Vivi Pozzebón está recién llegada a su casa de Córdoba. Viene de participar de un encuentro de mujeres en Salta y de un retiro musical en los Valles Calchaquíes. Se la escucha agotada, pero con un entusiasmo desbordante y contagioso. "Estuvimos en la casa de una música que organizó una movida autogestiva y se reunieron músicas de La Rioja, Tucumán y los Valles Calchaquies", cuenta detrás del teléfono. "El sábado nos quedamos tocando hasta las cinco de la madrugada, casi no dormí. Se mezclaban las coplas feministas y la fuerza de los tambores. En esa región también están en la lucha contra la megaminería a cielo abierto, así que se generó un caldero alucinante", describe esta referente de la percusión en el país y una de las impulsoras más activas a la hora de enseñar y expandir el lenguaje del tambor. Este sábado (29 de junio), a las 20, se presentará en Espacio Xirgu (Chacabuco 875) junto a Tamboreras Ensamble, el proyecto musical que dirige. Antes, actuará el grupo porteño La Colmena, con invitadas como Soema Montenegro, Cata Raybaud y Mintcho Garramone.
En la apertura, además, se realizará la proyección del documental Tamboreras: Mujeres al tambor (2019), que retrata la experiencia de los talleres para mujeres que coordinan Pozzebón y Liliana Zavala. Este proyecto itinerante y pedagógico nació formalmente en 2010 y se afianzó en 2014 con el desarrollo de los talleres en los cuales participaron más de 5000 mujeres. "Empezó con la idea de hacer un taller de y para mujeres únicamente porque siempre veníamos charlando sobre qué significa ser mujer en la percusión. Empezamos juntas con Lili a tocar la percusión en una banda llamada Combo 9 Pimienta, en la misma época que De Boca en Boca. Y nos dimos cuenta teníamos visiones en común sobre la mujer en la música", cuenta Pozzebón.
"En un primer momento hicimos un taller en Córdoba de dos días. Y a partir de toda la energía que percibimos nos dimos cuenta que el taller tenía que seguir en el tiempo. Fue muy gratificante para ellas compartir ese momento con otras mujeres y tener una experiencia colectiva. Y no estar preocupadas en la cuestión del cuerpo o la ropa, sino disfrutar y sentirse cómodas. Un lugar donde no somos juzgadas y cada una es como es", dice la cordobesa sobre esta experiencia que quedó reflejada en el documental que en agosto y septiembre llegará a Europa. "Creíamos que era el momento de visualizar todo lo que hemos trabajado en estos ocho años y medio de Tamboreras, mostrar un poco qué pasaba en los talleres".
La tercera etapa del proyecto ocurrió en 2016, cuando Pozzebón convocó a un grupo de percusionistas profesionales para crear y dirigir Tamboreras Ensamble. "Es una puesta artística de todo este movimiento de tamboreras", explica la percusionista. "Algunas venían del palo de la música afro peruana, otras de la cubana o la música brasilera", dice. Lo integran diez mujeres percusionistas de Córdoba, que transitan ritmos del folklore argentino y afrolatino, y utilizan la técnica del lenguaje de señas. Y suenan, claro, canciones de Pozzebón versionadas, como "Soy tamborera" y "Afrodita", "Madre baile", además de obras de autores como el Chango Rodríguez o Carlinhos Brown. "Nos interesa, especialmente, abordar la cuestión de género, visibilizarnos como músicas y también fortalecernos. Es importante reconocernos como músicas, porque estamos invisibilizadas, algunas más que otras", enfatiza.
-Si bien en los talleres participan un abanico diverso de mujeres y muchas ya tienen vínculo con la música, ¿Qué sucede con aquellas que hacen su primera experiencia con un instrumento?
-¡Se transforman! Se les viene el diablo y el alma al cuerpo. Rejuvenecen, te agradecen y lloramos todas. Es una emoción muy fuerte. Desde el año pasado, empezamos con los retiros de mujeres. Hicimos uno en Traslasierra el año pasado y en enero en el marco del Festival Mujeres a la Patagonia, en San Carlos de Bariloche. Y en julio haremos otro en el Valle de Calamuchita. Se genera una convivencia y tocás los tambores hasta las cinco de la mañana. Es como un campamento. Quizás hay alguna que no se anima al principio, pero cuando ve a la otra encendida la empieza a copiar y se da cuenta de que encontró su instrumento. Se genera un contagio colectivo, es maravilloso compartir y sentirte en comunidad, y más en el momento histórico y mundial que estamos viviendo las mujeres. Es algo muy fuerte y poderoso.