Siempre en el mundo del cine argentino hubo rivalidades, algunas sin los rencores de las figuras actuales. Como, por ejemplo, la que hubo hace muchos años entre la rubia Libertad Leblanc y la morocha Isabel Sarli. La pregunta que sobrevolaba era: ¿Quién es más diosa: la "diosa blanca" o la "diosa trigueña"? Más allá de las competencias y aspiraciones personales, resulta difícil imaginar si se hubiera desarrollado un cine erótico en la Argentina sin la presencia de Isabel Sarli . Hoy, a los 83 años, “La Coca” --como todos la conocían-- falleció en el Hospital Central de San Isidro, donde había estado internada desde hace unas semanas, y tras una operación de fractura de cadera meses atrás, de la que había quedado muy debilitada. Esta vez, la Coca Sarli no pudo superar una situación delicada, como sí lo había logrado en 1992 cuando le detectaron un tumor cerebral, obligando a una cirugía de urgencia, de la que pudo recuperarse favorablemente. Sin embargo, ante su muerte, renace en el cine argentino el mito de la mujer que provocó las fantasías de jóvenes y adultos con esa delantera que dio mucho que hablar...y otras cosas.
Es imposible mencionar a Isabel Sarli, sin pronunciar el nombre de Armando Bo, del que fue su musa inspiradora. Sarli y Bo compartieron casi 26 años de relación, aunque nunca fue “legal” ya que durante esas décadas el director estuvo casado formalmente con otra mujer. Fue lo que, en aquellos tiempos, se denominaba “amor prohibido”. “Nosotros no tuvimos hijos porque a mí me hacía estremecer el dolor de las mujeres en los partos que vi en el cine. Pero también porque él decía que no podía haber una sexy embarazada y que nuestros hijos eran las películas. Y tenía razón, ¿no? Porque yo tenía que trabajar, trabajar y trabajar”, confesaba La Coca hace unas décadas. Eran, claro, épocas en que el machismo no estaba tan mal visto en una sociedad tradicionalista y la cosificación de la mujer era moneda corriente tanto en la pantalla grande como en la vida social. De todos modos, Sarli pudo sacarle provecho a la época que le tocó actuar dejando muletillas que quedarán grabadas para siempre en quienes vieron algunas de sus películas: "¿Qué pretende usted de mí?" o el vehemente "¡Canalla!". En tiempos de falsa moral burguesa, la Coca Sarli filmó una de las primeras escenas de relación lésbica en el cine argentino. “Eres una mezcla de ángel y demonio”, le decía la actriz Alba Mujica en la película Fuego, de 1968, frente a la voluptuosidad del cuerpo de la Coca.
Sarli nació el día de la Independencia, 9 de julio de 1935, un regalo de la Patria que sólo compartió con Mercedes Sosa (tanto el día, mes y el año de nacimiento). En el caso de la Coca, no fue en Tucumán sino en Concordia, Entre Ríos. Su primera profesión fue la de modelo. Y fue, tal vez, la que le enseñó a mostrar esa porte de mujer pulposa que hacía estallar las fantasías de muchos hombres de entonces. En su carrera publicitaria fue fotografiada para marcas de calefones, jabones, arroz, agencias de turismo y cocinas, entre otras. Su larga cabellera negra que se deslizaba con elegancia tapando sus pechos exuberantes fue su marca registrada que supo desplegar después en el cine.
Armando Bo la conoció en 1956 y desde entonces formaron una dupla que supo sellar el comienzo del cine erótico argentino. Ella como protagonista de sus películas y él como director, productor y, en algunos casos, coprotagonista. Bo la convenció para ser la protagonista de El trueno entre las hojas, primera de las casi treinta películas realizadas entre ambos, gracias a una relación que culminó con la muerte de Armando Bo en 1981 y que marcó casi el fin de una era de la Coca Sarli en el cine (aunque luego hizo algunas participaciones con otros directores), plagada tanto de reconocimientos como de problemas.
Es que debieron enfrentar la censura casi siempre. Justamente, para evitarla, muchas veces Bo debía cambiar el título o modificar escenas. “Muchas escenas las teníamos que filmar dos veces. En Fiebre, por ejemplo, yo me tenía que tirar desnuda y revolcar en la alfalfa. Armando me decía: 'Coca, vos ahora te sentís yegua. ¡Sos una yegua! ¡Tenés que comer alfalfa!, vamos, comé alfalfa! ¡Las yeguas comen alfalfa!'. Esa era una versión. Después filmamos otra, para la Argentina, en la que yo me retorcía entre gasas blancas. Para la versión nacional yo era una señora desesperada entre tules. Para la versión exterior era una yegua que comía alfalfa”, solía contar Sarli. La llegada de la dictadura cívico-militar acentuó la censura: fue prohibida La insaciable. Bo y La Coca tomaron una decisión radical: realizar una huelga de hambre apoyados en un banco de la Plaza de Mayo hasta que el edecán presidencial les “sugirió” irse de allí. Generalmente, las películas de Bo y Sarli en aquella oscura época tenían alguna prohibición del Ente de Calificación Cinematográfica, recibían cédulas judiciales o bien Armando Bo solía pasar preso algunos fines de semana.
Esa primera película de Sarli, El trueno entre hojas, estaba basada en un cuento del reconocido escritor paraguayo Augusto Roa Bastos. “Armando era un poco diablo para poner a la gente en aprietos. Una vez me llevó a una radio en Buenos Aires y dijo: 'Acá el señor Roa Bastos vino para hablar de los progresos que ha hecho últimamente Isabel Sarli como actriz”, recordaba el escritor en El trueno entre las páginas, un libro de diálogos con Alejandro Maciel. “Yo me defendí diciendo que mi cultura cinematográfica era muy precaria. Pero observé --y ahí vino mi pequeño desquite-- que Isabel Sarli antes se bañaba desnuda y ahora se enjabonaba. Porque en la última película usaba un pan de jabón Federal del tamaño de un ladrillo”, decía socarronamente.
Luego, llegarían numerosas películas juntos como Sabaleros (una historia entre un hombre y una mujer que eran hijos de pescadores rivales); India (un hombre escapaba de la policía y en plena selva se topaba con una indígena bella); Y el demonio creó a los hombres (Sarli era acosada por hombres en una isla); La mujer del zapatero (con el gran Pepe Arias); La tentación desnuda (Sarli se caía al río desde un yate en la selva del Paraná y despertaba la calentura de los que vivían allí); La mujer de mi padre (el personaje de Sarli era disputado por los de Armando Bo y su hijo Víctor Bo); Carne (allí componía a una obrera de frigorífico acosada por un hombre al que le decían “El macho”); Fuego (en la que Isabel interpretaba a una ninfómana), Fiebre (una mujer apasionada por los caballos y por...los hombres); Intimidades de una cualquiera (con guión de Dalmiro Sáenz), y Una viuda descocada (un canillita se engancha con una mata-hombres que fue viuda en ocho ocasiones), entre muchas otras.
Quince años después de retirarse, La Coca retornó a la pantalla grande en La dama regresa, de Jorge Polaco, donde encarnaba a una millonaria llamada Aurora, quien decidía volver a su pueblo de origen sólo para tomar revancha: vengarse humillando a quienes la habían humillado en su momento ¡Y en 1998 hizo teatro de revistas con la obra Tetanic!
“Me alegra mucho que la nueva generación sean chicos que me dicen Coca Sarli: ya nadie me dice Isabel. Muchos me conocen por la televisión, mis películas se dieron en Space, I.Sat, Retro, algunas muy cortadas, otras bien, y están los que me conocen a través de sus padres. Yo abarqué las generaciones del '60, '70 y '80. La última con Armando la hice en el '80: Una viuda descocada”, contaba Sarli en una nota del suplemento Radar. “Hice 28 películas con Armando y las quiero a todas, me encantan, yo no reniego de nada de lo que hice. Algunas fueron tremendas, yo regresaba a casa y mamá me decía: 'Pero, Coca, parece que volvés de la guerra', porque había estado filmando en la selva. Pero pasamos por todos lados, tuvieron gran aceptación, fui a estrenos con mucha suerte. A Japón fui tres veces, a estrenar Fuego e Intimidades de una cualquiera, que era un libro que hizo Armando con Dalmiro Sáenz, y que se llamaba Intimidades de una prostituta, pero a la que el censor obligó a cambiarle el título”, recordaba La Coca.
Como síntesis de su manera de entender su tiempo, decía: “Yo pertenezco a esa época en la que estábamos Gina Lollobrigida, un poco antes de Brigitte Bardot y Sofía Loren; México tenía a Sara Montiel, y Argentina tenía a Isabel Sarli, estábamos todas estas mujeres, un grupo que hoy no existe. Pero el mayor elogio que he tenido en todo ese tiempo, fue, además de los muy buenos recuerdos de mi época de cine, el haber viajado por todo el mundo con las películas, aunque siempre odié el avión”. A pesar de eso, ahora se echó a volar por el cielo de los artistas populares.