Parece una herejía llamar "banner" al estandarte puesto en la entrada al salón auditorio del entrepiso del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín 1080), cuyo diseño de discretos firuletes sobre fondo habano anuncia: "Círculo de Librerías de Viejo. Ciudad de Rosario. Usados, raros, antiguos, descatalogados, primeras ediciones".

Hay algo de austeramente nobiliario en ese literal círculo que enmarca como insignia un libro abierto con un señalador. Y la musa de todo esto esta vez no podía ser otro que don Alonso Quijano, más conocido como el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, el personaje creado por Miguel de Cervantes Saavedra a comienzos del siglo XVI y que habita una novela fundante de la literatura en lengua española: El Quijote. De barba y mirada intensa, el coleccionista especializado Daniel Molero podría ser un descendiente del linaje del fabuloso manchego. Al entrar a la Feria, a la derecha, se extiende su "muestra andante" de ediciones ilustradas del Quijote, cuyo dueño no se cansa de contar las mil maneras en que la comparte con chicos de las escuelas. "Las mil caras del Quijote. La muestra andante. Seguimos luchando contra gigantes", anuncia en una rima creada por él mismo como lema del proyecto. Dice que lo más lindo son las "teatralizaciones": un chico hace de Don Quijote, otro de Rocinante, otro de Sancho Panza y los demás se paran en pupitres y mueven los brazos como las aspas de molinos de viento, recuerda agitando los brazos. Ninguna nena quiere ser Aldonza Lorenzo pero otro cantar es Dulcinea del Toboso, la mujer idealizada por el enjuto caballero.

Andres Macera
Al entrar a la Feria, están las ediciones ilustradas del Quijote,

Daniel Molero es psicólogo de profesión. Un día, hace más de doce años, compró en la librería de Richieri y Córdoba el Quijote ilustrado por Salvador Dalí. A partir de entonces no paró de adquirir ediciones ilustradas de esta obra y cada vez que viaja, o se entera de que un amigo viaja, busca o pide el Quijote. Lo tiene en italiano y en los más diversos idiomas. En una versión actualizada, el Quijote anda en moto. Los libros se pueden hojear y leer. Junto a ellos hay videos y diversas representaciones artísticas del Hidalgo de la Mancha, con su bacía de barbero, su lanza y su armadura. Molero muestra un video de un ballet inspirado en "Las bodas de Camacho", un episodio de la obra que satiriza el matrimonio por conveniencia.

Hay que revolver. Hay algo de viaje en el tiempo en esta inmersión bibliófila donde el pasado se hace presente y materializa la memoria.

Entre las imágenes del Caballero de la Triste Figura llama la atención una escultura hecha con soldaduras de fragmentos de desechos de hierro, recuerdo de Guanajuato, y que funciona como portaplumas. Molero está contando de su viaje a México y alguien le pide una birome. "¡Sáquesela al Quijote!", invita. "¿Pero no es demasiado moderna para don Quijote?", le preguntan con picardía. "¡Pero si el Quijote inventó la Modernidad!", retruca el coleccionista y desarrolla su interpretación de la obra y de su protagonista.

"Cervantes lo hizo parecer loco para que no le quemen el libro ni lo maten a él los verdugos de la Inquisición", explica. Y sigue diciendo que en boca de un "loco" pudo poner Cervantes una crítica de su sociedad, que tiene plena vigencia porque, como le gusta repetir a Molero, "todavía seguimos luchando contra gigantes", aunque Frestón le quiera hacer creer a toda la aldea que sólo son molinos de viento.

Cuenta Marijó, de la librería Argonautas, que este año por primera vez el día de apertura de la feria fue un feriado; el jueves 20 vino mucha gente. Se llevaron una primera edición de Variaciones en rojo, de Rodolfo Walsh, por 600 pesos. Por el mismo precio, ella puso a la venta una de las primeras ediciones de Rayuela, de Julio Cortázar. El viernes, casi sobre la hora de cierre de las 20, Marijó todavía estaba esperando que algún lector o lectora pudiera reencontrarse con aquel libro querido del pasado, una escena que se repite cada año.

Porque no es una feria de libros cualquiera. "Saben que traemos lo mejor", se enorgullece Peco (Waldo Bode), de Libros Macedonio. Está muy contento por las ventas del feriado. Dice que en un día de feria se venden 100 libros, contra los uno ó dos por día que salen del local. Dos ferias anuales (y ésta es la número quince) ayudan mucho a la economía de un negocio del que, fuera de Rosario o Buenos Aires, pocos creen que se pueda vivir. ¿Y quiénes vienen? El experimentado librero arriesga una estadística: el 90% es "un público fiel", y al otro 10% lo caracteriza sonriendo como "Vi luz y subí". ¿Y qué compran? "Más que nada, ensayos históricos, filosóficos", responde y explica que "Rosario tiene muchos lectores universitarios de Humanidades. En consumo de libros, después de Buenos Aires, Rosario ocupa el segundo lugar del país, lejos. Córdoba no existe".

"Hay que revolver", aconseja el dueño de El Caburé, una de las tantas librerías de viejo que participan de esta singular feria.

Observador atento de las transformaciones del mercado, Peco destaca la importancia de las ventas por Internet: "El 90% de los libros que se venden en Argentina por Mercado Libre son de Buenos Aires o Rosario. Argentina tiene 10 millones de libros en oferta en Mercado Libre, y es un país de 40 millones de habitantes". Una perla son las ediciones "impecables" de la colección de ciencia ficción de Minotauro, que estaban intactas en una biblioteca desde los años '70. Hay algo de viaje en el tiempo en esta inmersión bibliófila donde el pasado se hace presente y materializa la memoria. "Hay que revolver", aconseja el dueño de El Caburé. Participan también Oliverio Libros, Libros Incunables, Leo Libros, El Pez Volador, Libros El Romano, Libros Amauta, Librería El Lugar y la restauradora Analía Blanco.