No es una novedad: el antropocentrismo es una característica inherente al ser humano contemporáneo, que no solo es el centro de la Tierra sino también franquea las barreras cósmicas y se postula como ombligo del universo. A menudo, la ciencia y sus productos más corrientes, las investigaciones, sirven para desestabilizar el eje y ensanchar el enfoque de comprensión. La ecuación es sencilla: el hombre es un primate y a la vez opera como su principal amenaza. El homo sapiens, una especie bastarda que se ha rebelado contra sus parientes, y lejos de conservar toda su riqueza y diversidad, realiza múltiples acciones que contribuyen a hacerlos desaparecer. Desde las más directas, como la caza y su comercio ilegal, hasta las más indirectas como la expansión de la frontera agrícola y las expediciones de búsqueda de petróleo. En este marco, quién mejor que Eduardo Fernández-Duque para opinar al respecto. Es licenciado en Ciencias Biológicas recibido en la UBA y doctor en Comportamiento Animal por la Universidad de California. Es investigador del Conicet y docente en las universidades de Yale y Pensilvania (EE.UU.) y en la Universidad Nacional de Formosa. Desde aquella provincia, dirige la Fundación ECO, cuyo objetivo es promover la educación en las comunidades que allí residen y favorecer la conservación de las especies nativas. Su especialidad, los monos miriquiná: a quienes les sigue el rastro desde hace casi 25 años.

–¿Por qué estudió Ciencias Biológicas?

–Pese a que suene como un argumento trillado, realmente desde pequeño quedé atrapado por el mundillo de la naturaleza y los seres vivos. Recuerdo, en especial, las visitas a la quinta de mi abuelo en Pilar y el modo en que conversábamos sobre animales con mi madre. Luego, cuando cursaba 5° año de la secundaria, se realizó el Congreso Internacional del Aire Puro en el Teatro General San Martín y el director del colegio me permitió faltar una semana con la condición de que asistiera al evento. Hoy en día, estoy muy agradecido por su gesto. Ingresé en la carrera en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, y luego realicé el doctorado en la Universidad de California y posdoctorados en la Universidad de Harvard y en el Zoológico de San Diego. Más tarde, comencé la carrera en Conicet, y en la actualidad, todos mis trabajos se concentran en estudiar el comportamiento de los primates en Formosa.

–¿Por qué escogió a los primates?

–Aunque en un comienzo me interesaban todos los animales, los escogí porque siempre resultaron fascinantes. Es maravilloso advertir cómo se puede comprender al ser humano a partir del estudio de los primates, el grupo de animales que en un sentido biológico más se emparenta con el hombre. 

–¿De qué manera su estudio ayuda a comprender al ser humano?

–Cuando se analiza algún aspecto del comportamiento de los monos, se accede a una ventana hacia el pasado evolutivo. Son muy útiles para reflexionar sobre aspectos vinculados a las interacciones sociales y a las emociones que experimentan las personas. Nunca el análisis de los primates nos llevará a entender de modo inequívoco la manera en que se relacionan las sociedades humanas, pero sí puede funcionar como una buena referencia desde la cual ubicarse. Básicamente, porque si tuviéramos una máquina del tiempo y pudiéramos trasladarnos cientos de miles de años, nos encontraríamos con un escenario que no es muy distinto al del hombre contemporáneo. Las mismas bases biológicas sobre las que el ser humano evolucionó y desarrolló culturas.

–En este sentido, ¿de qué se trata el trabajo publicado en la revista Science Advances por intermedio del cual usted y otros 29 investigadores alrededor del mundo proponen intensificar el cuidado de los primates?

–Es un diagnóstico científico pero, sobre todo, un manifiesto. Una declaración de principios, un llamado a actuar y a tomar decisiones de conservación en el ámbito de la política ambiental. La evidencia es inequívoca: cualquier persona que haya viajado sabrá que las selvas han desaparecido y continúan haciéndolo en todo el mundo. Por ejemplo, si bien en Argentina el Parque Nacional Iguazú está más o menos bien conservado, no ocurre lo mismo en la frontera brasileña, cuyo paisaje se torna crítico. Sin embargo, la situación ambiental en Sudamérica no es tan penosa como en otras regiones como el sudeste asiático y buena parte de Africa. Por lo tanto, no hay dudas de que las poblaciones de primates en el mundo se reducen y algunos corren peligro de extinción.

–No obstante, las causas de reducción poblacional de los primates varían de acuerdo a los continentes.

–Sí, claro. En cierta medida, las amenazas varían porque las especies de primates son muy diversas según el punto del globo en el que nos situemos. En Africa hay chimpancés, gorilas y orangutanes que rondan los 150 o los 200 kg, mientras que en Sudamérica el ejemplar más grande pesa unos 10kg. Entonces, si en el primer caso la principal amenaza será la caza furtiva, en nuestra región no tiene mucho sentido. Por otra parte, en el sudeste asiático existe un gran impacto de la deforestación por las plantaciones de palma. 

–Recién nombró  la caza y la deforestación. También, el trabajo menciona la expansión de la frontera agrícola, entre otras causas. En todos los casos, el protagonismo y la acción del ser humano constituye el denominador común. ¿Sería correcto afirmar que el hombre constituye el principal factor de amenaza para los primates?

–Sí, es correcta. Las transformaciones que se han sucedido en el mundo por la acción antrópica son notables. Actividades como la deforestación de la selva o bien las exploraciones petroleras (por caso, en las selvas amazónicas de Ecuador) son netamente humanas. Se realizan los caminos, luego los asentamientos y la tala de bosques se intensifican.  

–¿Por qué conservar las especies?

–Pienso que existen actividades que nos reconfortan y tendemos a subestimarlas. Desde ir a un parque nacional, hasta caminar descalzo en el jardín de casa constituyen aspectos muy centrales de la condición humana que se vinculan con la naturaleza. En definitiva, mucho de lo que nos hace personas se relaciona con la necesidad de comprender el universo que nos rodea. Y en esta línea es fundamental la preservación de ambientes naturales y sus especies. Por otra parte, desde una perspectiva pragmática, la deforestación de la selva nos generará serios problemas de cambio climático.

–He leído que, además, existen primates con una presencia religiosa y simbólica muy importante en países como India.

–Sí, los conciben y jerarquizan de una manera diferente. En otros sitios poseen un fuerte impacto sobre la economía nacional. Por ejemplo, la cantidad de dinero que genera el turismo asociado a la observación de gorilas y chimpancés en Ruanda y Uganda es significativa. En este marco, las soluciones deben ser compatibles con las necesidades humanas.

–¿A qué se refiere?

–A que creemos que es muy importante tener sitios que funcionen y estén destinados a la conservación de animales (como los parques nacionales), pero las soluciones se deben implementar teniendo en cuenta al humano. Esto implica una minuciosa selección de los lugares para concentrar allí los esfuerzos. De cualquier manera, es un tema de planificación. Tal vez, existen demasiados espacios y los recursos se disipan. Ni más ni menos que eso: ordenamiento territorial.

–Por último, usted está a cargo de la fundación ECO en Formosa. Cuénteme al respecto.

–Se trata de una fundación que armé junto a mi esposa y colega Claudia Valeggia en 1999. Es una pequeña organización no gubernamental cuya misión es promover la educación ambiental. Afortunadamente, en 17 años de trabajo hemos logrado que la legislatura otorgue al mono mirikiná la mayor categoría de protección, tras ser declarado como Monumento Provincial en 2010. Fue una enorme satisfacción porque cuando se protege una especie, también se cuidan los ambientes en los que vive.  

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