En el mundo contemporáneo, la libertad es solo un fantasma que recorre pocos territorios. Como señala el filósofo Byung Chul Han en su libro La sociedad del control, conciente o inconcientemente al ingresar a las redes sociales es como si nos introdujéramos en un panóptico donde exhibimos casi toda la información que el sistema de dominación y explotación necesita de nosotros.

En efecto, no solo expresamos nuestros ideales políticos, opiniones y creencias sino también nuestros vínculos laborales, afectivos y hasta nuestras polémicas.

Con todo esto, al decir de Christian Ferrer, quedamos entramados, atrapados en dispositivos y mecanismos controlados por corporaciones capitalistas y el Estado y sus agencias.

Se conoció en las últimas horas que Julián Assange, quien a través de los célebres wikileaks reveló información acerca de hechos aberrantes perpetrados por diversos Estados con fines militares y maniobras económicas, será trasladado desde la prisión británica hacia Estados Unidos de Norteamérica.

Su destino es incierto y su deteriorado estado de salud podría agravarse.

Además, paradojas de la historia, el país que hace galas sobre la libertad de expresión ejerce la persecución y la censura a nivel global como también lo hacen otros Estados: Rusia, China, etc.

Ironías del sistema. La circulación de contra información y de palabras libres está en relación inversa con la vertiginosa circulación de armas de destrucción masiva de poblaciones y la obscena circulación de mercancías.

Carlos A. Solero