Han pasado cuarenta años desde que Factory Records publicó el álbum debut de una joven banda de Manchester llamada Joy Division. Unknown Pleasures salió el 15 de junio de 1979, menos de un año antes de que Ian Curtis, el cantante del grupo, se suicidara. El disco siguiente, Closer, sería un lanzamiento póstumo.
Sin embargo, a cuatro décadas de distancia, todavía parece casi imposible. ¿Cómo puede ser que este disco, hecho por un grupo de desgarbados mancunianos de veintipico que todavía estaban mejorando con sus instrumentos, se haya convertido en uno de los mejores que se hayan grabado? El año anterior se los había podido escuchar en el compilatorio Short Circuit: Live at the Electric Circus tocando punk thrash bajo su nombre anterior, Warsaw, que hacía que una formación primigenia de The Fall sonara melódicamente sofisticada y que los Buzzcocks sonaran como Beethoven.
Esa performance en vivo de la canción “At a Later Date”, grabada en octubre de 1977, un año después de que la banda se formara, pero publicada recién en junio de 1978, incluía el grito “¡Todos ustedes se olvidaron de Rudolf Hess!”. En ese momento, esa referencia al subjefe de Hitler sólo aumentó la asociación de la banda con la imaginería nazi. Su EP debut, An Ideal for Living, también publicado en junio de 1978, tenía un arte de tapa en el que se veía a un miembro de las Juventudes Hitlerianas, mientras que su propio nombre había sido sacado de una ficción sobre el Holocausto de 1955 llamada House of Dolls, acerca de la esclavitud sexual de mujeres judías en los burdeles de los campos de concentración. Fue una asociación de la que les tomaría tiempo desembarazarse. Y ciertamente no ayudó la posterior adopción de un corte de pelo a lo joven Hitler de Bernard Sumner –que se convirtió en el corte de rigor del post punk– y su sobrenombre alemán adoptado Bernard Albretch, luego explicado como Bertolt Brecht mal pronunciado.
Pero musicalmente, el salto entre “At a Later Date” y Unknown Pleasures era impresionante. De las cuatro canciones que aparecía en el EP, lanzadas bajo su propio sello Enigma, el primer track, “Warsaw”, con su horrible intro “3, 5, 0, 1, 2, 5, Go!” muestran el lugar del que venían. Pero el segundo tema, “No Love Lost”, y la sección de las estrofas del tercero, “Leaders of Men”, ya habían empezado a mostrar el espacio que existe entre su sonido. Ambos daban una idea de hacia dónde podrían ir.
De modo significativo, el lugar al que Joy Division estaba yendo incluía firmar para Factory Records. Tony Wilson, el dueño del sello y presentador televisivo, fue clave en su desarrollo. Él los vio tocar en abril de 1978 y les prometió invitarlos a Granada TV, cosa que hizo ese mismo año. También les ofreció una ruta de escape de la compañía RCA, quien quería meterse con su sonido (Factory también lo haría, pero hay que apuntar que los resultados serían maravillosos).
Las dos canciones que aparecieron en A Factory Sample en diciembre de 1978, junto a tracks de Cabaret Voltaire y Durutti Column, muestran la velocidad de su progreso. En “Glass” y “Digital”, la líneas de bajo de Peter Hook han empezado a competir por el dominio con la guitarra escasa de Sumner, pero las letras de Curtis han avanzado años luz: “Lo siento cerrándose / un día sí, un día no”, canta. La edición de 2014 de sus letras y cuadernos, So This Is Permanence, muestra a un artista destilando su escritura hacia frases que se desploman hacia las profundidades interiores al mismo tiempo que explotan exteriormente hacia la experiencia universal. En “Day of the Lords”, de Unknown Pleasures, se puede ver claramente este proceso: las notas garabateadas que forman la letra incluyen las frases “Me relajé desde los días llenados con deportes en vano / y regresé con el conocimiento de que ambos eran lo mismo”. Ese dístico casi alegre se transmuta en el material de pesadillas: “He visto las noches llenadas con deportes sangrientos y dolor / y los cuerpos resultantes, los cuerpos resultantes”.
A Factory Sample fue producido por Martin Hannett, un graduado en química con rulos de permanente, quien bajo el seudónimo Martin Zero había producido el seminal EP Spiral Schatch de los Buzzcocks. Seis meses después de grabar “Digital” y “Glass”, él y Joy Division irían a los Strawberry Studios de Stockport, donde 10CC había hecho “I’m Not in Love”, para grabar Unknown Pleasures. Extrañamente, si se mira a la distancia, como oyente es difícil no ver la icónica tapa negra del disco con su onda de pulsar (diseñada por Peter Saville sin escuchar el álbum) como una puerta de entrada a su música. La oscuridad parece permear cada groove. “Hacia las profundidades del océano donde toda esperanza se hunde, esperándote”, canta Curtis en “Shadowplay”, aunque Joy Division ya estaba completamente formado como banda de rock y el poder de su música desafía cualquier intento de categorizarla como depresiva o maldita.
El instinto percusivo del baterista Stephen Morris le da la sensación de una bestia musculosa lista para florecer, y la batalla por su alma melódica ha sido ganada, desde el mismo comienzo del primer tema, “Disorder”, por el bajo de Hook, con notas tocadas en la parte alta del mástil del instrumento. La guitarra de Sumner llega como una alarma sonando ansiosamente. No hay espacios para instalarse, no hay zonas de confort, al igual que en el resto de Unknown Pleasures.
Hannett claramente se convierte en el quinto miembro del grupo. En “She’s Lost Control”, él emplea sonidos de batería grabados individualmente y porciones concretas de guitarras, al igual que efectos de eco que arrastran a la voz de Curtis hasta una corriente marina de barro subhumano o la suben hasta la histeria. La banda odió cómo Hannett había bajado su “ruidoso y pesado” sonido en vivo, pero en realidad él lo hizo más poderoso (Hook se quejaría una vez más sobre el sonido de guitarra “como si estrangularan a un gato” que Hannett produjo en “Atrocity Exhibition”, de Closer: “Yo estaba con la cabeza entre las manos, ‘la puta madre, está pasando de nuevo’”, escribiría más tarde).
Al margen de los efectos electrónicos en “She’s Lost Control”, Hannett usó técnicas que crearon una sensación de que la música existía en un espacio real, vacío y con eco; las puertas que se cierran y el vidrio que se rompe en “I Remember Nothing” crean una atmósfera de desgrado y violencia insidiosos. La misma sensación de miedo impregna “Insight”, en la que la voz de Curtis fue grabada a través de un teléfono. “No tengo más miedo”, canta. “Mantengo la vista sobre la puerta”, agrega, sugiriendo lo contrario.
En algunos sentidos, Unknown Pleasures todavía es un puente entre la banda que eran –“New Dawn Fades” es ciertamente el apogeo de Joy Division como banda de rock– y el sonido más ambicioso de Closer, pero continúa siendo algo diferente a cualquier cosa anterior o posterior.
Superar la sensación de que es imposible entender cómo Unknown Pleasures llegó a existir requiere la habilidad de ver personalidades muy dispares convergiendo en un mismo momento. Es tentador ver a Curtis, un artista determinado que ya sufría de epilepsia, como la clave de Unknown Pleasures. Pero, ¿habría sonado así el álbum si Curtis no se hubiera casado con su novia de la infancia Deborah Woodruff, luego mudado con ella a una casa en Macclesfield, donde ella lo dejaba solo para que escribiera noche tras noche en la habitación azul que habían transformado específicamente para tal propósito? “La carrera de Ian como compositor era primordial para ambos”, escribió ella más tarde.
¿Habría sucedido si la banda no hubiese venido de la misma ciudad que Wilson, quien tenía la visión de una nueva clase de sello en el que “los músicos sean dueños de su música” y tuvieran “la libertad de irse al carajo”, o si Wilson no hubiese sido socio de un productor apenas conocido llamado Martin Hannett? Seguramente no habría sonado así. Unknown Pleasures es un monumento al accidente significativo que creó una idea completamente nueva sobre lo que el rock y la música popular podían tratarse. Feliz cumpleaños.
* The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.