“Hay un problema simbólico en el mundo del tango: vengo predicando que estos años desde el #NiUnaMenos serán un capítulo importante de la historia del tango. De 2016 a 2020 será ‘Las mujeres que hicieron’: cantantes, intérpretes, gestoras, comunicadoras”, plantea Patricia Malanca y no duda en identificar a su flamante disco Plebeyas (Ellas, Yo y Superellas) con ese movimiento. “Quería plantar una bandera”, afirma. Tras su experiencia tangueando a Silvio Rodríguez, su incursión griega y su figura en el centro de Bucles, en Plebeyas Malanca arma dúos con importantes cantoras. Así, comparte cartel con Karina Beorlegui, Marian Farías Gómes, Noelia Moncada, Julieta Laso, Dolores Solá, Virginia Innocenti, Daniela Horowitz, Celsa Mel Gowland, Yamila Cafrune, Miss Bolivia y Charo Bogarín, además de un bonus track con Facundo Radice. Malanca presentará el disco hoy a las 21 en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575) junto a sus colegas.
–Al terminar la escucha quedan flotando los versos que dicen “yo vengo de una tradición de voces”, eso identifica al disco, ¿no?
–Entre otros tributos a la mujer, en ese tema, “Cuerdas de barro”, lo que tenía ganas de contar es el lado B de las cosas. Las voces graves de la historia del tango están muy subvaluadas. En general se imagina a la cantante que encabeza orquestas como una voz viniendo de lo lírico, donde la voz se expande. La fantasía es que hay monitores maravillosos, un sonido espectacular. Eso no pasa en la realidad donde ellas te pueden contar la historia sin perder contacto con el territorio. Porque cuando vas a un festival los monitores no funcionan, en una fábrica capaz no hay monitores, en un bar no funcionan los retornos.
–¿Qué pasa entonces?
–La voz se casca cuando estás del lado del pueblo. Estas voces con barro, que pareciera son desconsideradas dentro del tango, que han sido las olvidadas, quería rescatarlas en esa milonguita rioplatense. Además por lo general son mujeres que han estado al lado del pueblo. La idea era poner a todas esas mujeres para las que calar una nota no es el problema, sino comunicar y expandir lo que querés decir, que haya alguien que pueda identificarse con eso y tomarlo como bandera. Si me preguntás qué estaba buscando, en esa canción y el disco, es un hit.
–¿Un hit?
–Las mujeres, que somos las que nos sentamos y cortamos entradas, las que ponemos más guita en el tango, necesitamos un hit tanguero de esta época. Uno que podamos corear.
–Te armaste un dream team invitadas para eso.
–Sí, pero te lo voy a contar por el reverso. El reverso cuando uno piensa estas cosas es entrenar cierta tolerancia para bancarse el “no”. Porque mi dream team era más grande y se fue reduciendo. Tuve que buscar alternativas. Cada persona estaba pensada para cada canción.
–Aun así es un dico largo: 13 temas, 50 minutos contra los 30 que suelen durar los discos últimamente.
–Así como las redes sociales causan que hoy de las notas periodísticas se lean no más de tantos caracteres, lo mismo pasa con la escucha. Salvo los periodistas especializados, cuesta mucho que la gente escuche música nueva. ¡La atención está tan dispersa! Por eso el disco sea multivocal ayuda a que te quedes a ver qué pasa. Y tiene como una novela, porque yo armo discos conceptuales.
–Ahí está el de Silvio, la incursión griega, Bucles más para adentro... ¿y este?
–Voy pensando el disco como una novela donde llego a un climax, pongo las cosas en tensión y en suspenso, para que después te quedes porque pasa algo más. Las canciones son todas de vidas de mujeres que conocí, mujeres grandes, de entre 50 y 80 años. Los temas 1 al 6 son muy urbanos. Ahí entra “Pasajera en trance” y te invito a viajar: Grecia, los paisajes del sur, Silvio, el mundo, Cuba. Tiene ese viaje.
–Al final está la colaboración con Facundo Radice y Gabriel Bartolomei.
–Pero es un bonus track. Con Facu concebimos esa canción para una campaña por la paz en Colombia. Además me gusta que haya un varón, yo no creo en una sociedad amazónica, en el matriarcado. No es eso. Creo en la igualdad. Me gusta estar con varones. Entiendo que todo movimiento tiene su momento ultra. Pero en un par de años, equalicemos.
–¿Por qué la necesdiad de hacer dúos?
–En realidad empecé en el tango haciendo dúos, a los 13 o 14 años en un cuarteto de la escuela donde estudié en Avellaneda. No sé cantar otra cosa, un bolero por ejemplo. Es cierto que escucho rock, sí. Pero lo que canto artísticamente de toda mi vida siempre fue tango. En ese grupo la propuesta era un grupo de tango vocal, con contracantos corales, cánones, donde alguna tenía la voz cantante primero y las otras hacían coros. Hice eso desde los 13 a los 17. Era llamativo y nos llevaban a todos los festivales. Lo que te queda impreso de niño o adolescente no te queda claro en ese momento, pero es lo que te vas a llevar para siempre. A mí me gusta mucho eso de hacer otras voces. Voy en el auto con un disco y voy haciéndole voces. Es parte de mi acervo.
–¿Cómo lo concebiste desde lo musical?
–Las composiciones las hice con muchos músicos varones. Y diferentes. Pero no quiero siempre el mismo compositor. Creo que eso da la posibilidad de una melodía diferente. Algo que ayude a que los estribillos sean poperos para que haya una reiteración y vayan quedando. Lo que necesitamos es que alguien vuelva a salir a la calle silbando un tango, una de sus melodías. Me gustan los melodistas en el tango. Si me das a elegir entre eso, la armonía y la rítmica, me quedo con la melodía. Y quería que el sonido sea tango, que sea orquestal, para que la oreja disfrute y se expanda. Es lo que el público, y especialmente el que está esperando la visión de la mujer en el tango, está esperando. Las mujeres tenemos que mostrar que estamos liderando los proyectos con calidad.