Bernardo Vera, un vecino de la villa Los Piletones, fue asesinado a golpes por una patota de punteros del barrio vinculados al macrismo. El único detenido del homicidio es Rafael Osuna, hermano del presidente de la Cooperativa Los Piletones, Miguel Osuna, contratado por el Gobierno de la Ciudad para la urbanización del lugar y señalado por los vecinos como uno de los socios de Margarita Barrientos en la zona de Villa Soldati. “Este crimen es un reflejo de la impunidad que hay en este barrio”, indicó a este diario Mónica Ruejas, presidenta de la junta vecinal de Los Piletones.
Personal de una empresa de construcción trabaja sobre el asfalto de una calle semiurbanizada, tres chicos caminan por la orilla del lago Soldati y varios vecinos se detienen a mirar al fotógrafo de PáginaI12 que apunta el lente hacia la entrada de una casa, vigilada por una custodia policial. La mañana del 9 de febrero, cuando este diario recorrió el lugar, en la villa Los Piletones pareciera ser un día normal para la fisonomía del barrio. Veinte días atrás, en esa misma cuadra, la situación era totalmente opuesta: tras un incidente vecinal por el estacionamiento de un auto, más de 20 personas atacaron a Vera, al punto de matarlo a golpes. “A Bernardo lo golpearon con todo lo que tenían a mano: palos, piedras, hierros. Una multitud le pegó y él se defendía sólo”, expresó un familiar de la víctima, quien prefirió no identificarse por las continuas amenazas que recibe desde entonces.
“La patota que asesinó a Vera es la misma que estuvo la semana pasada cuando vino la jueza (Elena) Liberatori para hacer una recorrida por Los Piletones. Ahí la amedrentaron cuando escuchaba los reclamos de los vecinos. Lo peor de todo es que ellos responden a la Corporación Buenos Aires Sur del Gobierno de la Ciudad”, aseguró Rafael Klejzer, del Movimiento Popular La Dignidad, agrupación que trabaja en distintos barrios humildes de la Capital Federal.
Bernardo Vera, de cuarenta años, vivía junto con su mujer, su hijo de 14 años y sus tres hermanas en una casa de Los Piletones situada a espaldas del lago Soldati, una obra hidráulica iniciada por Mauricio Macri cuando era jefe de Gobierno porteño. Este lago artificial aún esta inhabilitado para bañarse, debido a la alta contaminación del lugar. “Después de ver tantos pibes que caminaban por la orilla del lago, conseguimos que la Corporación Buenos Aires Sur (organismo dependiente del Gobierno de la Ciudad) ponga una casilla de vigilancia, justo al lado de la casa de Vera. Para cumplir aquella tarea contrató a Miguel Osuna y a su cooperativa, Los Piletones. Ese fue el comienzo de esta tragedia “, expuso a PáginaI12 Mónica Ruejas. El domingo 22 de enero, a las siete de la tarde, Vera estacionó un auto entre la casilla de seguridad del lago y su casa. Allí empezó una discusión con el hombre que vigilaba en la garita, quien llamó al hermano de Miguel Osuna, Rafael. Ni bien arribó, la discusión pasó de las palabras a los golpes: Osuna y Vera se trenzaron y mientras Osuna lo golpeaba con un cinturón, la víctima se defendió con un cuchillo y llegó a lastimarlo. Todo esto, ante la mirada de los vecinos.
Mientras tanto, la patota vinculada al Pro comenzaba a armarse: alrededor de 25 punteros caminaron con piedras, palos y armas blancas por los pasillos de Los Piletones hasta la casa de Vera, lo arrinconaron y empezaron una golpiza. La hermana de la víctima frenó el ataque para intentar socorrerlo, ya sin éxito. “Cuando toda esa gente atacaba a Bernardo, otros esperaban en el puente de Soldati para impedir el ingreso de la ambulancia. Cuarenta minutos más tarde llegó una segunda unidad médica junto con Gendarmería. A esa altura ya era demasiado tarde”, explicó, entre lágrimas, un familiar de Bernardo Vera.
La causa quedó a cargo de Manuel de Campos, del Juzgado Criminal de Instrucción N°9, quien imputó a Rafael Osuna. La otra decisión que resolvió el juez fue disponer tres consignas policiales las 24 horas del día en la casa de Vera en el barrio Los Piletones. Allí viven, con miedo, su hijo adolescente, su mujer y las tres hermanas de la víctima. Una de ellas ofreció su testimonio sobre la muerte de Bernardo, pero tras declarar en la Comisaría 36° de Soldati, eligió el silencio. “Es difícil para ellos hablar. Por las noches pasan varias personas en moto y los amenazan: les gritan que tengan cuidado, que quiten la denuncia y que se tienen que ir del barrio. La familia sólo busca justicia”, explicó uno de los custodios a este diario.
Pese a que Vera fue atacado por más de veinte personas, sólo existe un detenido del homicidio, Rafael Osuna, quien fue llevado en una moto a un hospital cercano para ser atendido por las heridas de arma blanca que recibió de su pelea con Vera mientras la patota seguía descargando golpes sobre Vera.
De acuerdo con el relato de los familiares de Vera, las autoridades médicas se comunicaron con la comisaría 36ª y allí se dispuso su detención. Por su parte, el resto de la patota continúa caminando por las calles, algunas de tierra y otras urbanizadas, de Los Piletones. Llamativamente, la garita de vigilancia que generó el altercado fue removida cinco días después del incidente.
El futuro próximo de la familia de Vera se bifurca en dos cuestiones: una corresponde al proceso judicial del homicidio –las propias hermanas reclaman que aún no tienen abogado dispuesto por el Estado– y por otro lado, su permanencia en Los Piletones. Varias agrupaciones barriales se solidarizaron y ofrecieron refugio a los Vera, entre ellos, el Centro de Acceso a la Justicia (CAJ) de Villa Soldati –dirigido por Rosa Ortega– además de contar con la consigna policial, dispuesta por el juez Del Campo, que hoy custodia en aquella casa de Los Piletones que da al Lago Soldati. Sin embargo, la familia aún vive una pesadilla. “Los patoteros que mataron a Bernardo nos siguen amenazando. Rompieron la reja de la casa y nos gritan que nos vayamos del barrio. Vivimos con miedo, pero esta también es nuestra casa y nuestro lugar”, aseguró un familiar de Vera.
Informe: Jeremías Batagelj.