¿Cómo se vinculan las personas? ¿Cómo si fuesen infinitos? ¿Se piensa la muerte como parte de la vida? Las preguntas filosóficas por la muerte y la vida atraviesan siglos de existencia de los hombres. Y esos interrogantes se hacen presentes también en la obra De ilusiones se vive, de Paula Marrón, donde se habla sobre la vida, desde el fin, desde el final de una vida que no quiere dejar de ser.
“Es una obra que habla de la vida, pero desde la muerte. Yo siempre pienso que cuando uno ama mucho la vida es inevitable pensar en la muerte. Y creo que pensar en la muerte no es algo malo. Es inevitable pensarla, si uno no la piensa es porque no se hace preguntas. Y es lindo que en el teatro se hagan preguntas. La muerte nos deja un vacío, pero también nos deja presencias e historias”, afirma la autora.
Luego de dirigir a Patricio Abadi en su obra Antihéroe off, Marrón dirige su primera obra como dramaturga. “Como autora y directora se me abrió un nuevo universo. Cuando uno pone en escena la obra que escribió siempre surgen nuevas preguntas que uno hace sobre ese texto. Para mí la creación tiene que ver con la incertidumbre, la frustración, armar, desarmar, cambiar el rumbo, equivocarse y volver a empezar”, explica.
La obra transcurre en una fría habitación de hospital donde Chela (María de Cousandier), amante del tango y del baile, pasa sus días acompañada por Armando (Fausto Guerra), un joven sensible que alimenta su ilusión. Inesperadamente aparecen una carta y un viaje a 9 de julio que pueden cambiarlo todo.
La relación entre Armando y Chela no está basada en un concepto o en un rótulo. Es un vínculo que no se puede definir con palabras. “A veces en la vida uno tiene vínculos que no los puede rotular o encerrar en una palabra. Creo que son dos personas muy solitarias que se tienen, se acompañan, que aprenden mucho del otro y que los une un amor muy fuerte”, detalla Marrón.
De ilusiones se vive es una obra signada por los vínculos y la pregunta por el deseo, que nunca se satisface, que nunca se conforma y que impulsa a vivir. En Chela lo último que muere es el deseo. Un deseo puesto en la pasión, en tener una ilusión (que en sí es una excusa y una construcción) que le permite seguir aferrada a la vida.
“A veces el futuro es simplemente poder desear algo. Tener una ilusión que nos permita seguir creyendo. Deseamos soñar y eso es lo que ellos intentan”.
- La obra puede verse los domingos a las 20 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.
Entrevista: Josefina Frega.