Wenceslao Moreno se recibió en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario a mediados de mayo de este año. Al momento de nacer tuvo una falta de oxígeno en el canal de parto que le provocó una parálisis cerebral, con la consecuencia de secuelas en el aparato motor. Muchas veces dijeron que no iba a lograrlo, sin embargo, superó todas las expectativas. "Wenchy", como le dicen los amigos, nació en Mar Del Plata hace 23 años. A priori los pronósticos eran malos porque no se sabía cuál era el grado de secuelas que iba a acarrear dicha parálisis, lo que llevó a mucho tiempo de rehabilitación y esfuerzo. "Fui a médicos, kinesiólogos, fonoaudiólogos, psicólogos. También tuve un acompañante en la escuela porque tenía problemas en la motricidad fina y me costaba escribir. Probamos muchas variantes para que pueda adaptarme mejor, como por ejemplo agrandar el banco para el apoyo de los brazos", comenta el flamante médico.

Desde que tiene recuerdos, trabajó con el objetivo de poder ir independizándose cada vez más. Esa labor constante le permitió afinar movimientos y controlarlos, y se sometió a algunas intervenciones como por ejemplo una operación de cadera para poder caminar mejor. "Fueron momentos duros, no lo voy a negar. Muchos de los recuerdos que tengo de aquella época son parciales porque es como que mi cerebro en parte los bloqueó". 

Además de ser un enamorado de la medicina, Wenchy tiene pasión por las artes marciales y el deporte. Con once años, abandonó su Mar Del Plata natal junto a su familia, y llegó a Rosario por un traslado laboral de su padre. Si bien, luego de seis años, éste regresó a "La Felíz", Wenceslao se quedó a vivir con su mamá y sus hermanas en la ciudad. Durante su educación secundaria, cosechó muchos amigos. En esa época en donde comenzó a incursionar en el mundo de las artes marciales: hizo del taekwondo su disciplina principal, pero también practicó aikido, kick boxing y jiu-jitsu.

 

Transformadora

Al principio quería ser biólogo, pero cambió de parecer luego de que un amigo de la escuela le comentó que quería estudiar medicina. "Eso me generó curiosidad, busqué en internet sobre medicina y me encantó, la complejidad me generaba un verdadero desafío".

Desde el vamos, tuvo como objetivo ir a la Universidad Pública ya que conocía que el nivel de contenidos y preparación eran muy buenos. Su madre dudó, ya que temía que no se pudiera adaptar, y pensó que en una institución privada a lo mejor le darían un mayor seguimiento individual. Sin embargo, el deseo de Wenchy triunfó: "Quería ir a la pública y se me dió porque era una experiencia por la que creo que se tiene que pasar. Es una forma de curtirse y te prepara para los retos futuros de la vida. Te enseña a ingeniártelas cuando falta algo y ayuda a estar preparado".

"Me han dicho que no iba a poder lograrlo, y sin embargo gracias a la fuerza de los que me quieren y todo el esfuerzo propio, pude hacerlo".

Como todos los que alguna vez incursionaron por alguna carrera universitaria, tuvo que dedicarle mucho tiempo al estudio. A base de perseverancia y desafío constante, no sólo por las horas de estudio sino también por todo lo que hay que dejar de hacer, logró su sueño de recibirse de médico. "Yo el primer día me puse como meta ser médico y aunque costó, nunca bajé los brazos".

Otra cosa que ayudó a Wenceslao a recorrer los años de cursado fue el apoyo constante de amigos que se fue haciendo. Hablaba con ellos de los temas, intercambiaba lecturas e ideas con el afán de afianzar todos los contenidos.

Una gran duda que aparecía en el horizonte era cómo iba hacer en el momento de atender a los pacientes, porque no era algo que dependía sólo de él, sino que estaba involucrado un tercero. Todos los días tenía que incorporar maniobras nuevas, las cuales tenía que evaluar si podía o no podía realizar, y si la razón por la que no podía era una limitación o falta de práctica. "Al principio me costaba, pero poco a poco fue saliendo más natural y hoy puedo hacer el 90 por ciento de todas las maniobras de cualquier médico en un consultorio, lo cual para mí es un logro porque sé que el otro diez por ciento se compensa con otra cosa, como por ejemplo estudios por imágenes o las interconsultas".

 

Amor y libros

En el último tramo de la carrera apareció uno de los pilares fundamentales: su novia, Diana Zapata. Ella es dos años más chica. La conoció en la biblioteca de la Facultad a través del mismo amigo con el que empezó la carrera. "Ella estaba preparando un parcial y mi amigo le dijo que yo le podía ayudar porque había rendido esa materia hace poco. Ahí le dejé mi número de teléfono por si tenía alguna otra duda, y al día siguiente me escribió para ver si podía ayudarla nuevamente".

Por ese entonces Wenchy hacía atletismo en el Estadio Municipal y atravesó media ciudad sólo para poder reunirse media hora, ya que tenía que volver a los entrenamientos. "No me importó, estaba convencido. Después comenzamos a hablar seguido por celular y empezamos a salir. Fue muy importante porque siempre me apoyó y acompañó en este camino".

 

Nada es imposible

Wenceslao rindió su última materia a mediados de mayo, instante en el cual muchas emociones jugaron juntas a la vez. Arrancó a estudiarla en enero con un amigo y terminaron siendo una especie de clases particulares. También contó con la ayuda de su novia para poder seguir trabajando la parte oral y ordenar los temas ya que eran muchos contenidos. "Terminé de rendir el oral y cuando el docente me dijo que ya había terminado el examen, al principio no caí. Luego se me cayó una lágrima y al salir, estaba toda mi familia, junto con mis amigos del secundario y de la facultad, lo que desencadenó risas, llantos, una larga lluvia de huevos y harina, e incluso hasta me pelaron en modo de festejo".

Uno de los anhelos que tuvo ni bien empezado el cursado, era demostrar que sí se pueden cumplir los sueños y que un diagnóstico no es definitivo para constituirse como persona. "Me han dicho en distintos momentos de la vida que no iba a poder lograrlo, y sin embargo gracias a la fuerza de los que me quieren y todo el esfuerzo propio, pude hacerlo".

Muchas personas se han acercado a contarle historias parecidas a la suya, también algunos padres le han presentado a sus hijos para que él pudiera hablarles para animarlos. "No sólo me ayuda el hecho de haber pasado por todo lo que pasé sino que también los comprendo. O sea en estos casos no quedan sólo en un diagnóstico o tratamiento, sino en saber qué está pasando en la cabeza de la otra persona".

A pesar de su excelente sentido del humor, a Wenchy le ha pasado que por tener una discapacidad lo tratan como si no entendiera o tuviera iniciativa propia, lo cual produce una forma más de discriminación. "Muchas veces me hablan a mí y no a él porque piensan que no entiende. Y por más que uno lo aclare sigue pasando. El por suerte lo tiene superado porque se toma todo con una cuota de humor, pero a una persona que todavía no, le afecta muchísimo. Por eso hay que tener mucho cuidado en estos casos", opinó Diana.

¿Sigue habiendo sueños en el horizonte de Wenceslao? Claro que sí, su próxima meta es formarse en el área de la neuropsiquiatría. "Quiero ayudar a personas que están en la actualidad en el lugar donde un día estuve, porque a mí me ayudaron y creo que es mi deber devolverlo".