Los cincuenta años de las revueltas de Stonewall nos ofrece la posibilidad de pensar en sus resonancias activas en el presente. Cuando decimos esto, nos estamos preguntando de qué manera aquella protesta sexual puede hablarnos en la actualidad, no solo sobre cómo se ha actualizado la violencia para vidas cuyos cuerpos y deseos siguen fuera de la norma, sino también sobre cómo se renuevan las fantasías por la liberación sexual. En esa misma dirección, Avram Finkelstein, artista, activista y co-creador de “Silencio = Muerte”, la campaña visual más importante en plena crisis del sida en la ciudad de Nueva York, nos cuenta cómo sus proyectos artísticos actuales, de cara a las conmemoraciones de las revueltas de Stonewall, acentúan esta pregunta tanto por las continuidades como por nuevas formas del sexo como una política de la imaginación. 

Educado como un “bebé de pañal rojo”, Finkelstein siempre estuvo ligado a la acción política. Desde temprana edad, gracias al compromiso de sus padres comunistas, conoció lo que significaba oponerse ante un poder imperial, contra la guerra y organizarse colectivamente por la liberación. Durante su juventud, su práctica activista estaría influenciada no solo por el carácter expresivo de las movilizaciones del Mayo Francés, sino también por la crítica institucional implicada en la sensibilidad de los Situacionistas. Así fue cómo se sintió atraído por el diseño, la impresión y circulación pública de imágenes, pósters y flyers, como un modo de acción directa y contacto político comunitario.

¿Cuáles son los proyectos que estás movilizando para esta fecha tan especial como son los cincuenta años de Stonewall?

Estoy en dos proyectos. El primero, en colaboración con The Center, uno de los centros comunitarios más importante de Nueva York para lesbianas, gays, bisexuales y trans, es la distribución de 25.000 ejemplares del sticker RIOT [revuelta] durante la marcha que se celebrará el 28 de junio. Se trata de la reproducción de una obra de nuestro colectivo Gran Fury, el grupo de activismo político y visual que conformamos algunos miembros de ACT UP junto a otros activistas, diseñadores y artistas independientes en 1988, en el que reversionamos la escultura histórica “LOVE” de Robert Indiana, emplazada en la Gran Manzana, con un llamado a la rebelión. En su reverso pueden encontrar la dirección de nuestro sitio web donde vamos a poner a disposición de quien quiera, a su vez, uno de los pósters de “Welcome to America” (Bienvenidos a América), otra intervención antigua de nuestro colectivo, que denuncia irónicamente la falta de asistencia médica en un país desarrollado como Estados Unidos, así cada cual podrá imprimir su póster sin tener que pagar por una imagen en gran resolución para intervenir en el espacio público. El segundo proyecto en el que estoy involucrado es en colaboración con Visual Aids, una organización artística destinada a producir conciencia sobre el VIH, con quien editaremos miles de ejemplares de una publicación gratuita que denominamos “¿Qué es la liberación para el siglo XXI?”. Les hicimos esta pregunta a 11 personas de diferentes generaciones, de distintas razas, géneros, edades y publicamos extractos de lo que contestaron. Nos interesaba pensar cómo, cincuenta años después, se puede actualizar lo que deseamos como liberación. Las respuestas son sorprendentes, y personalmente, me han transformado. Creo que lo que celebramos hoy, no es solo lo mucho que hemos crecido, y cuán diversos somos, sino también cuán pocos éramos en aquella época, y como tantas décadas de  lucha política nos han modificado. 

En ambos proyectos se nota la importancia que le das a la acción visual en el espacio público. Desde 1987, cuando imprimieron el póster “SILENCIO = MUERTE”, esto ha sido una constante. ¿De qué manera se articula la acción artística en la calle con la práctica política? 

La primera persona que perdí por el sida fue en 1984. Era lo que se considera, mi alma gemela: él fue la primera persona en amarme de la misma manera que yo lo amaba a él. Si bien en la comunidad gay sabíamos la manera en la que se manifestaba aquello que se llamó “Inmunodeficiencia Asociada a la Homosexualidad” o “Cáncer Gay”, eran tiempos muy solitarios y de mucho aislamiento cuando alguno de estos síntomas aparecían. Vivíamos con mucho temor, y no nos referíamos de forma explícita al sida, siempre usábamos códigos para hablar de lo que estaba pasando. La gente decía “Oh, escuché que él está enfermo” para decir “Escuché que tiene sida” o  incluso, “¿Has perdido peso?” para preguntar de forma oblicua “¿Estás enfermo?”.  Siempre creí que ser queer era coexistir con códigos, y en algún sentido eso sigue siendo cierto. Creamos palabras e imágenes para comunicarnos por fuera de las que nos impone el mundo cuando habla de nosotros. Después de la muerte de mi pareja, cuando me tocó contar qué había pasado, vi que toda la gente a mi lado que vivía en las mismas condiciones. Romper el silencio era descubrirnos, notar que estábamos conectados, inmersos en un mundo secreto. 

¿Cómo reaccionaste ante eso?

Entre amigos decidimos formar un colectivo para hablar específicamente sobre esto. Basados en los grupos de conciencia y sensibilización feminista nos reuníamos periódicamente para hacer de nuestra intimidad una cuestión política. No era un grupo de apoyo, ni de terapia. Estaba destinado a hacer política. Hablábamos de nuestras pérdidas, del miedo a tener sexo, pero también de epidemiologia, de políticas públicas y de formas de representación de lo que nos pasaba. Un póster nos parecía la mejor forma para tematizar esta preocupación, y hacerlo de forma pública creando conciencia en el proceso. Después de nueve meses de trabajo, elaboramos colectivamente el póster “SILENCIO = MUERTE”, que colocamos por distintos barrios de la ciudad de Nueva York. Recuerden que esto fue antes de ACT UP, por lo que no sabíamos cuál iba a ser la reacción. 

¿Ese silencio cambiaría después de la irrupción de ACT UP? ¿Cómo continuó su trabajo relacionando la cultura visual y la acción directa? 

Los miembros de este primer colectivo con quienes realizamos el póster “SILENCIO = MUERTE”, asistimos con nuestros carteles a una conferencia de Larry Kramer, que era una de las pocas personas que hablaba públicamente del tema. Terminada la conversación, era tal la euforia compartida que decidimos reunirnos de nuevo y formar una organización política. Dos días después, aquella comunidad que allí se había encontrado fundó ACT UP, y tomarían forma las reuniones masivas que nos caracterizarían, donde cientos de personas pondrían el cuerpo en accionar de forma directa por nuestra salud. 

¿Cómo nace el grupo Gran Fury?

En 1987 Bill Olander, director del New Museum, nos pide aquel póster para enseñarlo en la vidriera de la institución. Después de muchas conversaciones tensas accedimos. Como necesitábamos ayuda, anuncié en una de las reuniones de ACT UP que buscábamos gente que trabajara en esto. Así fue como un grupo de activistas en aquella reunión, y durante el proceso de montaje de nuestra instalación dentro del museo, conformamos Gran Fury, un grupo que se dedicó especialmente a trabajar con el lenguaje de la publicidad y el marketing, campañas visuales para crear conciencia sobre la crisis del sida, hablándole a la “bestia” con su propio lenguaje, es decir, usando el lenguaje vernáculo del capital contra sí mismo. Todos en el colectivo Gran Fury suscribíamos a ese conjunto de estrategias, queríamos trabajar en la calle porque pensábamos que era más importante hablar con la gente que hacer cosas sobre la crisis del sida dentro de los museos. No éramos propaganda de ACT UP, como algunos creen. Para nosotros ACT UP, era un espacio de formación e investigación a través del cual creábamos nuestra forma de ocupar la calle. Hablábamos de eso que parecía un secreto, un estigma. Algo que aún hoy continúa. Las personas queer seguimos hambrientas de información sobre nosotras mismas. Seguimos buscando esos otros códigos sobre cómo poder vivir en este mundo. Por eso continuamos trabajando desde la cultura visual, porque hay una comunidad que necesita volverse audible y verse reflejada.