A Kelly, el activismo terminó por acercarla a otras expulsadas de sus respectivos credos. Con ellas, formó una religión propia: Sacred Space.
–Somos varias mujeres: una predicadora bautista, una mujer que antes fue judía jasídica y rabina, pero salió de ese grupo y también es mujer trans. También hay otra mujer que es musulmana y queer. Fundamos esa religión porque nos dimos cuenta de que quisiéramos tener la comunidad, nuestras experiencias de fe, espirituales, pero sin homofobia, sin patriarcado, sin racismo. Para las personas que no pertenecen a una fe es muy difícil entender por qué otros sí pertenecen y quieren hacerlo. La gente de fe no me reconoce y las personas seculares tampoco, porque dicen ‘no entiendo por qué no salís de ahí, es algo estúpido’. Pero creo que hay que construir un puente entre los dos mundos. ¿Por qué? Porque los derechos humanos los tenemos que conseguir todos.