"Había muchas mamás en el equipo a las que nos preocupaba esta enfermedad en nuestros hijos. Los llevábamos a la guardería del trabajo y veíamos cómo una vez por año brotaba el virus y los infectaba. Entonces, no encontramos una mejor opción que poner manos a la obra y hacer algo al respecto", señala la bioquímica y especialista en virus diarreicos, Viviana Parreño. Las llamas, camélidos sudamericanos y símbolo de la cultura andina, atesoran en su sistema inmunológico un tipo particular de anticuerpos que poseen propiedades biotecnológicas singulares. Se trata de los nanoanticuerpos "VHH", mucho más pequeños que los convencionales, cuya aplicación es fundamental para aplacar los efectos de rotavirus: la principal causa de diarreas y responsable de la muerte anual de 200 mil niños en el mundo.

Parreño se desempeña como coordinadora científica de Incuinta, una incubadora de proyectos que desde el INTA promueve la formación de empresas público-privadas de base tecnológica. De manera reciente fue reconocida con la distinción "Mujer Inventora", también con el primer premio en el "1° Concurso de Inventos Patentados del Prosur" y la medalla plateada en la "Exposición Internacional de Invenciones", una feria mundial de inventos realizada en Ginebra. Aquí, describe de qué se tratan sus desarrollos en nanoanticuerpos, cuáles son sus aplicaciones y, en definitiva, cómo brilla la ciencia cuando contribuye a resolver algún problema de interés social.

--¿De qué se trata su descubrimiento sobre los nanoanticuerpos de llamas VHH? ¿Qué son?

--En la región habitan camélidos sudamericanos como las llamas, las vicuñas y los guanacos. En 2005, un investigador que estaba en Alemania me convocó con una premisa: había hallado que estos animales tenían un tipo especial de anticuerpos y buscaba experimentar sus potencialidades. Quería que trabajemos en conjunto para construir "bibliotecas de genes VHH": las moléculas más pequeñas que existen en la naturaleza y que poseen la capacidad de reconocer específicamente a otra molécula y enlazarse a ella (por ejemplo, la de los virus). Para nosotros fue fantástico porque queríamos aprender a desarrollar esta tecnología. Entonces enviamos al Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL, por sus siglas en inglés) a Lorena Garaicoechea, una joven investigadora del equipo. El pacto fue el siguiente: nosotros inmunizábamos las llamas y él, a cambio, entrenaba a Lorena en el desarrollo de la técnica. El descubrimiento se realizó en 2007, fue publicado en 2008 y el proceso de patentado, finalmente, culminó en 2017.

--Cuando usted habla de inmunizar a una llama, ¿a qué se refiere?

--Es vacunarla con varias dosis y, luego, en un momento determinado extraer una muestra de sangre. Más tarde, se realizan los estudios de ingeniería genética para generar una biblioteca --un amplio abanico de los genes presentes en los linfocitos-- y se seleccionan los que a uno le interesan. Como la vacunamos, la llama generó muchos anticuerpos para combatir aquello que buscábamos. Una vez que la biblioteca estuvo completa fue enfrentada a un virus específico y examinamos cómo se comportó.

--¿Y luego?

--Después advertimos cómo podían ser expresados como proteína recombinante, es decir, la extrajimos del individuo que la produce (en este caso la llama) y analizamos de qué manera podía actuar en otro (bacterias, levaduras o plantas). Es también, por ejemplo, el caso de la insulina que se extrae del cuerpo humano y se pone a producir en una bacteria. Logramos diseñar esta tecnología en nuestro propio laboratorio y el paso fue fundamental porque a partir de ese momento ya no necesitamos al animal.

--¿Es decir que solo emplearon al animal en una ocasión? Lo consulto porque suelen despertar sensibilidades las pruebas para experimentación biotecnológica.

--Sí, solo lo utilizamos en una ocasión para tomar la muestra y luego la llama siguió con su vida, sin nuestra molestia. Además, es importante señalar que el método es conservacionista al 100 por ciento, ya que la vacuna que le suministramos fue preparada tal como si fuese para un humano. Son inyecciones que no le causaron ningún tipo de daño.

--Una vez que produjeron los nanoanticuerpos en el laboratorio, ¿para qué los utilizaron? ¿Con qué objetivo son diseñados?

--Nosotros trabajamos con un virus que produce diarrea en los individuos jóvenes de las especies animales de interés económico --como los terneros, potrillos y lechones--, así como también en los niños menores de cinco años. Frente a ello, los nanoanticuerpos que hallamos y luego diseñamos tienen la virtud de combatir la infección de rotavirus. El mecanismo es más o menos así: ingresan a través de poros muy pequeños, el virus queda trabado y lo hacen explotar.

--Casi de ciencia ficción.

--Es que la ciencia y la ficción, a menudo, comparten fronteras muy difusas. Entonces, con nuestros desarrollos nos propusimos hacer dos cosas. Por un lado, un alimento funcional, como puede ser una leche, que contenga estos componentes y así reduzca la incidencia de este virus. Estamos en diálogo con empresas del sector para que lo formulen y realicen las pruebas de registro de humanos adultos. Por otra parte, desarrollamos un kit de diagnóstico (denominado "Rotadial") sencillo y fácil de usar, de manera que a partir de la detección rápida del cuadro pueda comenzarse con un tratamiento dirigido. En la actualidad, es utilizado por el Instituto Malbrán en 19 hospitales argentinos.

--¿Cuál es el próximo paso?

--A corto plazo sería muy positivo suministrar estos nanoanticuerpos en forma de jarabe y resolver la diarrea en tres días. Es la primera vez que estamos en condiciones de contar con una terapia antiviral específica y reemplazar la manera convencional, es decir, la mera recomendación de rehidratación y dieta. Como la terapia es oral es mucho más susceptible de ser comercializada que una inyección. Este biofármaco sería tan fácil de consumir como un ibuprofeno.

--Decidieron combatir el rotavirus por una situación muy particular.

--Sí, la verdad es que había muchas mamás en el equipo a las que nos preocupaba esta enfermedad en nuestros hijos. Los llevábamos a la guardería del trabajo y veíamos cómo una vez por año brotaba el virus y los infectaba. Entonces, no encontramos una mejor opción que poner manos a la obra y hacer algo no solo por nuestros chicos sino también por toda la sociedad.

--Gracias a estos desarrollos, usted fue reconocida como "mujer inventora". ¿Qué implica este título? ¿Qué hace falta para ser considerada de ese modo?

--Aunque suene ingenuo se trata de perseguir sueños con mucha perseverancia. De chica quería ser astronauta, la serie "Cosmos" de Carl Sagan inspiró a muchos de nuestra generación. Luego, con el tiempo, la pasión por mirar las estrellas se transformó y me atrapó el mundo microscópico, aquello que no se percibe a simple vista pero que constituye un auténtico universo. De más grande, siempre me pregunté para qué servía lo que estaba haciendo. Es un proceso de reflexión interna que creo que todos los investigadores que hacemos ciencia básica debemos hacer en algún momento de nuestras carreras. En el caso del INTA es corriente analizar cómo mejoramos la práctica cotidiana de los productores agropecuarios y reflexionar acerca de qué manera extendemos los beneficios que traen nuestras investigaciones a la sociedad. Los investigadores estamos especialmente entrenados para identificar los rasgos tecnológicos de nuestra ciencia.

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