Cada vez que finaliza un partido de Franco Armani en la Selección, se enciende el debate... Que pudo hacer algo más en los goles; que la defensa lo dejó expuesto; que por qué no ataja como en River; que qué compromiso le tiró a Otamendi; que fue culpa de Otamendi por controlar mal o que, en definitiva, en la Selección tiene mala suerte.
Desde su improvisado debut en la Mayor en el Mundial de Rusia durante el decisivo partido contra Nigeria (2-1), Armani jugó seis partidos en la Argentina y recibió 11 goles: un nutrido promedio de 1,83 tantos por encuentro. Contra los africanos, lo inició Moses, de penal (la pelota fue a la izquierda y el arquero, a la derecha); luego, contra Francia (3-4), fueron cuatro goles (algunos golazos) en cuatro tiros al arco: Griezmann, otra vez de penal (esta vez, la pelota fue a la derecha y el uno, a la izquierda), Pavard desde afuera del área, y dos de Mbappé, uno con un remate violento a los pies y otro en un mano a mano. El Mundial, indudablemente, había sido un suplicio para Armani.
Post Rusia, en el inicio del ciclo Scaloni, fue titular en un empate amistoso con Colombia (0-0) y sumó su única valla invicta. Luego, entre finales de Libertadores y lesiones, no participó de los siguientes cuatro partidos hasta reaparecer este año con Venezuela (1-3). Allí, fueron tres goles en cuatro disparos al arco: Rondón lo agarró a contrapie en un mano a mano, Murillo le clavó un golazo desde la izquierda anticipando lo que sería el primero de Colombia de este sábado y, Yosef Martínez, de penal, mandó la pelota a la izquierda, mientras el uno fue otra vez para la otra punta. Recientemente, sumaría su novena “pepa” ante Nicaragua (triunfo 5-1 en San Juan), cuando sobre el final, el delantero de Municipal de Guatemala, Juan Barrera, le convirtió de penal: esta vez, Armani adivinó el lado de la ejecución, pero no la altura. Este fin de semana, lo último, los dos tantos de Colombia en Salvador de Bahía.
Entonces, seis partidos, once goles, cuatro de penal, tres de larga distancia, tres mano a mano y uno por abajo de las piernas. Pero, sobre todo, once goles en 16 tiros al arco. Es decir, 68 por ciento de los disparos que le efectuaron se convirtieron en festejos rivales. Por caso, en esos mismos encuentros, Argentina también marcó 11 veces, pero con 35 por ciento (31 disparos al arco).
Está claro, los números no lo favorecen, pero, ¿se le puede achacar su record a la mala suerte? Algo parecido le pasó a Roberto Abbondanzieri durante las Eliminatorias a Alemania 2006. Cada vez que le convertían, era un golazo que lo dejaba indefenso. Su etapa seleccionada siguió con ese tenor: tras una buena actuación en la Copa se fue lesionado en el último partido, el de los penales de Jens Lehmann y su machete.
Del otro lado, para consuelo de Armani, se podría decir que peor fortuna tuvo Wilfredo Caballero, quien no sólo dejó de jugar tras el pifie que dio origen a la goleada 3-0 croata en Rusia; sino que meses antes, tuvo que ingresar por el lesionado Sergio Romero en un amistoso contra España y terminó por ir a buscar al arco cinco de los seis goles de los europeos.
En la Selección, y más en el puesto de arquero, sobran ejemplos de jugadores que se destacan más que en sus clubes: Sergio Goycochea, Carlos Roa y Romero son algunos de ellos. Sin embargo, por el momento, suena a apresurado juzgar el legado de Armani con la Argentina. Seis partidos, aunque de buen calibre, parecen ser demasiado poco para saber de qué lado del azar se sitúa el, eso sí, ya histórico uno de River.