La red, Internet y todos sus espacios, es un ente tan poderoso como volátil. Crea y alimenta odios y amores, fenómenos, obsesiones, es capaz de instalar, producir y destruir cualquier objeto, persona, app, comunidades, memes. Y ahora mismo, la red acaba de encontrar alguien a quien amar: Keanu Reeves.
Hace apenas seis años, la carrera de Keanu Reeves parecía haber entrado en un callejón triste, ahí donde mueren las estrellas cuando no se convierten en iconos, el lugar en el que, años después, alguien busca y ejecuta una operación rescate, a veces demasiado tarde. Por esa época se decía de Reeves que era un solitario, de duelo por la muerte de su pareja y de su hija, una niña que murió al nacer. Había fotos que se compartían con el título de Sad Keanu (“Triste Keanu”): se lo veía alimentando a las palomas en un banco de plaza, como un jubilado –el jubilado más guapo del mundo, claro está–. Venía de hacer películas muy malas como 47 Ronin o la remake del clásico sci-fi The Day The Earth Stood Still, donde aprovechaba por un lado sus rasgos orientales –su familia paterna es chino-hawaiana, la madre es inglesa, él nació en Beirut– y por el otro la frialdad tecno que le dio Neo, su personaje de The Matrix. Reeves no era un chiste, pero volvían, insidiosas, las menciones a su escasa versatilidad y al lejano personaje mamerto de Bill & Ted Excellent Adventure en 1989, donde componer a un joven abombado lo encasilló, relativamente, o al menos dejó la idea en la imaginación popular de que era tan atractivo como, digamos, de escasas luces.
En 2014, todo cambió para Keanu Reeves. Ese año protagonizó John Wick, la primera película de una franquicia insólitamente exitosa donde él es un ex asesino a sueldo de la mafia rusa. Wick (más conocido como Baba Yaga) es viudo y, en aquella primera película, vive con su perro, a quien se aferra casi como último puerto en su duelo. Cuando el perro es asesinado, empieza la acción y la matanza. John Wick es una saga de venganza, mejor que la mayoría, pero su enorme éxito resultó sorpresivo. Es otro capricho. Y a ese capricho le siguió la explosión de amor por Keanu Reeves en redes.
Por un lado, empezaron a circular las historias de su afabilidad. La del aterrizaje de emergencia en Bakersfield, California: Keanu se puso al hombro a los pasajeros aterrados, pagó comidas y en la combi que los llevaba a un destino más seguro les contó historias sobre el área y les pasó música, para que la situación se relajara. Esto se sabe porque existe Instagram y fue publicado en una story que otro fan preservó. Octavia Spencer, la actriz ganadora del Oscar y productora de Green Book, contó que cuando ella recién llegó a Los Angeles, desde Alabama y sin un peso, tuvo un problema con el auto, que se le quedó. Y nadie se le acercaba, el auto estaba sucio, los angelinos son individualistas. Hasta que Keanu paró en la moto y le dio una mano. “Desde entonces voy a ver todas sus películas, porque fue el tipo más amable del mundo”, dice ella. “Pero no se lo digo porque yo estaba sucia, la ropa con agujeros, no quiero que me recuerde así”. Bueno: si Keanu leyó las declaraciones de Octavia, ahora lo sabe. También se lo fotografió conversando con uno de los miles de homeless de Los Angeles, donde él vive, y es público que dona mucho dinero a varias fundaciones que investigan temas de salud, algo que hacen muchas celebridades pero cobra otra dimensión cuando se sabe que su hermana, Kim, tuvo leucemia (está curada, después de diez años de tratamientos). Las anécdotas sobre su candor, buena predisposición y generosidad son virales: la última se relaciona a una fan que le habló durante un panel de presentación de John Wick 3 (que está en cines en Argentina ahora mismo); ella le dice que su marido e hijo se llaman Neo y Constantine, como dos personajes de Keanu. Y que quiere una foto con él, si es posible, después. Un compañero de panel reacciona mal, la trata de desubicada. Keanu, sin embargo, lo pone en su lugar y dice que por supuesto va a sacarse la foto. Y cumple, largamente. También se hizo viral su entrevista en Late Show With Stephen Colbert: Colbert le pregunta qué piensa que sucede después de la muerte y él, sin ironía, dice: “Lo que sé es que quienes nos aman van a extrañarnos mucho”. Inevitable pensar en su novia Jennifer Syme y en River Phoenix, su mejor amigo de juventud y compañero en un par de películas, la más importante por supuesto Mi mundo privado, de Gus Van Sant.
La última hazaña es una pequeñez pero se agiganta en estos días: Keanu nunca toca, en las fotos, ni a sus fans ni a las compañeras de elenco. No evita el contacto porque sea frío, sino por respeto. Es posible que algunas deseen ese contacto pero los protocolos de la interacción pública con las mujeres han cambiado y Keanu, a los 54 años, se pone a la orden. O quizá no se de cuenta y se trata de una reacción espontánea y no tan calculada. Pero la red sí se dio cuenta, y amó el gesto declarándolo el novio de Internet. Hace apenas días, se presentó el trailer del videojuego Cyberpunk 2077, que se lanzará en 2020 para Playstation 4, Xbox One y PC. Cuando lo mostraron, la sala se vino abajo ni bien reconocieron a Keanu. Y cuando él salió a hablar, apenas pudo hacerlo de tanto grito de adoración.
Mas allá de lo efímero de este capricho, o de su propia condición de último metejón online que puede desvanecerse en horas, Keanu Reeves se merece esta atención y este reconocimiento. Su carrera renació: las películas de John Wick son lo que son, pero funcionan, gustan y reinventarse con tanto éxito después de los 50, en Hollywood, no es fácil. Está más atractivo que nunca, cuestión que comprendió la marca Yves Saint-Laurent que lo eligió como su modelo para la colección otoño-invierno 2019 (las fotos, gloriosas, también rompieron la red). Y está su historia en pantalla. Las películas enormes como Matrix, Speed, Punto límite y ahora John Wick; esos clásicos de la categoría “cada vez que la pasan la veo” como El abogado del diablo o Constantine. Y, por supuesto, ese hito de los 90 que es Mi mundo privado donde, como Scott Favor, era la encarnación del joven bello e inalcanzable, un chico rico que elegía las calles y la prostitución porque podía, porque estaba lleno de la impunidad de un semidiós. Su actuación no es tan recordada ni tan buena como la de River Phoenix, que era un monstruo, pero resulta fundamental y ha crecido con el tiempo. Hay algo entre lánguido, juvenil y altivo en su presencia que nunca lo abandonó del todo; pero a todo eso le agregó calidez. Resulta imposible no alegrarse por él, porque siempre pareció alguien humilde y decente; en estos años duros y cromados, en los que ser irónico e ingenioso es la armadura requerida, una superestrella buenaza es una especie de alivio y su popularidad, que derrocha afecto, es un pequeño acto de justicia de la cultura pop.