La música de Minino Garay es como un árbol variopinto en frutos. Uno de ellos, exótico por cierto, nace de la traspolación de un cordobés cuartetero que conoce el jazz, se enamora de él, y funde ambos mundos. Otro, coherente con aquel, madura tras el péndulo estético y vivencial de un músico que hace veinticinco años vive en París pero es más cordobés que Talleres, el Uritorco y Cruz del Eje. El tercero parte de escuchar su décimo disco (Tunga tunga’s Band) y degustarlo como una fruta libre de transgénicos, que cae y se zarandea en el aire al compás de piezas bien rítmicas que el percusionista comparte con gente cercana. Con su madre, la poeta Nury Taborda (“Ay, cuanto me gustas”), con La Mona Jiménez (“Lo que te toca, te toca”) y con históricos como Miguel Gelfo y Tincho Rolán.
Saber de qué va todo eso, entonces, implica llegarse al CAFF (Sánchez de Bustamante 772) este sábado a las 21. O, en su defecto, escuchar el disco y leer lo que piensa Minino sobre él. “Es un proyecto que vengo pensando hace años”, dice y completa: “Somos contados con los dedos los argentinos que giramos por el mundo hace 25 años sin parar, y hay algo que no me gusta: he estado en casi todos los festivales de jazz, world music, y nunca vi una representación de la música de mi ciudad... la más bailada y negada de la Argentina. Por eso la llevo por el mundo, y por eso hice este disco”, subraya Minino, que obedeció a su mujer (la cantante y actriz Alex Pandev) a la hora de pensarle un nombre al trabajo. “La idea fue genial: ¡solo pronunciar ese nombre te hace bailar!”, alega. Otra idea es desactivar el machismo que identifica históricamente al género. La participación de mujeres (muy por arriba del cupo femenino) habla por sí. “Alex, mi madre, mis amigas Lore Jimenez, Adriana Cattanio, Jenny Nager, Pao Bernal, todas han inspirado este disco. Y a todas las admiro. En homenaje a ellas, el cuarteto cordobés, que es machista, debería darles más lugar.”
–Otra arista es volver al clásico formato de acordeón y violines. ¿Por qué?
–Es la respuesta a que desde 1990 todos los grupos de cuarteto suenan igual en los caños, en la percusión latina y especialmente en la voz. Los cantantes parecen puertorriqueños... Está bien mezclar, yo hago eso, pero ¡que haya variantes, por favor! Así como se hacen las cosas ahora, nadie va a poder exportar nuestra música. Respeto a todos los cuarteteros, pero déjense influir por otras cosas, no solo por reggaetón y trap.
–Da la impresión que tu amor por el cuarteto se profundizó desde que vivís en Francia. ¿Es tan así o hay matices?
–No es que se profundizó, sino que comprendí la esencia de la música popular. Gano plata con el jazz, tocando en los mejores escenarios, y la invierto en el cuarteto ¡Qué locura! (risas). La vida está hecha de contradicciones y yo soy ejemplo.
–Era casi imposible lograr la intervención de un francés como el gran acordeonista de musette Christopher Lampidecchia en la música de cuarteto. ¿Cómo resultó tal audacia?
–Natural, de la misma manera que metí percusión, cajón y bombo leguero en los discos de jazz francés, y grabé con todos los acordeonistas. Lampidecchia vino tres veces a la Argentina y ya había escuchado y tocado cuarteto, así que fue fácil. El es especialista en la musette, la música bailable de Francia, donde todos los acordeonistas tocan pasodobles y tarantelas. Por eso el show en el CAFF será único, podrán bailar cuarteto con uno de los mejores acordeonistas franceses. Va a ser un concierto alegre para olvidar estos momentos terribles que vive nuestro país.
–¿Y cómo es la reacción cuando encarás un set de cuarteto en Francia?
–Alegría y ganas de bailar. No hay prejuicios de nada, es hermosa esa sensación.
–El disco también conlleva un homenaje al Cuarteto La Leo, a través de “Leo, Leo, Leonor”, en homenaje a Leonor Marzano, pionera del género, y “Lo que te toca, te toca”, ¿cómo nacieron esos temas?
–Las historias están en sus letras. La primera es un homenaje a esa hermosa y maravillosa mujer. Y la letra de “Lo que te toca te toca” es de muy alto nivel. No por nada mi madre Nury, su autora, fue profesora de lenguas en la Universidad de Córdoba hasta 1976, cuando fue echada pero no por los militares sino por los traidores que dirigían la Universidad.
–¿La Mona o Rodrigo?
–Quiero a los dos. La Mona representa nuestro pueblo desde hace mucho tiempo. De Rodrigo conocí a su padre Pichín, un hombre honesto. Rodrigo fue quien llevó el cuarteto a Buenos Aires. Pero los que dirigen las bailantas no permiten que el cuarteto entre en Buenos Aires tal como es. Que te hagan tocar cinco veces por noche y termines muerto en una ruta... la gente del cuarteto nunca permitió eso.