El 5 de julio se abrirán los sobres de una licitación realizada por la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) que, como está presentada, es una verdadera ganga. Por 85 pesos el metro cuadrado --poco menos de dos dólares-- un privado podrá acceder por treinta años a tierras públicas en el corazón del Barrio Chino de Belgrano. Pero si prefiriera un sector de los bosques de Palermo pegado al Hipódromo y hasta la avenida Dorrego, la paga bajará sustancialmente: 37 pesos por m2. El tercer tramo de los que saldrá a subasta está ubicado en lo que el oferente llamó "Espacio clubes" (va desde Juramento a Olleros) y será el más caro, a razón de 91 pesos el m2. Se trata de las obras completas del bajo viaducto del Ferrocarril Mitre, al principio celebradas por los vecinos, pero que de repente se transformaron en su grave problema.
Tal vez el único que le encontró un beneficio a la propuesta del Estado fue el ciudadano Chía Chi Antonio Chang, quien dijo el 4 de diciembre pasado en una audiencia pública: "Estoy a favor de los locales comerciales porque tanto el gobierno nacional como el de la ciudad necesitan recaudar fondos". La mayoría de sus vecinos están en las antípodas. Un 39 por ciento quiere ahí seguridad y transporte, un 29 por ciento espacios públicos, un 19,5 por ciento usos comunitarios en centros culturales o de salud y apenas el 12,5 por ciento coincide con Chang. Los porcentajes son del equipo de Participación Ciudadana del gobierno porteño sobre 280 personas consultadas. La abrumadora mayoría está movilizada y se opone a que casi 60 mil metros cuadrados de áreas concesionadas se transformen en depósitos mayoristas, de venta de carne o pescado, más supermercados de los que ya existen, clubes de música de hasta 300 espectadores o empresas de pintura, tales los usos que previó el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta para el corredor de 4 kilómetros por donde antes pasaba el tren en superficie.
La licitación será realizada por la AABE, que fijó el valor del canon mensual en UVAS (Unidad de Valor Adquisitivo). Cuando se divide ese monto por la superficie concesionada, arroja --según las tres áreas en que se parceló el corredor ferroviario-- un precio de baratija para el metro cuadrado. En Belgrano esa unidad de medida cotiza hasta 3500 dólares para una propiedad usada. El alquiler de un local de 90 metros cuadrados puede valer 1200 dólares mensuales. Pero además se estableció para el uso comercial de las tierras todo aquel que determine el Código Urbanístico vigente y un período de gracia de cinco años para pagar el canon que se extiende hasta 2024. Como si todo esto fuera poco, desde el inicio de la cesión de las tierras se autoriza la sublocación parcial o total del espacio y su extensión hacia ambos lados del viaducto.
Tres grupos de vecinos denuncian esta depredación del espacio público. Iniciaron una campaña de concientización en el barrio porque no quieren "ni un shopping a cielo abierto" ni "una avenida Cabildo peatonal" bajo el viaducto. Remitiéndose al problema original que tenía el barrio, María Soledad Vivanco envió una carta de lectores a los medios, donde escribió: "El desborde del tránsito sería peor que cuando teníamos las barreras antes de la obra. ¿Para qué se realizó el viaducto si van a generar un megaespacio comercial y un caos descomunal? ¿Cuál era el objetivo?". Sus preguntas son como balas que pican cerca del inconsciente colectivo. El barrio de Belgrano esperaba una tregua de sus gobernantes después de tantos kilos de cemento que se incorporaron a su paisaje.
La gente con su lucha consiguió postergar un mes la licitación (estaba prevista para el 5 de junio), pero no obtuvo respuestas satisfactorias de los funcionarios. El viernes pasado la Asociación de Fomento Barrio Parque General Belgrano y Nuevo Belgrano, la Asociación Civil Vecinos de Belgrano y representantes de los vecinos autoconvocados se reunieron con el subsecretario de Planeamiento porteño, el arquitecto Carlos Colombo. El mismo que en su cuenta de Twitter el 21 de junio pasado dijo que en el bajo viaducto "se van a generar plazas, juegos de estar y ciclovías" a la altura de la calle Virrey del Pino. El encuentro fue bastante ríspido porque en determinado momento apareció el comunero Gustavo Acevedo, puntero del PRO en la Comuna 13 que según los vecinos "no tenía que estar ahí y vino a chicanearnos. Nosotros fuimos a pedir que cancelaran la licitación".
Una síntesis del espíritu con que crece la resistencia al uso del bajo viaducto son los carteles que aparecieron en el barrio, pegados a las columnas de alumbrado. Dicen: "Alerta Belgranenses. No a la cesión de tierras públicas, no al comercio bajo viaductos, no a la ilegalidad, defendamos nuestra identidad". La lucha también desembocó en el petitorio que será presentado esta semana con la firma de mil vecinos.
El psiquiatra Enrique Banfi, de la Asociación Vecinos de Belgrano, recuerda cómo se inició todo este proceso: "Esto fue algo armado en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, naturalmente con la venia del Poder Ejecutivo porteño, para preparar un negocio que se completa con la venta de las tierras por parte del gobierno nacional que las concesiona. Y lo hace de una manera muy favorable al concesionario, que hasta dispone a su arbitrio del uso del espacio público haciendo lo que le parezca en el bajo viaducto".
Cuando los vecinos rastrean antecedentes de ventas parecidas que hayan ocurrido en la ciudad, evocan la entrega a precio vil de los terrenos de la Sociedad Rural durante el gobierno de Carlos Menem. Se encuentran en estado de alerta permanente, apoyados en documentación que los respalda. Apelan al decreto por el que se constituyó la ABBE y que no le otorga la posibilidad de enajenar ni disponer el uso de tierras de propiedad nacional sin orden del Poder Ejecutivo y con el aval del Congreso. Así lo expresa la Constitución Nacional.
Tampoco parece que vaya a cumplirse en este caso lo que sostiene el informe de la Subsecretaría de Planeamiento: "Mejorar las condiciones de vida de los vecinos". El bajo viaducto del Ferrocarril Mitre va camino a convertirse en un gran SUM. Un salón de usos múltiples donde se podrán abrir desde depósitos de logística a locales donde se brindarán espectáculos musicales. Todo ocurrirá a pasos de las casas de los vecinos. El traqueteo del tren por encima de sus cabezas no será nada después de semejante contaminación visual y auditiva.