Desde Roma
La pelea continúa. La nave de la organización no gubernamental alemana (Ong) Sea Watch 3, que se acercó anteayer a la isla italiana de Lampedusa para tratar de desembarcar a los 42 migrantes que salvó en el mar hace 15 días, sigue esperando que la dejen acercarse al puerto. Pese a que el miércoles los pasaportes de la tripulación y los migrantes fueron controlados por la Guardia Costera italiana, la capitana Carola Rackete, que tenía el barco Sea Watch 3 a tres millas marinas del puerto de Lampedusa, al no tener ninguna respuesta, el jueves decidió avanzar. Su idea era usar los botes inflables para desembarcar a los migrantes. Pero a una milla del puerto, las naves de la Guardia de Finanzas italiana la detuvieron, obligándola a apagar los motores. Entre los migrantes hay tres menores de edad, el más pequeño de sólo 11 años.
El ministro del Interior y viceprimer ministro italiano Matteo Salvini –que de hecho es quien controla el gobierno y quien hace varios meses ordenó el cierre de los puertos para limitar la llegada de migrantes– sigue durísimo en su posición y furioso. Y espera, como ha dicho a la prensa, que la capitana y toda la tripulación de la Sea Watch sean arrestados y procesados. Es la justicia italiana, en principio, la que debería tomar una primera decisión, sobre todo establecer si quien trata de desembarcar a gente desesperada, hambrienta, enferma, exhausta, que pasó por los centros de Libia controlados por los traficantes de seres humanos, está cometiendo un delito como dice Salvini, o no. Salvini usa el tema de los migrantes como bandera publicitaria (“Los italianos primero”, dice). Hizo además aprobar recientemente un segundo decreto contra las migraciones, que impone multas y procesos judiciales a las Ong que rescaten a los migrantes en el Mediterráneo. El miércoles, día que se hizo evidente el problema con la Sea Watch 3, no sólo lanzó palabras provocativas contra la joven capitana que había osado violar sus reglas, sino que lanzó amenazas contra la Unión Europea a la que acusa de no hacerse cargo de los migrantes que llegan a Italia, como establecen las normas europeas.
Mientras tanto, la capitana se ha transformado en una heroína y ha desencadenado la solidaridad, no sólo de los partidos de la oposición, el Partido Democrático (PD), Sinistra Italiana y MásEuropa, que enviaron varios parlamentarios a Lampedusa, sino de las iglesias Evangélica y Valdese que prometen hacerse cargo de los migrantes cuando desembarquen. Y también de otras organizaciones, entre ellas la Rete Antifascista, que ha logrado reunir 72.000 euros para ayudar a la Sea Watch y su capitana en los próximos gastos legales que muy probablemente deberán afrontar en Italia. “La nave de la esperanza no será jamás dejada sola”, escribió la Rete Antifascista. El PD del Lacio, la región de Roma, está reuniendo también donaciones con el mismo objetivo, mientras llegaban noticias de una manifestación en Nápoles y en otras ciudades que pedían “abran los puertos”. Todo esto desencadenó una vez más la rabia de Salvini: “Con cinco millones de italianos pobres, la prioridad de la izquierda es financiar una nave ilegal que transporta clandestinos. Que vergüenza!”. Los cinco millones de pobres deberían tener una respuesta de parte del gobierno, le retrucaron varios entrevistados en televisión.
El alcalde de Palermo (Sicilia), Leoluca Orlando, que ya había manifestado su solidaridad con la capitana y los migrantes, anunció ayer que será concedida la ciudadanía honoraria de Palermo a toda la tripulación de la Sea Watch 3, tal como había hecho hace algunos años con la organización Médicos Sin Fronteras, “para rendir homenaje a los ciudadanos y ciudadanas que en los últimos meses son protagonistas de una operación de humanidad y profesionalidad, un acto de amor y de coraje que día tras día salva vidas humanas, ofrece nuevas esperanzas y construye un puente de solidaridad en el Mediterráneo”, dijo.
La Sea Watch por su parte, presentó una demanda ante la justicia italiana, pidiendo que se evalúe la eventualidad de una “conducta de tipo penal” en el comportamiento de las autoridades “marítimas y portuarias” que impiden el desembarco de los migrantes. Pidió además que se tomen todas las medidas necesarias para autorizar ese desembarco.
Y Salvini continuó su guerra: “La Sea Watch se ha aprovechado de 42 personas para dar una batalla política”, escribió en un tweet. Y agregó: “Las Ong ayudan a los traficantes de seres humanos. Yo no respaldo a quien ayuda a los traficantes que con el dinero de los inmigrantes luego se compran armas y droga”.
Según el secretario del PD Nicola Zingaretti, Salvini insiste sobre este tema porque quiere hacer olvidar los muchos problemas que tiene el país y que su gobierno no ha sabido resolver, como el aumento de los impuestos, el bloqueo del crecimiento económico, la pérdida de confianza a nivel internacional, los jóvenes que no encuentran trabajo en Italia y se van del país. “A todos ellos el gobierno debería darles respuestas. Pero no las tiene,” señalo.
La Unión Europea, que debería tomar las riendas del asunto, está intentando “coordinar con los estados miembros para encontrar una solución y ubicar a los migrantes”, declaró el comisario europeo Dimitris Avramopoulos. Pero la solución sólo se puede encontrar una vez que las personas hayan desembarcado, subrayó, añadiendo que esperaba que Italia “contribuya a una veloz solución”.