El espectáculo tendrá el inédito logro de reunir a “las dos Evas”: Nacha Guevara y Elena Roger, dos artistas que le pusieron voz y cuerpo, en diferentes momentos y circunstancias –y también en versiones y aproximaciones a la figura histórica bien distintas– al musical Evita. Junto a ellas, completando una propuesta pensada y preparada para una única y especial función, estará Lito Vitale. Pero más allá de la coincidencia artística –que desde luego será puesta en escena– la juntada apuntará a una idea que surgió en los mismos ensayos: recorrerá el camino musical de Nacha Guevara, en este formato inédito. Y por eso ha sido bautizada –tomando el nombre del grupito de Wasap que se armó para los ensayos– Tres patitos feos. Será el próximo viernes 28 de junio a las 20.30 en el teatro Opera (Av. Corrientes 860), como parte de la programación del Festival Otoño, una seguidilla de conciertos que viene logrando encuentros con muy buenos resultados artísticos (ver aparte). 

Reunidos en la hermosa casona de San Telmo que es bunker familiar y artístico de los Vitale desde hace décadas –con la guía de Donvi Vitale y Esther Soto, fue una usina creativa de la que salieron algunas de las experiencias más ricas de la música popular argentina; aquí también Lito desplegó su estudio de grabación– Nacha Guevara, Elena Roger y Lito Vitale charlan de experiencias y maneras de trabajo. Son “exigentes”, concuerdan los tres, señalando a Nacha como la que porta la fama “de hincha”, pero al mismo tiempo reconociéndoselo como una virtud. Y cuentan, en la charla con PáginaI12, cómo y por qué se pusieron de acuerdo en que fuera la trayectoria de la intérprete de Nacha canta a Benedetti la que guiara la propuesta.

“Fue Elena la que propuso recorrer el camino musical de Nacha. Eso fue un regalo para Nacha y un gran compromiso para Elena y para mí, porque en la  música de Nacha Guevara está tremendamente presente el gran Alberto Favero”, cuenta Vitale. “La historia artística de Nacha está llena de emotividad, concepto, compromiso, ideología, y especialmente entrega. Con sus canciones ella supo contar parte de la historia de la Argentina. La fuerza interpretativa de Elena, la presencia arrolladora de Nacha y el sonido de mis teclados están en un hermoso sincro para encarar este soñado proyecto”, se alegra.

“Al principio me negué. Lito me dijo: es porque no te la bancás. Y era cierto. No me bancaba esa especie de homenaje, o no sé cómo llamarlo, me sentía puesta como en un pedestal. Le insistí a Elena en que cantáramos también sus canciones, ella insistió que no, ¡es bien cabeza dura también! Empezamos a trabajar, veníamos bien”, relata Guevara. “Hasta que empezamos a hacer una pasada más unida y canta ‘Te quiero’. En ese momento, al escucharla a ella, yo tomé la distancia de todo: de mi vida, de mis canciones... Tomé perspectiva, vi todo desde afuera. Para la canción que sigue empecé a dar vueltas: que no me gusta el tono, que esto, lo otro... Finalmente la canté, y me puse a llorar de una manera que no puedo explicar”. 

–¿Qué le pasó?

Nacha Guevara: –Toda la historia se me vino encima. Estuve todo el fin de semana llorando, y al siguiente ensayo estaba livianita como una paloma. Me movilizó muchísimo. Porque las canciones que hice, salvo Te quiero y alguna más, no tienen reversiones. Escucharlas con otra mirada, otra voz, otra historia personal, es muy movilizante.nes que he hecho, salvo ‘Te quiero’ y alguna más, no tienen reversiones.  Me hizo verlo desde otro ángulo. Y además me di cuenta de cuánto he trabajado en mi vida. Fue una vida muy agitada. Sigue siéndolo, pero tuvo sus momentos tremendos. Todo eso se movió en los ensayos. Aquí hemos decidido que si hay emoción, la vamos a mostrar. 

Elena Roger: –Eso viene bien porque a veces la gente cuando te ve en el escenario cree que sos extraterrestre, o que estás tocado por una varita. Y lo único que somos es canal de algo hermoso que sucede en el universo. Y sucede también porque la gente lo está mirando, si no, no existe. No somos nada. Somos iguales a los demás. 

 

Vivencias

Lito Vitale viene trabajando con Nacha Guevara en diferentes espectáculos y proyectos desde hace tiempo. Sin ir más lejos, recientemente fue una de las que convocó para la gala en el Colón a beneficio del Hospital de Niños. “El concepto del espectáculo eran canciones de película, con otros intérpretes. Le mandé sus dos temas y me dijo: ¿Todo en inglés? No. Yo voy a cantar ‘Se dice de mí’. No me dejó ni consultarlo. Y resultó genial”, se ríe Vitale. “Me encantó llevar a la Merello al Colón. ¡Es que si no podemos cantar en castellano en el Colón, ya el FMI nos comió el cerebro, además del estómago!”, justifica Nacha. 

–¿Cuál fue el primer acercamiento a la obra de Nacha?

E.R.: –Cuando estaba haciendo Los miserables y trabajé con Favero (como director musical), él en un momento me acercó algún material, yo quería hacer algo. Después eso se diluyó pero me quedó en la cabeza, escuchar todas esas canciones. Nos une Evita. Lo copadísimo es que son elecciones de repertorio muy interesantes, todas las canciones dicen algo, todas tienen un por qué. En este espectáculo logramos enmarcar ese por qué, contamos cosas alrededor de las historias de esas canciones, y son muy emotivas, me gustan mucho. Me siento muy afortunada de poder interpretar estas canciones de la mano de ella. Escucharla, escucharla ensayar... ¡Y qué exigente que es! (risas)

–¿Es como dicen, nomás?

E.R.: –Y por eso es quien es... También es fascinante que me cuente por qué hicieron cada canción, cómo, cuando, todo eso me llena de un montón de vivencias que voy a tener a mano en el momento de interpretar. 

Lito Vitale: –Esa fama de Nacha, de exigente o, digámoslo: ¡de hincha pelotas! (risas) es una virtud. Ahora se dio vuelta la cuestión y cuando uno hace las cosas con compromiso, es un rompe. Me ha pasado de ir a una radio y que la productora me pregunte: ¿qué tema cantaste de los Redonditos de Ricota? No, yo no canto, yo toco el piano... ¡Si no tenés idea de quién soy, googleá! Lo que Nacha hace es romper hasta que las cosas salgan como ella quiere, y en este caso como los tres queremos. Es una virtud, un aprendizaje laburar al lado de ella. Es básico: si querés que salga lo mejor posible, insistís, ensayás, pensás las luces, el sonido... Es un camino en el que tenés que ponerte rompe, no hay otra manera.

–¿Y en su caso, cuándo fue ese acercamiento a estas canciones? 

L. V.: –Yo era muy chico cuando empezó la etapa del Di Tella, si bien tenemos un disco en casa (Mezzo Soprano, un discazo, con arreglos de Favero excepcionales, de los cuales aprendí). En vivo la vi por primera vez cuando  volvió, con Aquí estoy, que trajo Papaleo. Siempre me emocioné con su manera de interpretar. Fui a verla repetidamente en distintos espectáculos, particularmente en Eva. ¡Era un gran fan! (risas). 

N. G.: –Iba todo el tiempo... Y yo estaba orgullosa, pensaba: ¡cuánto, pero cuánto le gusta! Hasta que me enteré de que estaba enamorado de Mariana, una bailarina. ¡Resultó que tenía sus gustos personales!

L.V.: –¡Fue una combinación, la obra también me gustaba muchísimo! (risas)

–¿Qué encuentra al recorrer estas canciones  en este repaso? 

N. G.: –Que siguen hablando en tiempo presente. Porque están escritas por artistas. No es solo la noticia del diario, aunque podría ser, como “De qué se ríe”, pero está tratada por la mano de Benedetti y de Favero. Dicen verdades de los seres humanos, que siempre están dando vueltas, por eso no pasan de moda.

–¿Cómo resuena Evita en este presente?

N. G.: –En este momento, cuando hay una movilización de la mujer más visible que en épocas anteriores, ella muestra un lugar excepcional, es un ejemplo de mujer. Yo me crié con Eva en el poder. A mí nadie me tuvo que decir que las mujeres eran poderosas. Nadie me tuvo que explicar, yo lo ví. Yo lo viví, y yo lo aprendí. Y ese es el gran agradecimiento que tengo por ella. Y no fue a través de solgans, ni de palabras, porque a los niños no les vendés nada. Yo veía la energía, las acciones, los gestos, de esa mujer que era luchadora y sensible al mismo tiempo. Una rara combinación, que casi nunca llega al poder. Yo le debía algo a Eva, no lo sabía en ese momento, porque me parecía que eso era natural. Y en realidad es natural, pero no me daba cuenta de que era excepcional. Después supe que era la primera vez que pasaba que una mujer estaba a la par de un hombre. Ahí sentí que le debía algo a ella. Dediqué mucho tiempo, fueron muchos años para escribir Eva, con Orgambide, Favero. Y considero a Eva una obra maestra del musical. Aspiraría a que entrara al repertorio del Colón, y fuera cantada muchas veces. 

L. V.: –Yo tengo una conexión desde mis viejos, que eran de ese palo. Mi vieja ni hablar, también fue una mina de armas tomar. Para el espectáculo elegimos un fragmento, más allá de “Si yo fuera”, que habla de las acciones que hizo Eva que quedaron como mojones fundamentales en la historia.

–¿Y en la otra Eva, la de Broadway?

E. R.: –La verdad, cuando leí el guión de lo que era la Evita de allá, casi me muero. Hasta que entendí que era un show. No era que querían hablar mal de la Argentina, habían tomado esa historia como para hablar de la raza política, y mostraban en esa pareja que habían sido tan importante en la Argentina para simbolizar todo lo malo de los políticos. Para mí interpretar a Evita, en ese contexto, fue una gran responsabilidad. Cuando me tocó hacerlo, hice todo lo posible, y creo que logramos hacerlo, rescatar la humanidad de esa mujer, de esa Eva. Me acuerdo que Tim Rice (el autor) me decía: “‘No llores por mí Argentina’ tiene que ser irónico”. Pero yo la abordé desde el lugar de la verdad, no con ironía. Y además cambiamos muchas cosas del personaje. Después, verla a Nacha en el Lola Membrives, con una versión más cercana a la realidad, con toda su fuerza, pintando a Evita como es, fue impactante. Y para el último disco de Evita canté en castellano la versión que hizo Nacha de “No llores por mí Argentina”. Fue un cierre que necesitaba.