Finalmente, Michael Flynn, el controvertido consejero de seguridad nacional de Donald Trump, renunció a su cargo luego de admitir lo que semanas atrás había negado: que mantuvo conversaciones con la diplomacia rusa. El escándalo que produjo la primera baja en el gabinete republicano fue minimizado por el Kremlin: "No es asunto nuestro", sintetizaron.
En su carta de dimisión, Flynn admitió que "transmitió sin querer al vicepresidente electo (Mike Pence) y a otros información incompleta sobre sus conversaciones telefónicas con el embajador de Rusia" en Washington, Sergei Kislyak. Es decir, que les había mentido en la cara cuando les negó esa información revelada por la prensa norteamericana.
La salida del funcionario era inminente. Horas antes de conocerse la dimisión, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, afirmó que Trump estaba "evaluando la situación" creada por Flynn. Más tarde, en un nuevo contacto con la prensa, anunció que, hasta que se decida un sucesor, el lugar de Flynn lo ocupará de manera interina otro general retirado, Joseph Kellogg.
La noticia también tuvo eco en Rusia. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, sostuvo que la renuncia del ahora ex asesor de Trump “no es un asunto nuestro” sino “una cuestión interna de Estados Unidos", por lo que "no queremos comentar este caso de ninguna manera".
La polémica estalló en enero cuando salió a la luz que, antes de que Trump asumiera, Flynn había conversado con Kislyak sobre el tema de las sanciones estadounidenses contra Moscú. Este cortocircuito con Moscú fue tomado por Barack Obama durante sus últimos días como presidente, luego de las denuncias que indicaron que Rusia había puesto en marcha una campaña sucia contra la candidata demócrata, Hillary Clinton, antes de las elecciones que luego ganaría Trump.
El 15 de enero, cinco días antes de la toma de posesión, Pence defendió públicamente a Flynn. Pero el diario The Washington Post y el The New York Times informaron el viernes pasado que los servicios de inteligencia descubrieron que Flynn pidió al embajador ruso no reaccionar de forma desproporcionada contra la medida de Obama, porque la administración Trump podría revisar las sanciones cuando llegara a la Casa Blanca.