El oficial de la Bonaerense Horacio Elías Godoy, detenido por matar al médico Ricardo Tassara, en Burzaco, y Tassara, la propia víctima del policía, concentraron en sí mismos los trágicos efectos de las políticas de seguridad basadas en el odio y la mano dura, propuestas por el gobierno de Cambiemos a nivel nacional y sus espejos a nivel provincial.
Pero el caso de Burzaco, a diferencia de los que tuvieron lugar desde que el actual gobierno decidió soltar las amarras a la violencia policial, visibiliza todas las contradicciones y manipulaciones que implican estas políticas de proclamas por la respuesta violenta. Conviene seguir la cronología del discurso propolicial para entender por qué camina por la cornisa y siempre existe la posibilidad de que se resbale y caiga al vacío. El de Burzaco resulta una caída al vacío, un caso que se diferencia de todos los anteriores, incluyendo al fundacional de la serie Chocobar.
El viernes 21, a la madrugada, Tassara entró en su casa y se encontró con dos hombres que habían ingresado por los fondos y estaban robando. El médico, armado, se trenzó con los dos. Uno de ellos huyó y al otro llegó a herirlo a culatazos. Hasta ese momento, la instantánea de la escena podría haber sido viralizada por los ministros de Seguridad bonaerense y nacional, Cristian Ritondo y Patricia Bullrich, y aprovechada para sus campañas electorales por María Eugenia Vidal y Mauricio Macri, responsables últimos de las políticas de seguridad implementadas por sus ministros. Pero no pudo ser aprovechada.
¿Qué fue lo que no funcionó si el médico y el policía cumplieron a rajatabla con los cánones propuestos por las políticas de seguridad de Macri/Bullrich y Vidal/Ritondo?
El policía bonaerense Horacio Godoy acudió al llamado de los vecinos, vio un hombre armado (no sabía que se trataba de Tassara), habrá que ver si le apuntaba o no, pero está comprobado que el hasta ese momento peligroso no le disparó y Godoy, por miedo a ser anticipado (según declaró y es absolutamente verosímil) disparó primero y lo mató. El miedo, manipulado, hace estragos pero no tiene trincheras. Como una bomba, destroza a su alrededor, no pregunta.
Usualmente, los hechos se presentan de otra manera y habilitan que la proclama de mano dura instale el falso criterio de “ellos o nosotros”. Y en ese aspecto, el modelo Chocobar se mueve como un pez en el agua. El rédito, claro está, solo corre por cuenta de las cabeceras políticas que sustentan el modelo.
O bien el asaltante mata con lo que desde la perspectiva Macri/Vidal pierde todos sus derechos, o bien muere a manos del dueño de casa, con lo que se establece la polémica más moral que probatoria, sobre el derecho a matar de quien se defiende (el caso del carnicero de Zárate o el médico de Loma Hermosa). O bien, muere a manos del policía, con lo que se establece a la balanza la polémica moral sobre los riesgos de la ofrenda de vida del funcionario policial y los derechos inexistentes del asaltante (caso Chocobar, mató de espaldas aunque alegó defensa).
Tampoco se trata de un caso en el que el policía, por urgencia, por falta de entrenamiento, por imposibilidad de encontrar otra respuesta, dispara y mata a una tercera persona que se cruza en el camino (caso de Sandra Rivas, colectivo en Esteban Echeverría, aunque son muchos los casos similares).
Pero en el caso de Godoy/Tassara, el médico hizo, consciente o no, lo que Bullrich proclamó (“el que quiere estar armado, que ande armado), y siguió las pautas de los resultados de los juicios recientes. Y Godoy cumplió al pie de la letra lo que defienden Macri, Bullrich, Vidal y Ritondo: que el policía se tiene que defender y disparar antes que preguntar. Ahora, Godoy se entera que no sólo no cuenta con abogados policiales como Chocobar sino que fue exonerado de la fuerza por Ritondo. Y sus colegas no saben si serán tratados como Godoy o como Chocobar.
La política de mano dura tiene eso, no está interesada en solucionar los problemas de seguridad de la sociedad, sino en generar bases para el odio, que le da dividendos.