominación”, explica Guyot. Edgardo González, guitarrista, compositor y cofundador de la agrupación es el que pone el mate y la casa para la entrevista, además de apoyar son su memoria prodigiosa los tintes pasionales de su compañero. “El concierto en Alemania fue importante por varias razones: primero, porque la propuesta fue inesperada, sorpresiva; después, porque lo aprovechamos para arrancar con los festejos de los veinte años; y por último, porque es el último que publicamos bajo el nombre de 34 Puñaladas. El disco, que solo se editó en vinilo, es como el cierre de un círculo”.
–“Chau 34 Puñaladas, hola Bombay Bs. As.”, hubiera sugerido Pappo. ¿Cómo explican el cambio de nombre?
Alejandro Guyot: –Precisamente, como el cierre de una etapa y la apertura de otra, que se da en un momento que consideramos refundacional: la publicación del disco Bombay Bs As en 2009, después de la tríada Tangos Carcelarios, Slang y Argot. Tras aquel llegó Astiya, que reconfirmó la decisión de convertirnos en compositores de tango del siglo XXI, más que en intérpretes. Así fue que el nombre 34 Puñaladas empezó a representarnos menos que el nombre de los discos. Fue perdiendo sustento, a la vez que empezó a hacer ruido en la sociedad. Igual, aclaro que gracias a que nos llamamos así, nunca dejamos de hablar de la violencia de género, muy relacionada con la marginalidad de una sociedad asediada por la crisis económica. Hasta compusimos el tema “Vírgenes rotas”, que fue elegido por el Comité de Lucha contra la Trata de Personas. Después, los cambios socioculturales que fueron impulsando las organizaciones feministas, que aplaudimos, hicieron que lo que antes apareciera como un grito punk, de rebeldía, fuera repensado bajo otros parámetros.
Edgardo González: –Era como un alarido punk que tenía varias connotaciones, por cierto. Estamos hablando del principio de siglo XXI, un momento crítico que permitía transpolar aquellos tangos de la década del 30, con sus historias de violencia, de trata, de inmigrantes, a la crisis del 2001. Era una metáfora servida, digamos, hasta que la cuestión se modificó.
A. G.: –Porque el nombre 34 puñaladas dejó de hacer referencia al repertorio al que nos dedicábamos, dejó de ser potente la metáfora, y terminó siendo leída como una apología del femicidio, cosa que bajo ningún aspecto nosotros pensamos. Caducó la metáfora, digamos. O fue cada vez más complejo explicar que el nombre no era apologético sino metafórico. Así fue como apareció la necesidad de una refundación.
–Va a ser medio complicado, igual, desprenderse del peso específico, de la impronta fuerte que había adquirido el quinteto bajo el viejo nombre. Fueron veinte años...
A. G.: –Obviamente, pero el cambio de nombre provocó muy buenos comentarios. Un montón de público femenino agradeció de corazón la modificación. Fue como trazar un puente de empatía frente a esta nueva sensibilidad social, a este cambio cultural. Una seguidora, incluso, nos escribió que era un cambio ¡revolucionario!
E. G.: –Digamos que se explicitó públicamente una discusión interna que habíamos tenido durante años en el grupo.
A. G.: –Porque, insisto, la metáfora de 34 Puñaladas vinculada a los bajos fondos de Buenos Aires estaba perdiendo profundidad. Y está bien, porque estamos gobernados por cínicos, y hay ciertas cosas con las cuales uno no puede hacerse el boludo
–¿Dónde radica entonces la fuerza semántica de Bombay Bs. As., para reemplazar a la de 34 Puñaladas?
E. G.: –En que nos sirvió para trasladar la analogía. Bombay Bs. As. es un disco truculentamente metafórico. Un espejo descarnado de cualquier metrópolis urbana con toda su problemática de hacinamiento y marginalidad.
A. G.: –Sinceramente, del viejo nombre nos quedó la cáscara. Por supuesto que no negamos lo que significó para nuestra historia, pero están apareciendo músicas nuevas e inquietudes que van por otro lado. Sentimos esto como un cambio de piel, como un desafío para seguir laburando bajo un nombre si se quiere con menos lastre, y con un tinte más futurista. Hoy, Bombay Bs. As. nos representa más en lo filosófico, en lo artístico y en lo político.