Nacer y morir no parece extraño. Cuando la frontera que separa la vida de la muerte es unos segundos, la perplejidad y el dolor se desatan como una tormenta de nieve infinita. “¡Johnny, acabo de romper bolsa!”, le dice Diana a su marido, Laski. La pareja, que espera a su primer hijo, vive en medio del bosque, a 40 kilómetros de Nueva York. Más allá de la distancia y la urgencia por el trabajo de parto en el hospital, el bebé –un varón– nace muerto. “Laski condujo de vuelta a su casa con lágrimas cubriéndole la cara, su espíritu haciendo carreras con su hijo a través del tiempo, a través de la mañana del mundo, de un lugar a otro, por ciudades, por el hermoso valle. El momento del encuentro fue eterno: tomaron un bote, tomaron un tren, observaban los paisajes y crecieron juntos. El viaje hasta el bosque pareció durar años, y mientras subía las colinas hacia el asentamiento abandonado, Laski sintió que el espíritu de su hijo se esparcía todo alrededor suyo”, cuenta el narrador de El nadador en el mar secreto, intensa y bellísima novela autobiográfica del escritor estadounidense William Kotzwinkle, editada originalmente en 1975, publicada por primera vez en Argentina de la mano de China Editora, con traducción de Caterina Gostisa.
El primer hijo de Kotzwinkle con la novelista Elizabeth Gundy nació muerto. El entonces joven escritor salió de la sala de parto, esperó la autopsia, recogió a su hijo, se lo llevó metido en una cajita que él mismo construyó, lo subió a un trineo y lo transportó hasta el lugar en donde lo enterraría. Después se encerró a escribir de un tirón Swimmer in the Secret Sea, una novela corta que envió a una revista americana. No solo se la publicaron, sino que gustó tanto a la crítica y a los lectores que ganó el National Magazine Award Fiction. Luego llegó el silencio y el olvido. Esa novela de intensa y corta vida, condenada a juntar polvo en las librerías de viejo, tendría una segunda oportunidad. En 2010, dos pequeñas editoriales –una de Boston y otra de Nottingham (Reino Unido), recuperaron la novela. Excepto por una reseña en el suplemento literario del Times, el libro no despertó interés alguno. Y sin embargo, surgió una promoción inesperada: Ian McEwan citó el libro de Kotzwinkle en su última novela de espías, Sweet Tooth (traducida como Operación Dulce en la edición de Anagrama), protagonizada por Tom y Serena. “Durante aquella época, solo logramos ponernos de acuerdo sobre una novela corta, de la que él tenía un borrador encuadernado: El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle. Tom lo consideraba un libro bello, a mí me parecía sabio y triste”, se lee en la ficción de McEwan.
Kotzwinkle (22 de noviembre de 1943, Scranton, Pensilvania), autor de género fantástico y literatura infantil y juvenil, escribió el tema que Michael Jackson grabó para la canción de E.T., también las novelas basadas en las películas de E.T, y ganó importantes premios como el World Fantasy Award y el PETA Award for Children’s Fiction, entre otros. Desde Texas donde vive seis meses al año –los otros los pasa en Maine–, el escritor estadounidense dice a PáginaI12 que El nadador en el mar secreto es una novela que siente lejana porque “es como un sueño que desearía no haber tenido nunca”.
–“La vida nos esclaviza, nos hace desear tener hijos, nos da miles de ilusiones acerca del amor, y todo eso con tal de poder avanzar”, dice el narrador. ¿La escritura es un modo de liberarse de todo aquello que esclaviza, incluso del dolor por la pérdida de un hijo?
–La escritura me permitió renunciar a trabajos que realmente me esclavizaban. Empecé a escribir a tiempo completo y fue entonces cuando hice un descubrimiento sorprendente. Era esclavo de la escritura. Dominaba mi vida, demandaba mis días y mis noches. Pero a pesar de que todavía estaba esclavizado a algo, estaba feliz, y eso quiere decir que de alguna manera el acto de escribir había hecho desaparecer a mis demonios, misteriosamente. Quizás fueron a parar a mis historias, o a mis personajes. Pero desaparecieron de mi alma y eso es lo importante. Lo que no puedo quitar de mi alma, sin embargo, es la pérdida que mencionaste. Mientras escribía El nadador en el mar secreto pude plasmar mi dolor, que no es lo mismo que liberarme de él. Entonces para responder a tu pregunta, escribir puede liberarnos de algunas de las cosas que nos esclavizan, pero hay experiencias que están impresas en nuestra alma y nada las puede remover de ahí.
–Escribiste la novela con lágrimas en los ojos desde la primera a la última página. A pesar de esa situación tan dramática, la narración no tiene golpes bajos melodramáticos. ¿Cómo hiciste para narrar con austeridad algo tan extremo y desgarrador como la muerte de tu primer hijo?
–Cuando una emoción tan dura se apodera del alma, no se requiere ningún adorno para transmitir esa emoción al lector. No quiero que se entienda que de alguna manera yo lo sabía de antemano. Soy tan propenso como cualquiera a ser melodramático conmigo mismo, pero el espíritu me frenó en esta ocasión, obligándome a la simplicidad.
–¿Qué significa que la novela se publique en Argentina a casi 45 años de su primera edición en inglés?
–Significa mucho para mí. Argentina es un país de luz mística. Borges la capturó, o más probablemente, eso lo capturó a él. Ustedes tienen una capacidad fuera de lo común para seguir el camino del espíritu. Dado que ese camino ha sido el trabajo de mi vida, y como no es una cosa simple, es maravilloso pensar que Borges y otros como él ya han abierto el camino para mis lectores. Significa que entran en el camino del espíritu con una imaginación bien formada. Mis formas imaginadas se encontrarán con formas similares que emanen de ustedes. Nos encontramos, íntimamente.
–China editora anunció que publicará más libros tuyos. ¿Cuáles deseás publicar acá?
–Soy vanidoso como un pavo real extendiendo sus plumas iridiscentes. Quiero que se vean todas, el abanico completo. Dicho esto, si tengo que elegir una pluma, yo sugiero Fata Morgana, un misterio metafísico ambientado en París. Tiene elementos borgeanos pero es más largo y más detallado. Pero ahora pienso en otras plumas de mi abanico, tales como The Fan Man, una comedia que les puede llegar a gustar, pero debido a que tiene bastante de la jerga callejera neoyorquina puede llegar a ser difícil de captar en otro idioma. Entonces sugiero The Bear Went Over the Mountain, que es sobre un oso que se convierte en un novelista best seller. Se une a la lucha de escritores hambrientos de dinero, pero él no tiene hambre de dinero, sino de miel, más de lo que nunca ha encontrado en el bosque. Entra a un supermercado y hay estantes enteros con frascos de miel, con tortas, con mermeladas y dulces. Y piensa para sí mismo: es por esto que la gente se pone a escribir.