En un contexto que cada vez se presta más para la discusión sobre el tema, hoy vuelve a escena una pieza que recopila las diferentes situaciones de opresión que viven las mujeres. Se trata de Iyami, mi madre, un espectáculo de danza teatro que pone al cuerpo en primer plano para mostrar cómo, “en épocas de aparente libertad, el accionar sobre él es una de las maneras de imponer representaciones y reproducir patrones sociales que permitan la continuación del pensamiento hegemónico”, tal como dice su directora, Marcela Gayoso. Basada en una leyenda que viene de pueblos originarios de África occidental esclavizados en América, la obra se verá por tres semanas los domingos a las 17 en el Teatro Border, Godoy Cruz 1838.
Interpretada por Ana Chibán, Silvana D’Aversa, Lucía Gerszenzon, Nadia González Villarroel, Patricia Sande y Lorena Tapia Garzón, Iyami… está atravesada por el simbolismo de las danzas afro y potenciada por otros lenguajes como el teatro físico, la antropología teatral, la expresión corporal, la poesía. “Los lenguajes que usamos tienen la capacidad de hablarnos desde lo estético, desde los símbolos. Esto abre puertas en la percepción del espectador en diferentes niveles”, dice Gayoso.
El espectáculo es definido por la compañía como un material que “aborda ese espacio donde los miedos, los tabúes, los mandatos y las heridas ancestrales son cuestionados a través de un relato de cuerpos disidentes en movimiento”. “Se habla del cuerpo como un territorio por su capacidad de ser tangible y de expresar ideas. Lleva la historia de la vida material, emocional y espiritual de las personas. Es un lugar importantìsimo en la lucha por la soberanía y la libertad de las mujeres por ser la expresión material de la persona. Todo lo que no se puede tocar, ver, ni atrapar, lo intangible, se vuelve tangible en el cuerpo”, afirma la directora.