Ninguna de las diputadas que promovió y votó en 1991 la Ley de Cupo renovó su banca. Ni radicales ni peronistas. Terminaron su mandato y quedaron afuera del Congreso. No fue casual. Me acordé de ese dato en el fragor del tuitazo, que fue tendencia el martes, para reclamar #FeministasEnLasListas. “Decimos que fue una maldición que recibimos en Diputados porque cuando se aprobó la ley, el miembro informante en ese momento se dio vuelta y con el dedo levantado nos dijo: ustedes no van a llegar nunca más. Y tenía razón”, cuenta Norma Allegrone, radical, entonces diputada y autora de uno de los proyectos que finalmente se aprobó y que favoreció el ingreso de las mujeres en el ámbito legislativo. El noviembre Allegrone fue homenajeada en el Congreso. Curioso: la recordaron por aquella ley histórica, pero nunca pudo volver a ocupar una banca. Los patriarcas radicales se la juraron.
Tampoco las peronistas renovaron mandato, ratifica Marcela Durrieu, diputada en aquel tiempo. “La tasa de reelección de las mujeres es bajísima desde siempre... salvo honrosas excepciones, que tienen una explicación particular”, señala, después de haber estudiado el tema. Y si son feministas, las chances son aún menores. Les cuesta más entrar en las roscas y en las listas.
Del grupo de l@s soror@s, que articularon la estrategia para darle media sanción al proyecto de Interrupción Voluntaria de Embarazo, en 2018, terminan su mandato este año Carolina Moisés, Cecilia Moreau, Silvia Lospennato, Mayra Mendoza, Araceli Ferreyra y Victoria Donda, toda ellas identificadas con el feminismo con distinto color político. Y también dejan la banca unas veinte diputadas más de pañuelo verde. Hasta ahora, solo alguna tiene asegurado un lugar en una lista, pero nada aún está cerrado.
¿Tiene un costo para las mujeres hacer política y desafiar los códigos machistas? ¿Tanto incomodan aquellas que levantan banderas e impulsan proyectos que buscan equilibrar un poco las balanzas que inclina el Patriarcado? Podría enumerar un listado de nombres de valiosas exdiputadas, que se reconocían feministas en diferentes bloques, a las que no les dieron chance de renovar mandato. Recuerdo a una diputada kirchnerista que en 2008 presentó un proyecto para despejar las dudas en torno a los abortos legales establecidos en el Código Penal y confirmar que la no punibilidad en casos de violación, que cuando terminó su mandato me dijo que claramente le habían dicho en el partido que aquella iniciativa le había costado la posibilidad de una reelección. ¿Tan así? Ella estaba convencida. El maleficio.
En mi último libro “Yo te creo hermana”, entrevisté a mujeres, lesbianas, travestis y trans de procedencias, geografías, edades y ocupaciones bien distintas, para armar un mosaico del machismo en la sociedad. Entre las voces en primera persona que incluí hay varias de exlegisladoras que dan cuenta del ninguneo y las diversas violencias machistas que atraviesan transversalmente la militancia política de las mujeres.
Vale recuperarla algunos fragmentos de sus testimonios, en un escenario de cierre inminente de listas:
“–Cortito... que a las mujeres no les gusta escuchar a las mujeres.
Lo escuché y sentí que me moría de impotencia y humillación. Yo ya estaba arriba del escenario, a punto de empezar a hablar. Era un acto organizado por las mujeres del partido, creo que por el Día Internacional de la Mujer. Me lo dijo al oído, bajito. Justo en el momento en que estaba por dar mi discurso. Le contesté que era una teoría que Cristina Kirchner, que asumiría con nosotros y era primera dama, iba a querer conocer. Se quedó blanco cuando le respondí. (...) Me lo dijo mi compañero de fórmula que obvio, era el primero en la lista, pero además tenía una trayectoria y también, portación de apellido, porque era hermano del gobernador. Claro que no le hice caso. Aun así, en los actos me tiraba del saco par que fuera breve...” (Marina Riofrio, ex senadora).
“... He estado mucho tiempo en organizaciones rodeada solo de varones. Y en reuniones políticas me ha sucedido que alguno empezara a masajearme los pies o a tocarme las piernas, debajo de la mesa y tuve que correrlas. Siendo diputada, compañeros de bloque o de espacio político me han tratado de ‘nena’ delante de otros legisladores, en reuniones donde se discutía la agenda de la próxima sesión, por ejemplo. Se aprovechaban del hecho de que era una mina joven para desacreditar mi postura política. A veces, no podés putearlos porque son aliados, poro me dejan en un lugar de alta exposición dentro, incluso, de mi propia fuerza. Para descalificarme también han utilizado otras frases que son típicas: ‘Sos muy subjetiva’, ‘te falta para entender la política’ o ‘yo te digo...’ y empiezan a explicarme algo que yo ya sabía. En una época anotaba cuántas veces por día me las decían”. (Cecilia Merchán, ex diputada nacional).
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“... El partido tiene tres pilares bien claros: contra el capitalismo, contra el extractivismo y contra la violencia machista. El lema es ‘Nueva Cultura Política’. Por la cuestión del cupo, quedé segunda en la lista. Se decidió hacer mandatos de un año y cuatro meses, para ir rotando. Empecé a notar que muchos de los varones del partido reproducían las típicas conductas machistas que yo quería combatir. En el grupo de WhatsApp que teníamos, circulaban chistes y comentarios machistas permanentemente; algunos integrantes también compartían fotos con pibas, que se habían sacado en boliches, y decían que estaban militando la noche. Los demás los aplaudían. Eso era moneda corriente. Pero sobre todo, desvalorizaban mi trabajo y minimizaban el problema de la violencia contra las mujeres (...) Querían que cuestionara el machismo hacia fuera, pero no hacia adentro...” (Jime, ex concejal en una ciudad cordobesa).
Riofrio fue dos veces senadora, entre 2005 y 2017, y no pudo aspirar a renovar mandato. La dejaron afuera. Merchán, fue diputada entre 2007 y 2011: “Creo que es muy difícil para todas nosotras la renovación”, reconoce. Es diputada del Parlasur hace un año y medio. Jime terminó su mandato acordado y decidió alejarse del partido, después de tener que aguantar que en su propio espacio político sus compañeros le dijeran “loca”, “feminazi”, “a lo mejor no sos para la política” y “vieron que las mujeres no se bancan la política”.
Como detalló ampliamente Marta Dillon en su columna “La hora de las feministas”, la presencia de legisladoras feministas en el Congreso en distintos bloques empujó la sanción de leyes fundamentales en la ampliación de derechos para las mujeres, les niñes y adolescentes y los colectivos LGBTTI. Por eso –insisto– es fundamental que haya #FeministasEnLasListas. En tiempos marcados por las masivas movilizaciones callejeras convocadas por el movimiento de mujeres, lesbiana, travestis y trans, es hora de romper el maleficio.