Los femicidios continúan ocurriendo a diario en el país, en una secuencia trágica y lamentable, condenable y preocupante desde el punto de vista de los derechos humanos, de los derechos de las mujeres en particular y de la ciudadanía como concepto que contiene lo anterior.
Periodistas, comunicadores y el sistema de medios de comunicación en general, informamos también a diario de los abusos, los atropellos, de las muertes de las que son víctimas las mujeres. Aquí y en el mundo. Sin embargo, salvo excepciones no se observa entre los y las profesionales de la comunicación manifestaciones y prácticas que den cuenta, de manera suficiente, de la responsabilidad que les cabe (nos cabe) en el tema a quienes trabajamos en este campo de la comunicación. Es necesario, también en este caso, hacer un profundo “examen de conciencia” respecto de la manera cómo los hombres y las mujeres de los medios de comunicación afrontamos lo que nos toca como compromiso y como desafío frente a esta realidad que azota a la sociedad.
Es indudable que los periodistas y los medios de comunicación tienen una substancial responsabilidad social en esta situación y, de la misma manera que se les demanda su labor en defensa de los derechos humanos en general, deben asumir con responsabilidad también el problema de la violencia contra la mujer en todas sus dimensiones. Y no se trata solamente de informar de manera adecuada, pertinente, eficaz y humanitaria, sino también de hacerse cargo (de hacernos cargo) de cuánto se genera desde los medios de violencia real y simbólica contra las mujeres. No es solo lamentarse y rasgarse las vestiduras. Es preciso que quienes hacen la comunicación, quienes la producen y la protagonizan, tomen en cuenta hasta qué punto sus actitudes, expresiones, modos de enfrentar el tema son causa y agravante para los hechos de violencia machista que atraviesan a la sociedad. Lo contrario sería adoptar, una vez más, una actitud poco coherente que elude las propias responsabilidades.
En particular la publicidad sigue siendo un ámbito especialmente grave y poco denunciado desde este punto de vista, sin dejar de reconocer la labor en este sentido de ciertos ámbitos académicos. Los roles y estereotipos de mujeres y hombres proyectados por la publicidad en particular en televisión no hacen sino agravar la situación que se critica respecto de las mujeres.
¿Y qué decir del lenguaje? Nadie podría mostrarse satisfecho por plantear que se ha mejorado en el tratamiento de las noticias de violencia contra la mujer en los servicios informativos cuando en numerosos programas televisivos y radiales persiste un lenguaje absolutamente degradante hacia la mujer. Hemos avanzado en preservar el derecho de intimidad de la víctima cuando ésta se convierte en sujeto informativo. Pero, por ejemplo, se siguen viendo y escuchando informaciones envueltas de datos y entrevistas superfluas e inútiles. Desde el entrevistado que sostiene que “nadie podría esperar este desenlace” o aquel que comenta, refiriéndose a un femicida, que “el tipo parecía normal”.
Combatir y eliminar el trato desigual, discriminatorio y abusivo –para limitarnos solo a algunas adjetivaciones que podrían ser muchas más– es una responsabilidad social de medios y periodistas de la que tienen que hacerse cargo junto a otros muchos actores. Porque hasta hoy mismo –aún dentro del cuadro crítico que venimos afrontando– el sistema de medios de comunicación sigue construyendo imágenes, roles y sentidos que encuadran a las mujeres en situación de desigualdad. No es menos cierto que la sociedad en general, a pesar de haber avanzado, continúa siendo desigual en esta materia. Tanto como que los cambios tienen que implementarse de manera pertinente en la vida política, en la educación, en el trabajo, en todos los espacios de la vida cotidiana para lograr el proclamado equilibrio de derechos entre géneros.
Se trata también de una tarea educativa. Los y las periodistas tenemos que ser educados en el tema. Precisamos “re-aprender”. Las organizaciones, las asociaciones que trabajan en defensa de los derechos de la mujer y en contra de la violencia de género necesitan potenciar la interrelación con los periodistas, los productores, los responsables de los medios. Es preciso crear espacios mixtos que permitan la reflexión sobre el tratamiento que se da a la información sobre la violencia machista, habilitando la autocrítica y abriendo el paso a la formación de periodistas. Para ello se requiere la iniciativa del Estado, y la participación de las empresas, de equipos y de grupos y organizaciones de mujeres que colaboren en este proceso necesario.