A ochenta años de su fallecimiento, Horacio Quiroga tendrá un homenaje que involucra la fotografía, el teatro y claro, la literatura. Desde mañana, la Biblioteca Ricardo Güiraldes de la ciudad de Buenos Aires será el escenario sobre el que se montará La impunidad de la selva, una muestra de fotografías inéditas tomadas por Irupé Tentorio –también periodista de PáginaI12– en esa misteriosa, inabarcable y, por momentos, oprimente selva misionera en la que Quiroga eligió vivir, y en la que además transcurre gran parte de su obra. Junto a la propuesta fotográfica se presentará Terror Nocturno, con actores representando los cuentos más escalofriantes del homenajeado. La exposición podrá visitarse durante un mes en la biblioteca ubicada en Talcahuano 1261, de 12 h a 20. Junto a la inauguración de la muestra, la lectura de cuentos actuados será mañana a las 19, todo con entrada gratuita.
Tentorio es misionera, nació en Posadas, cerca de ese paisaje en el que se detiene ahora su cámara: San Ignacio, el Peñón Teyú Cuaré, ese territorio que Quiroga tomó para sí y para sus cuentos, “eso tan profundo que es la meseta misionera”, describe ella. “Siempre que voy a Misiones hago algún trabajo de fotos, y a éste lo empecé a pensar recordando cómo había visto la casa de Quiroga en los 90, la última que había ido. Me parecía un espacio muy poético para hacer fotos, porque más de un siglo después, sigue estando en el medio de la nada” cuenta sobre el origen de la muestra. “Como suele suceder, tenía algo en mi cabeza, pero eso cambió cuando llegué al lugar: yo recordaba el sol abrasador, y cuando fui no paraba de llover. A la casa de Quiroga también la encontré muy cambiada, no sentí que lo reflejara. Por eso sólo tomé algunos rincones íntimos, detalles, y después me metí en la selva. Allí sí que encontré a Quiroga”, asegura.
El Quiroga, la selva y la Misiones que las fotos de Tentorio retratan están lejos de la postal turística, pero no dejan de reflejar la fascinación que provoca un paisaje único en el mundo. Montadas siempre sobre tonos pálidos -”un color desaturado”, describe la fotógrafa-, muestran lo imponente, lo inmenso, pero también lo opresivo o, como presenta su título, lo impune que puede llegar a resultar ese paisaje. “Yo creo que la muestra refleja lo infinito: de la literatura de Quiroga, y de la selva que la engendró, de ese espacio de poesía único que se abrió ahí”, analiza Tentorio, ahora que puede ver colgado el resultado. “Tal vez para mí este paisaje es más cercano por ser misionera, pero no deja de sorprenderme nunca, y no deja de cambiar cada vez. Y para tantos que no pisaron jamás este suelo, es un territorio que ya Quiroga les dio a conocer”, advierte.
Paisajes más abiertos y más internos de la selva, el río, el calor, también detalles que hacen a la historia y a la leyenda de Quiroga -su suicidio y las muertes que lo rodearon, por ejemplo, con una foto del cementerio en el que están enterrados sus hijos y su mujer-, los senderos que el escritor recorría, a pie o en su canoa, los escenarios icónicos de sus cuentos, pueden verse a través de estas fotos. Y resulta inevitable imaginar cómo sería todo aquello, que aún hoy parece pertenecer a otro mundo, muy distante, que sucedió allá por el 1900, cuando Quiroga lo habitó y lo volvió historias.
Tentorio acompaña, amplía y guía su muestra con citas que forman parte, a su vez, de una selección de cuentos de Quiroga, que hizo la poeta misionera Olga Zamboni. Todos ellos tienen la particularidad de ser, también “muy misioneros”: Fragmentos de “Más allá”, “La insolación”, “En la noche”, “Un peón”, o el poma inédito “Nocturno”, entre otros, completan la posibilidad de que el visitante se sumerja en el paisaje de la selva, en los caminos colorados, en el calor omnipresente. El texto curatorial de Romina Resuche describe: “Una fotógrafa mira curiosa y hasta con cierto miedo el paisaje que le pertenece, que le es propio en historia personal, en origen geográfico. No por esto le resulta menos inhóspito o salvaje”. Alguna vez Quiroga escribió sobre Misiones: “Colocada a la vera de un bosque que comienza allí y termina en el Amazonas, guarece a una serie de tipos a los que podría lógicamente imputarse cualquier cosa menos el ser aburridos. La vida, más desprovista de interés al norte de Posadas, encierra dos o tres pequeñas epopeyas de trabajo o de carácter, si no de sangre.” Ambas citas son acertadas para hablar de La impunidad de la selva.