Rosa María Rodríguez Quintanilla es una periodista mexicana desplazada en su propio país por ejercer su profesión en una zona en donde es muy difícil distinguir entre grupos criminales y gobiernos. Ella, su pareja --también periodista-- y sus hijos fueron amenazados y obligados a huir para salvar su vida. Dejaron todo: trabajos, casa, escuelas, familia y amistades. A dos años y medios de escapar, todavía no pueden volver y es probable que nunca sea posible para ellos el regreso a casa. En esta nota cuenta por primera vez a un medio de comunicación lo que pasó y el destierro social en el que quedaron sumidos.
Rodríguez Quintanilla estuvo en Montevideo a comienzos de mayo para participar del 7º Encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) y del encuentro Amenazas a la Libertad de Expresión, organizado por Cotidiano Mujer. Allí contó su historia de desplazamiento forzado por la violencia, que hoy se reproduce en zonas de guerra y silenciadas por conflictos armados, la delincuencia organizada y sus vínculos con agentes del Estado, en contextos de impunidad, como como es el caso de México pero también de otros países de la región como Colombia, Honduras o Nicaragua.
En México durante el gobierno de Peña Nieto la violencia contra periodistas aumentó más de un 300 por ciento, según informe de la agencia informativa feminista CIMAC. El gobierno actual, en cabeza de Andrés Manuel López Obrador todavía no ha dado señales de revertir la situación. Según CIMAC, entre 2014 y 2015, 147 mujeres periodistas fueron víctimas de violencia de género. Quince de ellas, víctimas de feminicidio. La mayoría investigaban actos de corrupción y vínculos entre los gobiernos federal y locales con grupos criminales.
Rodríguez Quintanilla es de Tamaulipas. Este estado se ubica al noreste de México y al límite con Texas, EE.UU., y es considerado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una “zona silenciada”. “A partir de la guerra contra el narcotráfico en México, en el gobierno de Felipe Calderón, una de las entidades más afectadas es Tamaulipas. Porque ahí se da la lucha de las bandas delictivas por el territorio para el tráfico de drogas a EE.UU., pero también no es solo el narcotráfico, también el tráfico de personas y muchos otros delitos relacionados con estas bandas criminales. Es una entidad donde se registra el mayor número de personas desaparecidas en todo el país. Hay más de 40 mil personas desaparecidas en México a partir de esta declaración de guerra de Calderón al narco”, explicó la periodista a Página|12.
En Tamaulipas se habla de más de 1500 niñas, entre 14 y 19 años de edad desaparecidas, que lo más probable es que hayan sido víctimas de trata. No se conoce exactamente lo que les pasó “porque esta declaración de guerra lo que evidenció fue la debilidad de las instituciones. Entonces ninguna institución estaba prepara y sigue sin estar preparada para enfrentar la crisis de derechos humanos como la que vivimos. La prensa quedó en medio de esto”, relató.
--¿Dónde trabajaba al momento de las amenazas que la obligan a salir de Tamaulipas?
--En Aequs.mx, un centro de información para la igualdad, y en una estación de radio tenía el programa “Foro Legislativo” que abordaba la cobertura de la Cámara de Diputados y temas legislativos. También escribía para CIMAC. Yo tenía tres actividades y aparte militaba en la articulación de organizaciones. Por este contexto en que se vive Tamaulipas, es la entidad que tiene menor participación de ongs. En Tamaulipas muchas y muchos periodistas han sufrido amenazas todos los días. Está tan normalizada que yo no me di cuenta incluso hasta que salí. Me pregunto cómo podíamos estar viviéndolo y no hacer nada. Mi esposo y su hijo mayor también son periodistas, entonces, sobrevivimos a los distintos tipos de amenazas. Pero el 29 de octubre de 2016 nos cambió la vida porque no nos dejaron un margen de oportunidad de seguir ahí, fuimos obligados prácticamente a denunciar.
--¿Qué pasó?
--Estábamos mi esposo (Francisco Cuéllar Cardona) y yo de trayecto a la casa y recibimos una llamada de un amigo que nos dice que nos tenemos que ir. Nos pasa por WhatsApp una imagen que se estaba difundiendo en un grupo de los creados para difundir situaciones de riesgo porque si lo publicas en la prensa no vives para contarlo. Ahí nos acusaban de estar coludidos con el narcotráfico y bandas paracriminales y amenazaban de muerte a mi esposo, su hijo mayor y a mí. Mis hijos más pequeños estaban en la casa solos, pasamos, nos los llevamos con lo que tenían puesto y nos tuvimos que salir. Mi otro hijo estaba estudiando en Monterrey me lo tuve que llevar porque también estaba amenazado. Yo estoy muy involucrada en todo lo que tiene que ver con el Mecanismo porque ha sido una demanda de la red nacional. Conocía el camino.
--¿Qué es el Mecanismo?
--Es un mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos y periodistas. Y depende de la Secretaría de Gobernación. Siempre el manejo ha sido con mucho hermetismo porque perdería la privacidad que requiere. Pero sí conocía el camino para solicitar la ayuda e incluso se me había ofrecido varias veces por la situación que vivíamos. Incluso yo me acaba de mover del periódico Expreso, donde trabajaba mi esposo, cuando explotó el coche bomba (en marzo de 2012). No lo habíamos aceptado porque vivíamos en esa normalidad de que no pasaba nada. De que a todo el mundo le pasa menos a mí. Entonces el mecanismo nos escolta a la ciudad de México, dormimos esa noche en un estado vecino y desde ahí nos extrajo el Mecanismo. Nos llevaron a la ciudad de México y ahí nos dieron todo el apoyo. Éramos la primera familia en denunciar en Tamaulipas. Por supuesto que hemos pagado el costo porque es políticamente incorrecto denunciar y pones el mal ejemplo.
--Tuvieron que dejar todo...
--Todo. Lo perdimos todo. Mi esposo tenía treinta y tantos años trabajando para una empresa y ya no está. El mecanismo te da medidas de protección. En lo urgente es efectivo pero después no te garantiza que sigas ejerciendo. En el país donde la precariedad, los despidos masivos, los cierres de medios son cosas de todos los días, que una periodista llegue a una zona donde nadie te conoce, donde te tienes que adaptar, donde además te tienes que mantener de bajo perfil… no es fácil. Ha sido muy complicado el destierro social.
--¿Dónde están ahora?
--Ahora nos trasladamos a la zona noreste por indicación de la psicóloga porque mis hijos estaban en depresión, no veían a la familia, no veían a sus amigos. Rompieron sus círculos de la escuela, no se graduaron, uno estaba por terminar la secundaria, otro la prepa y el otro en primer año de universidad, él perdió un año de universidad. Esto llevó por ejemplo a una revictimización. Porque la ley que da origen al Mecanismo de protección es una ley federal que solo obliga al gobierno federal, los estados no están obligados. Entonces el gobierno de donde yo provengo tardó cinco meses en atender el llamado del Mecanismo. Se comprometieron a una serie de acuerdos pero nunca los cumplieron. Entonces, como hubo un compromiso de que si volvíamos ellos iban a implementar todas las medidas de protección para que nosotros pudiéramos regresar a nuestra vida normal y finalmente no cumplieron los acuerdos. Entonces provocó una crisis en mi hijo porque él daba por hecho de que iba a ir a graduarse con sus compañeros de secundaria y al enterarse que no hay vuelta para la casa, convulsiona.
--No pueden volver.
--No. Nuestros agresores no solo nos amenazaron de muerte sino que nos criminalizaron. Se refieren a mi esposo como el director del grupo editorial Expreso, a mí como coordinadora de la Red de periodistas involucrándonos con varias bandas criminales.
--¿Se sabe quiénes son?
--Es delincuencia política.
--¿Hubo una nota que detonó las amenazas?
--Estuvimos chequeando las últimas notas que habíamos publicado previas a la agresión. Yo publiqué algunas notas sobre desapariciones de personas en Tamaulipas. Sí, estaba muy involucrada con la articulación de las ongs, quería que los colectivos que se manejaban con muy bajo perfil por el alto riesgo, se articularan. Y mi esposo escribió sobre corrupción. Se juntó todo.
--¿Ahora está trabajando como periodista?
--Creamos un portal que se llama latalachanoreste.com porque la columna de mi esposo es muy reconocida y entonces buscamos hacer algo regional. No podemos ir, pero al menos captar las audiencias a la distancia y tratar de ganar un espacio acá.
--¿El hecho de ser mujer afectó de alguna manera?
--Yo soy una privilegiada porque estoy muy acompañada. Porque yo he visto los procesos de otras mujeres y las aíslan, es lo primero que hacen, te dejan sola y acusada de lo peor. Nadie te quiere hablar. Yo no viví eso. Sí encuentro que aun cuando hay muchas organizaciones para que puedas alejarte un tiempo de tu zona de riesgo, no contemplan algunas cuestiones, por ejemplo, no puedes ir con hijos.
--Pero usted pudo, ¿por qué?
--Yo no me iba a ir sola. Mis hijos también fueron amenazados. Por eso salimos. Porque antes nos habían amenazado a nosotros. Pero ya al final era la amenaza muy directamente a mis hijos y era de una violencia extrema. Yo tenía mis dudas del origen porque unos meses antes estuve acompañando a una pareja de periodistas y a ella le mataron a seis integrantes de su familia, a su madre y padre, y a cuatro sobrinas. Entonces yo venía de eso. Si se meten con tus hijos, es tu mayor debilidad.