La consolidación del neoliberalismo como paradigma dominante debilitó el entramado social. La caída de la participación salarial en el ingreso, la precarización laboral y el incremento en los niveles de desigualdad, son fotogramas de la misma película. El economista Aldo Ferrer decía que “la desigualdad más que la pobreza misma es un caldo de cultivo de la insatisfacción social, conflicto y violencia”.

En ese contexto, las fuerzas progresistas tienen severos problemas para canalizar el malestar con la globalización neoliberal. Por el contrario, las derechas “más duras” obtuvieron resonantes logros electorales como el triunfo de Donald Trump o de Jair Bolsonaro. El crecimiento de los partidos xenófobos europeos es otro ejemplo de retroceso civilizatorio.

Como en otras tristes etapas históricas de la humanidad, la búsqueda de “chivos expiatorios” es redituable en término de votos. “El argumento es tan simple como efectivo: la culpa de que a ustedes les vaya mal, trabajadores de nuestra patria, es de otros que no pertenecen a la patria. Que el estadounidense de clase media vea que su ingreso es menor hoy que hace cuarenta años cuando la productividad experimentó un crecimiento sustancial es culpa de los latinos que les quitan los trabajos, que además son gente mala, ‘criminales’ y ‘violadores’, a los que hay que construirles un muro para que no puedan entrar. En Gran Bretaña el mensaje se transmite con algo más de decoro, pero es en esencia el mismo, con los inmigrantes de Europa del Este jugando el rol del enemigo externo”, explica el economista Martín Guzmán (“Pichetto, un asalto al peronismo, artículo publicado en Tiempo Argentino).

La identificación de un “chivo expiatorio” invisibiliza a los beneficiarios reales del orden neoliberal. “Si la productividad creció y el salario promedio creció menos, lo que ocurrió es que la diferencia se la quedó otro. Y ese otro no son los inmigrantes, que también son asalariados, sino los dueños del capital, que incluye al capital político.”, sostiene Guzmán.

La sociedad argentina tampoco es ajena a la circulación de discursos xenófobos. En 2016, el conductor de programas de tv y radio Jorge Lanata emitió un informe titulado “Argentina, país generoso” donde objetaba la cantidad de extranjeros que estudiaba en la UBA y se atendía en los hospitales públicos bonaerenses. Poco después, el senador Miguel Ángel Pichetto sostuvo que “Perú resolvió su problema de seguridad y transfirió a todo el esquema narcotraficante: las principales villas de la Argentina están tomadas por peruanos. La Argentina incorpora toda esa resaca…¿Cuánta miseria podemos aguantar recibiendo inmigrantes pobres?. El problema es que siempre funcionamos como ajuste social de Bolivia y ajuste delictivo de Perú”.

El neonazi Alejandro Biondini escribió en su cuenta de Twitter “primero Lanata, ahora Pichetto…tanto que fui perseguido y proscripto durante años por opiniones similares…hoy me siento un moderado”. El Preámbulo de la Constitución Nacional todavía asegura los beneficios de la libertad “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. El flamante candidato a vicepresidente oficialista Miguel Ángel Pichetto piensa distinto

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