Ella es la más punk de las escritoras argentina. La desobediencia, la actitud crítica y libertaria, el descentramiento de la mirada son valores que no siempre cotizan cuando se premia el conjunto de una obra literaria. María Moreno, autora de Oración y Black out, ganó el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, dotado de 60 mil dólares, un reconocimiento para autores de destacada trayectoria, cuya obra sea considerada un aporte notable al diálogo cultural y artístico de Iberoamérica, que en otras ediciones lo obtuvieron Rubem Fonseca (2012), Ricardo Piglia (2013), Horacio Castellanos Moya (2014), Margo Glantz (2015), César Aira (2016), Hebe Uhart (2017) y Juan Villoro (2018). “Es una escritora que transgrede los géneros, elimina las fronteras en un proyecto que lee los desechos de la cultura sin juzgar, cambiándolos de signo, liberando su lectura, ampliando sentidos en una actitud crítica y libertaria”, plantearon los miembros del jurado Cynthia Rimsky y Alberto Fuguet (Chile), Claudia Piñeiro y Fabián Casas (Argentina) y Javier Vásconez (Ecuador).
En la fundamentación del Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas –otorgado anualmente en honor al autor de Hijo de ladrón, por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile– el jurado afirmó que Moreno es “una escritora con una actitud punk, que renueva la mirada, que recopila materiales que aparentemente no tienen valor y les construye un valor y una estética universales” y también destacó que es “una desobediente y, en ese sentido, un faro para nuestro continente”. La escritora y cronista, autora de El affair Skeffington, El petiso orejudo y Vida de vivos, entre otros títulos, cuenta que leyó la narrativa de Manuel Rojas, escritor chileno que nació en Buenos Aires el 8 de enero de 1896, muy temprano “en clave cronista popular de un realismo descentrado que se separaba de la pompa poética de la poesía chilena que circulaba en los ‘70, lo que Mirta Rosenberg llamó ‘machismo de altura, magnífica pero con altoparlante’”.
“Me gusta que este premio lleva el nombre de un anarco que ‘conventilleó’ en Buenos Aires. Ahí nació, o sea que también es un premio anfibio, una palabra con la que me leen”, comenta Moreno, periodista y cronista de PáginaI12 que trabajó en el diario La Opinión, colaboró en el diario Sur y en las revistas Babel y Fin de Siglo, y fundó la revista Alfonsina, un periódico feminista que fue el primero en su estilo en la vuelta de la democracia. “Chile está muy presente en mi vida. Estuve en Santiago en el ascenso de Salvador Allende, en esa efervescencia única, y en los comienzos de la democracia durante la fundación de Radio Tierra, en donde Pedro Lemebel hacía su programa cancionero. Raquel Olea, Soledad Bianchi, Eliana Ortega son para mí nombres entrañables de un feminismo callejero y académico que me jaqueó en los ‘90. Y también en mi diálogo con los disidentes sexuales está Santiago: Juan Pablo Sutherland y Luis Cárcamo Huechante, con quienes tramé en una noche de alcohol de La Academia la colección de crónica de Eterna Cadencia Nuestra América”, recuerda la escritora. “Matías Rivas fue mi editor más mimador y la edición de la universidad Diego Portales de mis crónicas fue un objeto de lujo. Ni hablar de los güisquis con Cynthia Rimsky, que fue mi más inteligente interlocutora cuando escribí Oración. Obvio que quedar en ristra con Ricardo Piglia, Juan Villoro y Margo Glantz me da repeluz, pero me tranquiliza porque en el veredicto el jurado insiste con la palabra punk”.