PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Son casi nueve de la noche del jueves pasado, el embajador Samuel Pinheiro Guimaraes acaba de participar en la misa del Séptimo Día en memoria de Marisa Letícia, la esposa del ex presidente Lula fallecida a causa de un accidente cerebro vascular que en el PT atribuyen a la angustia causada por el hostigamiento (para)judicial al que la sometió el juez Sergio Moro, responsable de la causa Lava Jato. Pinheiro Guimaraes está indignado, “lo que ha hecho Moro con doña Marisa es incalificable. Procesó a una mujer intachable a partir de acusaciones carentes de indicios de corrupción. Cuando nos referimos a Moro no podemos perder de vista que estamos hablando de un miembro del Poder Judicial que fue adiestrado en el Departamento de Estado, que viaja permanentemente a Estados Unidos, de donde tengo entendido acaba de regresar. Moro sabe como ganarse la aprobación de Washington”.
Este diplomático formado en la reconocida tradición brasileña, es uno de los arquitectos de la política externa “altiva y activa” llevada adelante durante las dos administraciones de Lula a la que dio continuidad, con menos enjundia pero igual sentido de la soberanía, la derrocada Dilma Rousseff.
Ocupó la secretaría general de Itamaraty y fue ministro de Asuntos Estratégicos antes de ser escogido como Alto Representante del Mercosur, cuyo nuevo formato, ahora sin Venezuela y con la apertura hacia el mercado global como dogma ideológico, fue presentado por Michel Temer y Mauricio Macri en Brasilia.
¿La cumbre presidencial de la semana pasada restauró el modelo de integración de Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem?” preguntó PáginaI12 al promediar la entrevista de casi dos horas.
–Yo no sé realmente si este gobierno surgido del golpe contra la presidenta Dilma tiene cabal dimensión de lo que es una política externa, más bien pienso que son unos perfectos improvisados, empezando por Temer y continuando por su canciller el señor (José) Serra. Una vez dicho esto considero que eso que ellos llaman con bastante pompa como “relanzamiento” del Mercosur tendría que ser llamado de otra forma más apropiada, mejor sería decir que están intentando relanzar el “Consenso de Washington” desde el sur del continente latinoamericano.
Que los países más importantes del Mercosur están empeñados en la apertura económica hacia Estados Unidos y las potencias, borrando las conquistas de estos años en que se logró contener el intento de imponernos el ALCA, que fue rechazado en la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata.
Ahora parece que nos quieren llevar de vuelta al pasado de la década neoliberal, a los `90.
Tengamos presente que el Mercosur nació al calor del Consenso de Washington, en 1991 con la firma de los neoliberales Fernando Collor de Mello y Carlos Menem, acompañados por Luis Lacalle (Uruguay) y Andrés Rodriguez (Paraguay), que fueron los firmantes del Tratado de Asunción.
Para Cardoso y Menem, el Mercosur era el primer momento de un camino hacia la creación de un mercado completamente abierto que es algo contradictorio: si se quiere integración tiene que haber una Tarifa Externa Común que limite el ingreso de productos de terceros mercados como Estados Unidos. Mucho me temo que ahora los gobiernos conservadores de Brasil y Argentina intenten eliminar esa Tarifa Externa Común, lo que no sé si será posible porque esto levantará la oposición de los industriales.
–El riesgo Donald Trump sobrevoló la reunión presidencial, evidentemente es un dato que preocupa tanto a Brasilia como a Buenos Aires.
–Trump es una inmensa incógnita que todavía no he logrado descifrar, pero que indudablemente repercutirá en dos gobiernos que habían apostado a que él no sería el vencedor en las elecciones norteamericanas. No podría decir que Trump es una amenaza a la paz mundial mayor de lo que hubiera sido Hillary Clinton. Ahora que su candidata Hillary perdió, el gobierno de Temer quiere sobreactuar su aproximación, quiere ofrecer todas las ventajas posibles a las empresas, a los banqueros extranjeros. Esto es peor que en la época del Consenso de Washington, porque ahora se ofrece todo sin pedir nada a cambio. Nos quieren convertir en una Galia, en una provincia del imperio romano.
Estados Unidos es un imperio, no tiene que ser analizado como un país, sino como imperio tal como lo fue el británico o el romano, y las relaciones imperiales nunca son democráticas. Debemos establecer eso desde un principio para poder entender que está ocurriendo en nuestra actual relación con Estados Unidos.
–¿Usted mencionó la relación de Moro con Washington, puede dar más detalles?
–Está publicado en los diarios que el juez Sergio Moro viaja con una frecuencia llamativa a Estados Unidos, incluso ya habría decidido tomarse un año sabático en la causa Lava Jato para estudiar allá. ¿Estudiar? (risas). El juez nos está diciendo que una vez que haya condenado a Lula, y lo hará aunque no tenga pruebas, se iría del país por un tiempo porque habrá terminado su misión de proscribir a Lula en un proceso viciado y absolutamente político. Si no fuera político, ¿por qué sólo persigue a Lula y dirigentes del PT y mira hacia otro lado cuando se trata de corruptos probados que pertenecen a otro partido?. ¿Por qué Moro hizo lo que hizo con doña Marisa? El sabe perfectamente que no hay nada que manche su reputación, pero le importó un rábano porque su propósito es acabar con Lula. Hostilizarlo jurídicamente y desgastarlo emocionalmente humillando a su esposa, violando su domicilio cuando lo allanó sin motivo (4 marzo 2016). Son actitudes nítidamente ilegales, que sin embargo son recibidas con beneplácito por las elites locales y vistas con simpatía por la embajada norteamericana.
–¿La embajada da la cartas?
–Tiene un poder muy importante y tiene sus interlocutores a los que recibe periódicamente. En la embajada estuvo Temer como se ve en los documentos publicados por Wikileaks, y estuvo el canciller Serra y varios más de los que ahora están en el gobierno. La embajada no dice que es lo que hay que hacer, ellos dan a entender y nuestra clase dirigente procede.
Es obvio que nadie llama por teléfono a Moro y le ordena que condene a Lula en un proceso político que favorece el retorno de la derecha al gobierno. Tiempo atrás ví un afiche de los tiempos de Adolf Hitler, en donde se veía una svástica golpeando sobre la corrupción: la derecha se ha valido históricamente de la corrupción como ariete para justificar sus barbaridades. Estos golpes siguen algunas constantes, y cuando hablamos de América latina siempre está por detrás la mano de Estados Unidos.
–¿Sin aval de Washington no había golpe?
–Las cosas son más complejas que eso. Yo no le podría decir a que hora, de que día de que año Estados Unidos dio la orden. Y tal vez ni siquiera la dio. Lo que hizo fue dar a entender que lo apoyaba. Este golpe viene de lejos, desde 2005, eso quiere decir dos años después de que el primer operario que fue electo asumió la presidencia. Fue con el proceso del “Mensalao”. Allí no fraguó el golpe porque Lula es un líder de una estatura política singular y salió a enfrentar a la conspiración recorriendo el país para hablar con la población y así fue como ganó las elecciones de 2006. Esta derrota no fue digerida por la derecha que esperó el momento para contraatacar a través de Lava Jato, que es una creación del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el de Fernando Henrique Cardoso, que es la persona más confiable para las clases hegemónicas locales, muy confiable para los banqueros, y para Estados Unidos.
–Pero Cardoso habla de elecciones directas.
– Cardoso es la persona en quien más confían los banqueros y la embajada norteamericana. ¿Por qué está pidiendo elecciones directas? Porque Temer se volvió más pequeño de lo que era antes de asumir, su falta de sustentación y su participación en casos sospechados de corrupción son muy serias. Ahora que Cardoso hable de elecciones directas no quiere decir que realmente las quiera, o que va a hacer lo posible para que se realicen. Es una puesta en escena porque tiene que distanciarse del golpe que apoyó.
–¿Washington admitirá que Lula sea candidato?
–Creo que lo tolerará porque para 2018 estarán posiblemente aprobadas la mayoría de las reformas estructurales impulsadas por las clases hegemónicas, y Lula llegará al gobierno con las manos atadas. Hay que ver qué sucede. Cada vez más creo que Lula ganará y que Moro no podrá mandarlo a prisión.