La unidad era una posibilidad que desde hace un tiempo atrás seducía a la mayor parte del votante opositor, especialmente aquellos de extracción peronista. El objetivo fundamental siempre estuvo presente en el imaginario colectivo: un nuevo gobierno de unidad para ganarle al actual oficialismo con el objetivo de instalar un modelo económico diferente y con más posibilidades para todos los argentinos y en especial a aquellos sectores más relegados y desprotegidos de nuestra sociedad.
Es cierto que desde principios de este año diferentes espacios opositores peronistas empezaron a nuclearse alrededor de Unidad Ciudadana, pero es cierto también que partir de la decisión de Cristina los tiempos se acortaron y la tan necesaria unidad empezó a tomar formato definitivo. Con un solo movimiento las tres etapas se cumplieron (unidad, proyecto y candidato) y Alberto Fernández como precandidato a presidente comenzó a forjar una unidad más amplia que culminó con la inclusión de la mayor parte de los gobernadores peronistas, del Frente Renovador de Sergio Massa y la conformación del Frente para Todos y Todas.
Y como se pudo observar a lo largo del último mes, la unidad logró consolidar el voto opositor. Aquello que tiempo atrás parecía inviable, con la conformación del frente opositor se hizo posible: si se tienen en cuenta los resultados en esta última encuesta de CEOP, la posibilidad de ganar en primera vuelta está presente. Es indudable que queda un largo trecho por recorrer y dos etapas electorales por superar, pero la oportunidad existe. Por primera vez y de manera concreta.
A esta altura del análisis, dos preguntas se imponen: ¿cuál es la principal causa que, más allá de los candidatos, potencia este frente opositor y cuáles son sus consecuencias más significativas?
Para empezar es importante partir de las causas. Y aquí hay que referirse en forma contundente a la economía. El gobierno de Cambiemos logró imponerse en el ballotage de 2015 en base a un conjunto de promesas que nunca fueron cumplidas. Podría decirse que en el transcurso del último año, en especial desde la primera corrida cambiaria que el oficialismo intentó instalar como una tormenta de verano, para los argentinos no fue otra cosa que una verdadera crisis. Aquello que primero fue preocupación se convirtió en insatisfacción y terminó decantando en bronca para la mayor parte de los argentinos.
Y aunque el oficialismo mejoró en la evaluación de los diferentes indicadores de gestión, los datos que se detectan en esta última encuesta continúan siendo más que contundentes al desnudar el enojo de la opinión pública y el concomitante crecimiento del voto opositor: 6 de cada 10 argentinos directamente desaprueban la gestión del Gobierno Nacional; asimismo poseen una marcada desconfianza en Mauricio Macri y su equipo de gobierno y también entienden que el rumbo económico de esta Argentina de los últimos tiempos no es el adecuado. Es más: hasta un 73 por ciento desaprueba de manera taxativa la gestión económica y aunque las expectativas han mejorado en relación al mes anterior, no se debe perder de vista que para más de la mitad no existen perspectivas de mejoras económicas para lo que resta del año.
¿La consecuencia? Un clima de época que no favorece las pretensiones electorales del oficialismo y que se refleja en el mal humor social: al menos hasta el momento más del 60 por ciento decidirá su voto con el objetivo de revertir la actual situación económica.
El crecimiento de la intención de voto del Frente de Todos y de las imágenes positivas de Alberto Fernández, CFK y Sergio Massa se convierten en otro aspecto asociado a la necesidad de transitar nuevos rumbos para reemplazar al modelo económico neoliberal que lleva a cabo esta gestión.
Todo parece indicar que el porvenir de la esperanza se ha comenzado a instalar por estas latitudes.