Desde París, Francia
No se cómo estoy escribiendo esto. No siento los dedos. Lo va a patear de nuevo, el primero fue suave y lo atajó Alexander, pero sacando ventaja. Y Florencia sabe lo que es que quieran sacar ventaja de una. Mira de nuevo la pelota, pareciera que nada más existe. El VAR nos dio esta chance, y el VAR también nos da una nueva vida. ¡Goooooool! Lo grito y no lo creo. Gol de las pibas, el tercero, el que gritamos con las entrañas y nos hizo saltar del asiento a todos los que estamos acá. Y seguro allá también. Hay empate y hay ilusiones, acá no se rinde nadie. Florencia Bonsegundo les rompió el arco a las escocesas y puso el 3 a 3 definitivo, ese que ahora nos deja esperando en manos del destino y nos hace dar cuenta de que no pudo haber mejor desenlace. 

Recuerden estos apellidos: Correa, Bravo, Barroso, Cometti, Stabile, Benítez, Santana, Larroquette, Banini, Bonsegundo, Jaimes, Garton, Pereyra, Sachs, Oviedo, Gómez, Mayorga, Potassa, Coronel, Chávez, Juncos, Menéndez, Ippolito. Ellas son las veintitrés mujeres que detuvieron a un país durante noventa minutos y cambiaron la historia del fútbol femenino, ese que supuestamente no le importaba a nadie. Ahora, todes sacamos cuentas para ver si los números las depositan en la próxima etapa. Ellas ya hicieron todo.

El planteo táctico fue acertado. Argentina tenía que salir a buscar una victoria para asegurarse el pase a octavos de final. Estefanía Banini parecía estar más suelta y Bonsegundo era su gran compañera. El desgaste para recuperar la pelota desde el ataque me hace acordar a todo lo que tuvimos que vivir las mujeres para que nos den una pelota. Larroquette la busca, y hasta no recuperarla no va a parar. Se le nota. Y lo logra. 

Pero en su mejor momento, cuando parecía que iba a llegar ese primer grito en francés, gol de Escocia. Y arrancar perdiendo no es fácil, más cuando jugás bien y no encontrás explicaciones racionales. Un error puede ser determinante. Y en este caso lo fue. El primer golpe fue duro e inesperado. Las pibas tenían la difícil tarea de mantenerse juntas y organizadas porque había que salir a buscar la victoria para estar más cerca del objetivo. 

Comenzó el segundo tiempo y sigo temblando. Capaz ahora más que antes. Me acuerdo de todas las charlas que tuvimos. Sé todo lo que pelearon por estar ahora, en este momento, jugando en el Parque de los Príncipes por un boleto a la próxima ronda. Gol de Escocia, otra vez. Que bronca tengo. La derrota parcial es injusta. Ahora siento que todo es injusto. Si ustedes están jugando bien, están gambeteando y llegando al arco ¿qué pasa?.

Dale, Argentina, dale que se puede. Pienso en la épica. Qué locura sería poder dar vuelta este partido. Muero de nervios. Fumé un cigarrillo intentando bajar la ansiedad, pero no hay nada que pueda calmarme. Quiero saltar al campo de juego para que me escuchen, para gritarles que sigan así, que confiamosío en ellas. Que todos lo hacemos. Me pregunto cómo hago para levantarlas después de esta caída. Sé que se levantaron de muchas, pero esta derrota es especial, como todo lo que están viviendo. Están cansadas, se nota. Y otra vez podemos hablar de la diferencia física y mental. Y de la falta de preparación para enfrentar a estas potencias. Pero no puedo parar de pensar en lo que están sintiendo. Y sigo con bronca.

¿Otro gol? No lo puedo creer. No. No se merecían esta derrota. El desarrollo del partido no condice con este resultado, eso seguro. Momento de cambios, de darle la oportunidad a algunas que todavía no habían tenido la chance de debutar en Francia. Milagros Menéndez, con hambre de gol, y Dalila Ippolito, una promesa del fútbol local que en la primera que tocó ya nos hacía creer que algo podía pasar. 

¡Gooooool! gol de Argentina. Lo grité y se me salió el corazón. Salté del banco y casi tiro todo. Dalila, la más chiquita del plantel se atrevió y nos llegó el merecido desahogo. Las dos que recién entraron, porque siempre lo supimos, somos muchas más que veintitrés. Mili, lo hiciste vos, pero fue de todas. Está tu papá en la tribuna, ese que estaba seguro de que si entrabas la metías. Te vio ha­cer el primer gol del equipo en esta competencia. No puedo imaginar lo que debe estar sintiendo en este momento.

¡Gooooooooooool, carajo, goooooool! Bonsegundo, querida, hiciste que tire todo el agua arriba de la computadora. Tomé agua para recuperar la garganta del primero y terminé haciendo lío ¡pero qué lío! Estoy tem­blando. En las tribunas no paran de alentarlas. ¡Vamos, che!, vamos que falta uno para empatar. Vamos que se puede. Que ustedes pueden.

Y pudieron. Con más fútbol en el primer tiempo, y con pura garra en el segundo. Pudieron porque cuando no daban más las piernas de haber enfrentado a Japón y a Inglaterra, escucharon el himno con emoción y recargaron energías. Porque con un resultado tan adverso decidieron que no estaba todo dicho. Porque Cometti, la central aguerrida que ordenó la defensa en los tres juegos, llegó al área y yo volví a gritar. Fue penal, no tengo dudas de eso. Y el resto ya se los conté. No siento los dedos. Pero el orgullo no nos lo saca ningún resultado. La historia ya está escrita, y ustedes son parte de ella.