El acuerdo de asociación estratégica que suscribieron en Bruselas las autoridades del Mercosur y la Unión Europea abrirá el mercado regional sudamericano a los productos industriales del viejo continente, a cambio del acceso cuotificado, y cumpliendo severas restricciones sanitarias, de productos agrícolas o agroindustriales sudamericanos. Básicamente, de eso se trata el intercambio que habilitará, cuando quede perfeccionado, el tratado comercial que el gobierno argentino presentó como una conquista “histórica” y “pilar clave de la transformación productiva nacional”. Más allá del secretismo con el que se manejó toda la negociación, que todavía impide conocer en detalle lo acordado, son pocos y en sectores muy específicos los que esperan que, de esta apertura comercial, resultarán beneficios para el país. Por el contrario, son más los que aún esperan en que habrá una reacción política en contra –principalmente en el Congreso– que frene un acuerdo que pondría una lápida definitiva sobre gran parte de la industria, particularmente en sectores con mayor valor agregado y de manufacturas de media o alta tecnología.
El acuerdo no sólo implica una apertura comercial desigual de mercados para bienes industriales europeos. También representa abrir las licitaciones de compras públicas a la participación de empresas de la UE, extender plazos de protección del derecho de patentes (particularmente en agroquímicos y medicamentos) a corporaciones de ese mismo origen, otorgarle la libre circulación en mares y ríos internos del Mercosur a la flota europea, y el reconocimiento de exclusividad del uso de denominaciones de productos con indicaciones geográficas (por ejemplo, muzzarella, regganito o parmesano en la denominación de los quesos). El acuerdo se presenta como supuestamente “balanceado” porque a las firmas argentinas se le abren similares condiciones en la Unión Europea, pero ocurre que es escasa o nula la capacidad de las firmas argentinas, en particular, que tengan patentes, flota fluvial o productos con indicación geográfica (salvo el cordero patagónico, quizás) que pueda sacar provecho de la referida apertura. El plano de la negociación parece demasiado inclinado.
El acuerdo alcanzado y anunciado este viernes, con la urgencia de Argentina y Brasil por poder presentarlo como “una conquista” para sus complicados frentes internos, y la pulseada en la UE entre quienes se oponían (con Francia a la cabeza) y quienes lo impulsaban (con España como baluarte), no tiene una letra definitiva. Es decir, no es el texto que irá a los respectivos congresos para buscar su ratificación (los de los cuatro miembros del Mercosur, por separado, y el Parlamento Europeo).
La Cancillería argentina presentó el acuerdo alcanzado con la Unión Europea como una gran conquista después de más de veinte años de negociaciones infructuosas. Asegura, al repasar los beneficios de “accesos a mercados”, que:
* Europa “liberaliza cerca del 100 por ciento de su comercio, el Mercosur lo hace en un 90 por ciento”.
* La UE ofrece la liberalización completa e inmediata de aranceles para el 80 por ciento de las exportaciones del Mercosur de productos industriales.
* El Mercosur obtiene plazos amplios de hasta 15 años para liberalizar sectores sensibles en forma gradual.
* El acuerdo favorece el comercio intraindustrial al reducir los aranceles para insumos y bienes de capital.
Para los dirigentes de sectores industriales y para el sindicalismo argentino, no son beneficios sino altísimo riesgo para las empresas argentinas de perder posiciones frente a la competencia europea, con escasa o nula posibilidad de acceder a los mercados europeos a cambio. Los documentos europeos, en tanto, reflejaron el acuerdo marcando justamente lo contrario, señalando además aspectos fuera del comercio de bienes sobre los que la Cancillería argentina no informó. De ese modo, en Europa destacan:
* El acuerdo UE-Mercosur eliminará la mayor parte de los aranceles a las exportaciones europeas al mercado suramericano y hará a las empresas comunitarias más competitivas al ahorrarles 4.000 millones de euros en derechos de aduanas al año.
* Abrirá nuevas oportunidades en el Mercosur para las empresas europeas que participan en licitaciones públicas de los gobiernos o que proveen servicios informáticos, de telecomunicaciones o transportes, entre otros.
Tampoco está claro cuál será el balance neto de inversiones extranjeras como resultado del acuerdo. El gobierno argentino, por ejemplo, confía en que la apertura a la participación de empresas europeas en las compras públicas, la libre circulación de flotas de ese origen por las vías fluviales internas y en la oferta de servicios, promoverá la instalación de firmas del viejo continente en el Mercosur. Algunos especialistas sugieren, sin embargo, tomar en cuenta el número de empresas extranjeras que levantarían sus filiales en el país cuando consideren que les será más conveniente proveer a los mercados locales desde el exterior. Se señala que eso es lo que sucederá, por ejemplo, en varias firmas del complejo automotor.